Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Tomarse en serio el pleito de comadres suscitado por la maestra milagrosa, Elba Esther Gordillo, es un despropósito. Ella, la guía moral, ética y democrática del SNTE, decidió dar de golpes al avispero, para evitar que se hable, se comente, se diga de su verdadero pecado, lo que cuesta a la nación y las graves, muy graves consecuencias para este difícil presente que viven los mexicanos, el incierto futuro que se adivina, si ella sobrevive como ente político y objeto de culto secular, para que cubra con sus mercedes a quienes humillados le sirven.
“La flaca”, como a ella se refería su verdadero, auténtico mentor, Carlos Jonguitud Barrios, determinó hacer públicos sus oscuros acuerdos con Acción Nacional, porque si el PRI regresa a Los Pinos, es altamente posible que se determine un ajuste de cuentas de índole político y social, por haber traicionado los principios fundamentales del magisterio nacional -que una vez los tuvo, cuando José Vasconcelos se decidió a actuar como Secretario de Educación Pública, y promovió las brigadas magisteriales, la lectura, el amor a la educación-, porque merece ser sujeto de juicio civil y administrativo, ser exhibida ante la opinión pública como quien realmente es, al ser la única responsable de la tragedia educativa nacional.
Que no venga con la jerigonza que la caracteriza y quiera vendernos el cuento de un quinazo en su contra, o la imagen de honradez y honestidad, cuando supuestamente denuncia a Miguel Ángel Yunes Linares, o de ética política y congruencia en su quehacer sindical, cuando descubre lo que era un secreto a voces, al dar a conocer sus “amarres” políticos y sus compromisos pecuniarios -en eso se traduce el intercambio de favores entre los presidentes de la República y el SNTE-, que le permiten hacerse con un partido político para asegurar las prerrogativas legales concedidas de acuerdo al porcentaje de votos recibidos, garantizados por el enorme número de afiliados a su sindicato, su fuente de poder, su fuente de ingresos ilegítimos, aunque legales.
La maestra tiene buen olfato político. Lo desarrolló gracias a las enseñanzas recibidas de Carlos Jonguitud Barrios, lo pulió durante su incursión en el Grupo San Ángel, cuando se habló del choque de trenes, mientras ella anudaba sus relaciones para el futuro, con Jorge Castañeda, Vicente Fox y otros, porque fueron éstos quienes le abrieron la puerta para su permanencia en el SNTE, a pesar de los corajes de Carlos Salinas de Gortari, quien creyó que podría manejarla a su antojo.
Elba Esther Gordillo, quien no tiene un pelo de tonta, inició este pleito de comadres, esta discusión de lavadero, con el propósito de evitar que le suceda lo que a Jesús Robles Martínez, Manuel Sánchez Vite, Edgar Robledo Santiago y Carlos Jonguitud Barrios, quienes si bien concluyeron su gestión sindical y se convirtieron en ex líderes cresos, perdieron ascendiente y poder, e incluso corrieron cierto riesgo de necesitar regresar parte de lo que se llevaron.
Las condiciones políticas del país han facilitado que acumule poder, pero en víspera de una necesaria transformación del Estado, por la imposibilidad sistémica de que sobreviva el modelo administrativo y de orden político, la maestra consideró necesario reacondicionar los límites de sus acuerdos políticos y las perspectivas que se abren o cierran a futuro, pero olvidó que nada podrá hacer porque claudicó de su función primordial: educar. Eligió el poder, el dinero, gusta de poseer mucho, mucho dinero.
No es gratuito el aserto. En 1997 el entonces pupilo de la maestra, Humberto Dávila Esquivel, por el momento secretario general del poderoso sindicato, me invitó a que reuniera un grupo de intelectuales y periodistas para hacer una revista de efímera, muy efímera vida: Cultura política. Pretencioso nombre, que la condujo al fracaso.
En el primer número, María de Ibarrola aportó un texto fundamental: Desafíos educativos del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que en su parte medular anota:
Uno de los errores más graves que podríamos cometer como país es suponer que se podrá superar la crisis de la educación pública liberando los servicios educativos a las fuerzas de la oferta y la demanda o a la atomización de los esfuerzos individuales.
Conviene destacar las cuatro grandes propuestas de corte instrumental que propone el SNTE para lograr esa educación pública de calidad y equidad anteriormente descrita:
1) Fortalecer los recursos y la capacidad profesional de las escuelas y, en forma simultánea, la competencia de la autoridad educativa para dar respuesta y apoyo a las necesidades de cada una de ellas.
2) Asegurar las condiciones para garantizar la calidad profesional del trabajo de cada maestro.
3) Garantizar el carácter rector del Estado en la educación, y articular efectivamente las competencias y responsabilidades de la federación, los estados y los municipios en materia educativa, y
4) Asegurar el financiamiento de la educación del siglo XXI.
¿Qué ha logrado el SNTE de sus aspiraciones? ¿Hacia dónde lo dirige su lideresa moral? ¡Vamos!, ¿cuándo, el Estado, va a exigirle cuentas porque pervirtió la función esencial del magisterio, y lo transformó en instrumento de poder, en sujeto de comercio en las negociaciones políticas? Mientras ella determina quién sí y quién no puede ocupar el ISSSTE o la dirección general de la Lotería Nacional, los niños de México padecen la tragedia de una pésima educación.
Que no culpe a los secretarios de Educación Pública con los que le tocó apalabrarse; ella, Elba Esther Gordillo, es responsable directa, directísima de la mediocridad educativa de México. Parece que nadie se atreve a pedirle cuentas, porque la prefieren, la necesitan de cómplice. Allá ellos.
