El regreso

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Humberto Moreira es un toro que embiste de frente. Es una locomotora que va al choque. Amaga, provoca, desquicia. Genera irritación, indignación. Polariza.

Desde que asumió la presidencia del PRI en marzo pasado, Moreira dejó claro su papel. "Mi trabajo va a ser quitarle los golpes a Enrique (Peña Nieto) y a Manlio (Fabio Beltrones)", decía. Su objetivo, explicaba, era evitarles un desgaste por golpeteo político de sus adversarios que los desviaran de sus ambiciones presidenciales.

Arrancó su periodo como dirigente en una forma sonora y bravucona, y logró que cuatro secretarios de Estado cayeran en su provocación en tan solo una semana al frente del partido. La mirada se volvió contra él. Sus adversarios comenzaron a burlarse de él, y lo describían como un norteño políticamente rudimentario. En privado, le generó un problema al gobierno y al PAN, y escogieron, como primer campo de batalla, Coahuila.

Exgobernador de ese estado, Moreira dejó enfilado para la sucesión a su hermano Rubén, lo que le dio un pretexto claro al gobierno federal y al PAN para fraguar su ataque político. Se lo había advertido hace tiempo el entonces secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont: No vamos a permitir que dejes a tu hermano en la gubernatura. Pero Moreira reía.

Era su hermano, de acuerdo, pero también era candidato por méritos propios, decía. Para enfrentar directamente a los Moreira en su territorio, el PAN designó como delegado especial en la entidad a un peleador sucio, Fernando Döring, que ha sido utilizado en el pasado como correo de golpes a los adversarios políticos del presidente en turno.

Döring y el equipo de trapos sucios del PAN diseñaron una campaña de choque no contra Rubén, sino contra toda la familia, sobre el eje de lo que llamaron nepotismo y abusos de poder. El PAN distribuyó miles de panfletos en las calles de Coahuila para denunciar a la familia Moreira, y dieron un paso temerario: espectaculares en las ciudades donde afirmaban que la madre de los Moreira era una "aviadora" del erario público estatal.

Los asuntos políticos estallaron prematuramente. Moreira se fue contra el presidente y en Coahuila, los operadores priistas difundieron ampliamente un video del candidato del PAN a la gubernatura, el senador Guillermo Anaya, en una fiesta donde un pariente político había puesto el sonido. Se trataba de Sergio Villarreal, conocido como "El Grande" dentro de la estructura criminal del cártel de los hermanos Beltrán Leyva, y el invitado principal era el presidente Felipe Calderón.

Pero nada reparó el agravio familiar. Encendido, Moreira caminaba hacia las trampas que le habían colocado.

Buscaron que cayera en el caso del arresto de Jorge Hank Rhon, y después de una primera declaración donde lo respaldó incondicionalmente, escuchó a sus asesores cuando le recomendaron cautela al estar en un terreno pantanoso. Al naufragar el caso, tampoco hizo escarnio oportunista. Contra su carácter explosivo, le inyectaron paciencia oriental. La iba a necesitar.

La elección en Coahuila parecía haberse definido semanas antes de los comicios del 3 de julio, pero para infringirle un daño moral, el PAN orquestó una "filtración" sobre Vicente Chaires, a quien Moreira había adoptado políticamente cuando de niño murió su padre, un diri- gente sindical.

Tras la denuncia periodística, Döring acusó a quien había sido funcionario de Moreira en Coahuila y se hacía cargo de la administración en su oficina en el PRI, de corrupción y enriquecimiento inexplicable. Los cargos se fueron desvaneciendo en términos jurídicos, pero prevalecieron en lo mediático

Döring reconocía en privado que no iban a lograr que cambiara el rumbo de la elección, pero para entonces el objetivo había cambiado. Quería forzar a Moreira a que metiera las manos al fuego por su amigo y colaborador, y desatar un debate en los medios. Una vez más, los asesores del dirigente priista le sugirieron apretar el hígado, meter la cabeza en la congeladora y no contaminar, con un pleito de barandilla, todos los procesos electorales del 3 de julio.

Moreira se sometió a las recomendaciones y continuó sin dar conferencias de prensa de los lunes, que fue uno de los primeros rasgos distintivos de su gestión al frente del PRI. Fue un repliegue táctico, explican, pero se acabó. El Moreira que se conoció antes del arresto de Hank, viene de regreso y con sed de venganza.

El lunes 4 de julio, la mañana siguiente de las elecciones para gobernador en tres estados, será el principio del retorno. La parte elegante será restregar los resultados del domingo sobre la cara de los panistas. La parte ruda, que es la suya, va por el desagravio, en particular el ataque a su madre de los panistas para denostar a la familia.

Moreira tiene munición. Es el doble rasero del gobierno, que veía muy mal que su hermano contendiera por la gubernatura, pero que ha inyectado cientos de millones de pesos en spots del gobierno federal en Michoacán, donde la precandidata al gobierno –que se pone en juego en noviembre- es Luisa María Calderón, hermana del presidente de la República.

La garra se afila. El presidente dijo que nadie de su familia estaría en la política durante su gestión en el Ejecutivo. Pero además de su hermana, su hermano en Michoacán está en campaña –aunque con el precandidato del PRI al gobierno, Fausto Vallejo-, su esposa Margarita Zavala –es operadora prima dentro del PAN y en procesos electorales-, y su cuñado Juan Ignacio Zavala, coordina la precampaña presidencial del secretario de Educación, Alonso Lujambio.

Los panistas se metieron con su familia y Moreira quiere responder con la Ley del Talión en la mano. Todavía hay tiempo para que aquellos a quienes escucha, le den otra recomendación: cuando se entra en una batalla, hay que saber hasta dónde se va a llegar para saber cuánto hay que luchar. Pero cuando se introducen aspectos personales, se sabe cuándo empieza, pero no cuándo ni cómo termina. El problema es saber si alguien podrá contener la ira que trae contenida.

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