Manuel Camacho Solís *
La experiencia de las elecciones no deja duda de que el PRI no aprendió la lección después de su primera derrota.
El regreso del PRI al Gobierno nacional sería legítimo si fuera el resultado de una elección libre. La alternancia con un PRI renovado fortalecería a la democracia y la gobernabilidad. Pero si ese regreso se hace a partir de los métodos del viejo PRI, de los que deslegitimaron al antiguo régimen y causaron graves daños a la sociedad, la alternancia no hará sino acelerar la deslegitimación de las instituciones y la fragilidad del Estado mexicano que tiene frente a sí un colosal reto social y de seguridad.
La experiencia de las elecciones no deja duda de que el PRI no aprendió la lección después de su primera derrota. En vez de renovarse para ofrecer un rumbo alternativo y ganar las elecciones capitalizando la inconformidad que existe en la sociedad por la conducción de los gobiernos panistas, lo que hace es regresar a las peores prácticas de su pasado autoritario y patrimonialista.
Lo que más me llama la atención es su falta de mesura. El PRI está bien posicionado. Hay un gran desencanto con los gobiernos del PAN. La izquierda ha cometido errores, su división y el alejamiento de las clases medias, que le han impedido convertirse en el receptáculo de la inconformidad. Sin embargo, no se conforman con ganar. Tienen que arrasar, aun si para ello es necesario pasar por encima de los principios constitucionales de equidad, imparcialidad y legalidad de los procesos electorales, cuyo respeto ha permitido que la democracia avance en nuestro país.
Las elecciones en el Edomex han sido en extremo inequitativas. Ellos saben que el PRI ha tenido, conservadoramente, una ventaja de 10 a uno. Pusieron la administración pública al servicio de la elección. La organizaron en gabinetes regionales, por distrito. Dirigieron los programas sociales al cumplimiento de sus metas electorales. Rebasaron los límites del gasto de campaña. Ejercieron recursos en la precampaña.
Han gastado dispendiosamente en los medios con publirreportajes, publicidad disfrazada de información, controles remotos, línea a la línea editorial. Dinero sin contabilizar para la movilización.
En el proceso electoral han contado con el apoyo incondicional de los órganos electorales. Con su total falta de autonomía. El Gobierno controla a los medios locales como en los años 60.
Cambiaron las leyes para favorecer al PRI y debilitar a la oposición. Su legislación electoral está hecha para proteger la impunidad. Por ejemplo, frente al exceso del gasto y la posibilidad de establecer medidas precautorias, la autoridad dispuso que la investigación fuera secreta y que sus resultados sean entregados hasta después de la protesta del gobernador.
La inequidad y la ilegalidad del proceso llevarán, con seguridad, a su impugnación. Son de una escala tal que a mí me hicieron pensar en la conveniencia de sugerir el retiro de las candidaturas opositoras. No lo hice porque, frente a una democracia debilitada y un nivel de violencia como el que existe en nuestro País, una crisis adicional no habría hecho sino precipitar un mayor deterioro.
Lo que sí deberemos hacer es impugnar la elección, con o sin el PAN. No tomar las calles. Sí recurrir con razón y pruebas al Trife.
La izquierda se debe sentir orgullosa de su desempeño. En condiciones de extrema inequidad, su candidato duplicó sus intenciones de voto. Nos posicionamos en el segundo lugar para las elecciones presidenciales. Ahora, no debemos permitir que la elección del Edomex sea el modelo para 2012. Deberemos aprovechar el avance para fortalecer nuestra unidad, presionar en favor de un acuerdo que proteja la democracia en 2012 y elevarle el costo al PRI en los tribunales y ante la opinión pública nacional y mundial.
El PRI no aprendió de la derrota. Ha mostrado su falta de mesura y sus impulsos restauradores. No sabe gobernar en la pluralidad. Después de estas elecciones, ya no queda duda de que, en 2012, ante la crisis social y de violencia, el regreso del (viejo) PRI sería un paso al vacío.
