El retorno de los brujos

Miguel Ángel Granados Chapa

El viejo PRI, que nunca se ha ido del todo, retornó al triunfante al espacio electoral hace cuarenta y ocho horas, en que apabulló a la oposición, generadora en parte de su propia derrota, pero inerme ante los abusos de los gobiernos priístas que se propusieron corregir la tendencia que el año pasado y los primeros meses de este había conseguido en apariencia el debilitamiento del partido antaño hegemónico, que se apresta a recobrar esa condición.

En rigor estricto, pese a las apariencias, el PRI no obtuvo ganancia alguna. Lo que en realidad ocurrió fue que evitó pérdidas como las que sus antagonistas le infligieron en 2010. Entonces le arrebataron los gobiernos de tres entidades donde no había habido alternancia. Ahora el PRI mantuvo en su poder las gubernaturas de Coahuila, México y Nayarit, y la mayor parte de los ayuntamientos hidalguenses, incluido el de Pachuca, que también ha sido gobernada siempre, salvo un trienio hace tres lustros.

Para evitar ser derrotado el PRI desplegó los arbitrios que le permitieron dominar la política nacional durante setenta años. En ese prolongado periodo el tricolor era un partido de Estado, sufragado por el gobierno federal y los de las entidades. Aunque en el último decenio no ha podido contar con recursos públicos federales para influir en las elecciones, sigue haciéndolo a través de las participaciones fiscales sin control. Esos recursos, agregados al colosal endeudamiento en que incurren los gobiernos estatales, hacen de sus gobernadores una munífica fuente de aprovisionamiento de su partido y sus candidatos.

Eso permite al PRI realizar campañas costosísimas e incontratables, como ocurría en los tiempos de su pleno dominio. Con dinero público, y acaso otros recursos procedentes de orígenes inconfesables, la ventaja priísta se ha vuelto insuperable. En los estados donde anteayer hubo elecciones el pronóstico era fácil, como lo fue en el ámbito federal entre 1929 y 1994, Eran elecciones predecibles: Se sabía con plena certidumbre quién ganaría la elección presidencial, como se supo en el proceso a punto de concluir que Rubén Moreira, Eruviel Ávila y Roberto Sandoval ganarían los comicios del tres de julio.

La plétora de recursos de que disfruta el PRI le permite hace campañas intensas y eficaces, con las que no pueden competir las de los opositores. Para citar el estado de México, paradigmático de este retorno de los brujos, el 76 por ciento de los 48 mil espacios públicos (espectaculares y bardas, taxis y autobuses, etc.) donde se pintaba o fijaba propaganda electoral, fueron utilizados para la propaganda de Ávila, mientras que Alejandro Encinas y Luis Felipe Bravo Mena sólo contaron con el 11 y el 7 por ciento respectivamente. Por si fuera poco, el gobierno estatal multiplicó su presencia en ese género de espacios, al aparecer en más de 2,500. Una decisión judicial dispuso que 900 de ellos fueran retirados. El Instituto electoral del estado de México desacató en los hechos la orden.

Ese es otro de los viejos arbitrios recuperados del pasado en beneficio del PRI. En los años de su dominio autoritario, ese partido y el gobierno controlaban los órganos electorales. Superada por diversos motivos la breve primavera de ciudadanización, las autoridades electorales están de nuevo al servicio del PRI. Sus funcionarios y buena parte de sus consejeros con cuidadosamente escogidos para que gestionen los intereses príistas o impidan actos que los lesionen. Órganos electorales independientes pueden hacer cesar injerencias gubernamentales indebidas. Uno como el IIEM, para ponerlo de nuevo como ejemplo, sirve en cambio para solapar la ilegítima participación del gobierno. Un funcionario de la administración de Enrique Peña Nieto, Bernardo García Cisneros, fue filmado en una reunión con el alcalde de Valle de Chalco organizando los apoyos que recibiría el candidato priísta (todavía sin ser designado entonces). En su carácter de presidente de la Junta de conciliación y arbitraje, era uno de los muchos servidores públicos ´de alto nivel a quienes se encargó organizar la intervención gubernamental en las elecciones. El órgano electoral desestimó los señalamientos en su contra, y con ello dio carta blanca a esa participación eficaz sí, pero ilegal, incluso delictuosa.

El propio Instituto acordó realizar revisiones precautorias del gasto de campaña. Uno de los defectos del sistema de fiscalización electoral es su extemporaneidad. Cuando se viene a saber si un candidato erogó más de lo dispuesto es demasiado tarde. Así ocurrirá con aquella disposición del IEEM porque la corrigió en beneficio de Ávila. Dejó de ser precautoria, porque ahora los resultados de la revisión serán conocidos cuando todo se haya consumado. Y aun si fueran contrarios al candidato priísta el procedimiento será inocuo pues el beneficiario habrá sido declarado gobernador electo o tal vez ya haya tomado posesión en septiembre próximo.

La oposición unida ha podido hacer frente al abuso priísta y a su dominación. La clave para el derrotar a gobiernos priístas en los estados donde no haya habido alternancia y el tiempo parece haberse detenido es la alianza opositora. Lo probaron los casos de Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Las coaliciones en Coahuila, México y Nayarit pudieron intentarlo. Pero las divisiones internas en el PRD impidieron que se consumaran y constituyeran un valladar al retorno de los brujos. El PRI apabulla, pero su oposición no acierta a practicar los modos de impedir que se la arrase.

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