El PRI en su laberinto

¿Qué tiene hoy el PRI que no tuvo con Francisco Labastida ni mucho menos con Roberto Madrazo? A Enrique Peña Nieto.

José Cárdenas


Los medios de comunicación le hemos dado a la jornada del 3 de julio el carácter de un ensayo general de lo que vendrá el año próximo con la elección presidencial.

Sin duda, es una proyección exagerada.

¿Hay alguna base para decir que los triunfos del domingo son la antesala de la inevitable victoria del PRI el año entrante? No, absolutamente.

La victoria final del PRI es algo que aún queda lejos. No hay “pase automático” a Los Pinos.

Entonces, ¿qué gana el PRI del 3 de julio?

Refuerza una presencia territorial que ya tenía. La saca de la zona gris de las dudas, y la convierte en evidencia de su fuerza. Vence en la guerra sucia desatada en su contra desde el poder presidencial al grito de “ahí viene el lobo, otra vez”. Suma la confianza extraviada o “distraída” de sus militantes. Aplasta el mito de la unión de los opuestos, porque una cosa es una alianza “contra natura” y otra un matrimonio de veras.

¿Qué tiene hoy el PRI que no tuvo con Francisco Labastida, ni mucho menos con Roberto Madrazo?

Tiene a Enrique Peña Nieto.

¿Y qué le hace falta en este momento?

Tres cosas: claridad, unidad y humildad.

Claridad para convencer por qué quiere regresar al poder. Para explicar, por ejemplo, qué futuro le ofrece al país para sacarlo del pasmo sangriento en el que se encuentra y para decir con quiénes pretende encabezar esa tarea.

Unidad. Sin este requisito, el PRI no podría aprovechar el cansancio ciudadano que arrastra la oferta del Partido Acción Nacional. Todo lo prometido por el PAN, en la última década, no ha mejorado el nivel de vida de una población que se enriquece, si acaso, de inseguridad y de miedo.

Humildad, para no creer que ganó lo que todavía no ha ganado. Esa frase de que el PRI tiene medio cuerpo en Los Pinos no sirve para nada. Es más indigesta que cenar chorizo verde de Toluca. O tienes el poder o no lo tienes. No hay medias tintas.

En Hidalgo, Coahuila, Nayarit y el Estado de México, el PRI ganó lo que ganó. Pero como dice el Filósofo de Güemes: ahora le falta lo que le falta. Todavía mucho.

Si el tricolor no aprovecha la ventana abierta por los vientos del 3 de julio, cumplirá sin remedio la sentencia que encierra una de las frases más hermosas y patéticas de la literatura latinoamericana. En el último párrafo de su mejor novela Gabriel García Márquez advierte: “Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la Tierra”.

MONJE LOCO. El futuro gobernador Eruviel Ávila tendrá que comprarse un cronómetro. Si va en serio su ofrecimiento de campaña, deberá cumplir los seis mil compromisos firmados ante notario, a razón de 2.74 por día. ¿Le alcanzará el sexenio? Nadie sabe, nadie supo.

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