Coordinador del Diálogo para la Reconstrucción de México*
La experiencia de las elecciones no deja duda de que el PRI no aprendió la lección después de su primera derrota.
El regreso del PRI al Gobierno nacional sería legítimo si fuera el resultado de una elección libre. La alternancia con un PRI renovado fortalecería a la democracia y la gobernabilidad. Pero si ese regreso se hace a partir de los métodos del viejo PRI, de los que deslegitimaron al antiguo régimen y causaron graves daños a la sociedad, la alternancia no hará sino acelerar la deslegitimación de las instituciones y la fragilidad del Estado mexicano que tiene frente a sí un colosal reto social y de seguridad.
La experiencia de las elecciones no deja duda de que el PRI no aprendió la lección después de su primera derrota. En vez de renovarse para ofrecer un rumbo alternativo y ganar las elecciones capitalizando la inconformidad que existe en la sociedad por la conducción de los gobiernos panistas, lo que hace es regresar a las peores prácticas de su pasado autoritario y patrimonialista.
Lo que más me llama la atención es su falta de mesura. El PRI está bien posicionado. Hay un gran desencanto con los gobiernos del PAN. La izquierda ha cometido errores, su división y el alejamiento de las clases medias, que le han impedido convertirse en el receptáculo de la inconformidad. Sin embargo, no se conforman con ganar. Tienen que arrasar, aun si para ello es necesario pasar por encima de los principios constitucionales de equidad, imparcialidad y legalidad de los procesos electorales, cuyo respeto ha permitido que la democracia avance en nuestro país.
Las elecciones en el Edomex han sido en extremo inequitativas. Ellos saben que el PRI ha tenido, conservadoramente, una ventaja de 10 a uno. Pusieron la administración pública al servicio de la elección. La organizaron en gabinetes regionales, por distrito. Dirigieron los programas sociales al cumplimiento de sus metas electorales. Rebasaron los límites del gasto de campaña. Ejercieron recursos en la precampaña.
Han gastado dispendiosamente en los medios con publirreportajes, publicidad disfrazada de información, controles remotos, línea a la línea editorial. Dinero sin contabilizar para la movilización.
En el proceso electoral han contado con el apoyo incondicional de los órganos electorales. Con su total falta de autonomía. El Gobierno controla a los medios locales como en los años 60.
Cambiaron las leyes para favorecer al PRI y debilitar a la oposición. Su legislación electoral está hecha para proteger la impunidad. Por ejemplo, frente al exceso del gasto y la posibilidad de establecer medidas precautorias, la autoridad dispuso que la investigación fuera secreta y que sus resultados sean entregados hasta después de la protesta del gobernador.
La inequidad y la ilegalidad del proceso llevarán, con seguridad, a su impugnación. Son de una escala tal que a mí me hicieron pensar en la conveniencia de sugerir el retiro de las candidaturas opositoras. No lo hice porque, frente a una democracia debilitada y un nivel de violencia como el que existe en nuestro País, una crisis adicional no habría hecho sino precipitar un mayor deterioro.
Lo que sí deberemos hacer es impugnar la elección, con o sin el PAN. No tomar las calles. Sí recurrir con razón y pruebas al Trife.
La izquierda se debe sentir orgullosa de su desempeño. En condiciones de extrema inequidad, su candidato duplicó sus intenciones de voto. Nos posicionamos en el segundo lugar para las elecciones presidenciales. Ahora, no debemos permitir que la elección del Edomex sea el modelo para 2012. Deberemos aprovechar el avance para fortalecer nuestra unidad, presionar en favor de un acuerdo que proteja la democracia en 2012 y elevarle el costo al PRI en los tribunales y ante la opinión pública nacional y mundial.
El PRI no aprendió de la derrota. Ha mostrado su falta de mesura y sus impulsos restauradores. No sabe gobernar en la pluralidad. Después de estas elecciones, ya no queda duda de que, en 2012, ante la crisis social y de violencia, el regreso del (viejo) PRI sería un paso al vacío.
Coordinador del Diálogo para la Reconstrucción de México*
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