Tomarse en serio el pleito de comadres suscitado por la maestra milagrosa, Elba Esther Gordillo, es un despropósito. Ella, la guía moral, ética y democrática del SNTE, decidió dar de golpes al avispero, para evitar que se hable, se comente, se diga de su verdadero pecado, lo que cuesta a la nación y las graves, muy graves consecuencias para este difícil presente que viven los mexicanos, el incierto futuro que se adivina, si ella sobrevive como ente político y objeto de culto secular, para que cubra con sus mercedes a quienes humillados le sirven.
“La flaca”, como a ella se refería su verdadero, auténtico mentor, Carlos Jonguitud Barrios, determinó hacer públicos sus oscuros acuerdos con Acción Nacional, porque si el PRI regresa a Los Pinos, es altamente posible que se determine un ajuste de cuentas de índole político y social, por haber traicionado los principios fundamentales del magisterio nacional -que una vez los tuvo, cuando José Vasconcelos se decidió a actuar como Secretario de Educación Pública, y promovió las brigadas magisteriales, la lectura, el amor a la educación-, porque merece ser sujeto de juicio civil y administrativo, ser exhibida ante la opinión pública como quien realmente es, al ser la única responsable de la tragedia educativa nacional.
Que no venga con la jerigonza que la caracteriza y quiera vendernos el cuento de un quinazo en su contra, o la imagen de honradez y honestidad, cuando supuestamente denuncia a Miguel Ángel Yunes Linares, o de ética política y congruencia en su quehacer sindical, cuando descubre lo que era un secreto a voces, al dar a conocer sus “amarres” políticos y sus compromisos pecuniarios -en eso se traduce el intercambio de favores entre los presidentes de la República y el SNTE-, que le permiten hacerse con un partido político para asegurar las prerrogativas legales concedidas de acuerdo al porcentaje de votos recibidos, garantizados por el enorme número de afiliados a su sindicato, su fuente de poder, su fuente de ingresos ilegítimos, aunque legales.
La maestra tiene buen olfato político. Lo desarrolló gracias a las enseñanzas recibidas de Carlos Jonguitud Barrios, lo pulió durante su incursión en el Grupo San Ángel, cuando se habló del choque de trenes, mientras ella anudaba sus relaciones para el futuro, con Jorge Castañeda, Vicente Fox y otros, porque fueron éstos quienes le abrieron la puerta para su permanencia en el SNTE, a pesar de los corajes de Carlos Salinas de Gortari, quien creyó que podría manejarla a su antojo.
Elba Esther Gordillo, quien no tiene un pelo de tonta, inició este pleito de comadres, esta discusión de lavadero, con el propósito de evitar que le suceda lo que a Jesús Robles Martínez, Manuel Sánchez Vite, Edgar Robledo Santiago y Carlos Jonguitud Barrios, quienes si bien concluyeron su gestión sindical y se convirtieron en ex líderes cresos, perdieron ascendiente y poder, e incluso corrieron cierto riesgo de necesitar regresar parte de lo que se llevaron.
Las condiciones políticas del país han facilitado que acumule poder, pero en víspera de una necesaria transformación del Estado, por la imposibilidad sistémica de que sobreviva el modelo administrativo y de orden político, la maestra consideró necesario reacondicionar los límites de sus acuerdos políticos y las perspectivas que se abren o cierran a futuro, pero olvidó que nada podrá hacer porque claudicó de su función primordial: educar. Eligió el poder, el dinero, gusta de poseer mucho, mucho dinero.
No es gratuito el aserto. En 1997 el entonces pupilo de la maestra, Humberto Dávila Esquivel, por el momento secretario general del poderoso sindicato, me invitó a que reuniera un grupo de intelectuales y periodistas para hacer una revista de efímera, muy efímera vida: Cultura política. Pretencioso nombre, que la condujo al fracaso.
En el primer número, María de Ibarrola aportó un texto fundamental: Desafíos educativos del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que en su parte medular anota:
Uno de los errores más graves que podríamos cometer como país es suponer que se podrá superar la crisis de la educación pública liberando los servicios educativos a las fuerzas de la oferta y la demanda o a la atomización de los esfuerzos individuales.
Conviene destacar las cuatro grandes propuestas de corte instrumental que propone el SNTE para lograr esa educación pública de calidad y equidad anteriormente descrita:
1) Fortalecer los recursos y la capacidad profesional de las escuelas y, en forma simultánea, la competencia de la autoridad educativa para dar respuesta y apoyo a las necesidades de cada una de ellas.
2) Asegurar las condiciones para garantizar la calidad profesional del trabajo de cada maestro.
3) Garantizar el carácter rector del Estado en la educación, y articular efectivamente las competencias y responsabilidades de la federación, los estados y los municipios en materia educativa, y
4) Asegurar el financiamiento de la educación del siglo XXI.
¿Qué ha logrado el SNTE de sus aspiraciones? ¿Hacia dónde lo dirige su lideresa moral? ¡Vamos!, ¿cuándo, el Estado, va a exigirle cuentas porque pervirtió la función esencial del magisterio, y lo transformó en instrumento de poder, en sujeto de comercio en las negociaciones políticas? Mientras ella determina quién sí y quién no puede ocupar el ISSSTE o la dirección general de la Lotería Nacional, los niños de México padecen la tragedia de una pésima educación.
Que no culpe a los secretarios de Educación Pública con los que le tocó apalabrarse; ella, Elba Esther Gordillo, es responsable directa, directísima de la mediocridad educativa de México. Parece que nadie se atreve a pedirle cuentas, porque la prefieren, la necesitan de cómplice. Allá ellos.
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