El pantano de la maestra

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

En unos cuantos días cambió la piel de la maestra Elba Esther Gordillo. La gladiadora invencible fue tocada. No fue su ex aliado Miguel Ángel Yunes, quien abrió fuego contra ella en forma simétrica a la manera como lo había denostado la semana pasada el punto de inflexión, sino la forma como la trató y maltrató la prensa tras haber revelado un pacto político con el presidente Felipe Calderón y haber utilizado una escopeta para disparar a todos lados a sus enemigos. En cuestión de horas, cambió del aire victorioso a la urgencia por controlar los daños. La forma, sin embargo, fue al estilo de los políticos caducos: con dinero.

El nuevo secretario general del SNTE, Juan Díaz, ordenó que sacaran la chequera y que comenzaran a disparar cañonazos de dinero entre columnistas políticos y periodistas. La maestra, escondida, debió haber visto cómo los esfuerzos de sus incondicionales naufragaron por arcaicos y torpes, y la aparición retadora y acusadora que reflejó en su encuentro con la prensa, comenzó a desvanecerse. Inteligente y astuta como soberbia, no tuvo a nadie cerca que la persuadiera que la ecuación política estaba cambiando y que quizás, como le sugirió el Presidente en diciembre pasado, sus tiempos se agotaban y buscara una “salida digna” de la dirigencia del magisterio.

Este episodio, que es un punto de inflexión en la fuerza pública de la maestra, comenzó el 20 de junio, cuando en este espacio se dieron a conocer detalles de que en el equipo cercano a Gordillo temían que la descomposición en la relación con el presidente Felipe Calderón, pudiera concluir en un quinazo. La revelación de las deliberaciones que hasta ese momento se habían mantenido en secreto, provocaron ese mismo día una reunión de emergencia para evaluar qué hacer. La voz dominante, como casi siempre, fue la de su yerno, Fernando González, subsecretario de Educación.

González fue quien propuso la conferencia de prensa, y la empujó -”calentándole la cabeza“, describieron algunos de sus cercanos-, a fijar públicamente su posición ante al gobierno de Felipe Calderón y ajustar cuentas con dos personajes que habían formado parte de su círculo íntimo y ahora consideraba “traidores“, Miguel Ángel Yunes, ex director del ISSSTE, y Francisco Yáñez, ex director de la Lotería Nacional. Cuando terminó la rueda de prensa estaba eufórica, pero molesta. Es extraño que conociendo en toda su intensidad a Yunes, no calculara que su ex aliado político respondería con igual sonoridad.

La maestra lo estuvo provocando. Hacía tres semanas había iniciado hostilidades al enviar a su otro sindicato, la Federación Democrática de Sindicatos de Servidores Públicos, a exigir auditorías a la administración de Yunes en el ISSSTE, por presuntas irregularidades que suman decenas de millones de pesos. La respuesta de Yunes fue contundente: lo que realmente quería la maestra del ISSSTE era saquearlo. Primero deseaba que se le entregaran las áreas de finanzas, administración y delegaciones en los estados; después pidió 20 millones de pesos mensuales para Nueva Alianza; luego exigió otros 300 millones de pesos; y llegó a pedir que los terrenos donde se encuentra la paraestatal, se le vendieran a unos amigos de ellos para un desarrollo inmobiliario.

Yunes recorrió con intensidad noticieros de radio y de televisión, y ofreció entrevistas de prensa para impulsar su verdad. En el equipo de la maestra sostienen que en la estrategia va de la mano de Alejandra Sota, directora de Comunicación Social de la Presidencia, y Rafael Giménez, uno de los principales asesores políticos de Calderón. En Los Pinos niegan completamente la versión. Yunes va solo y lo que provocó fue agudizar las contradicciones dentro del equipo de Gordillo, que está comenzando a chapalear en el pantano.

Tras las acusaciones de Yunes, la maestra reaccionó. La Federación y Nueva Alianza pagaron desplegados en los periódicos para insistir en la responsabilidad del ex director del ISSSTE. Poco efecto neutralizador tuvo, por lo que tuvieron que utilizar a una figura más alta y representativa de la maestra, su propio yerno, que empezó a dar entrevistas de prensa. González negó todas las imputaciones de Yunes y fue más allá al afirmar que lo que dijo su suegra sobre el pacto político con Calderón durante la campaña, lo desconocía.

Es falso. En este mismo espacio se publicó el detalle de las negociaciones, encabezadas por González y Juan Camilo Mouriño, principal asesor de Calderón. La columna, publicada el primero de julio, señala: “Las reuniones se prolongaron durante varias noches en la casa de González, en Bosques de las Lomas, donde se acordaron los apoyos magisteriales para vigilar las casillas electorales y el proselitismo político… A cambio, Calderón le entregaría … (la) subsecretaría de Educación Pública.. para su yerno; la Administración Federal de Servicios Educativos en el Distrito Federal para Luis Enrique Sánchez; la Lotería Nacional para Yáñez; la Secretaría Ejecutiva del Sistema de Seguridad Pública para Roberto Campa… ; el ISSSTE para Miguel Ángel Yunes”.

La maestra y su equipo llevan dos semanas de yerros. Primero las indiscreciones de la maestra sobre acuerdos secretos, obligaron al Presidente a referirse vagamente al caso y abrir nuevos espacios de debate. Luego, las acusaciones de Yunes sobre los intentos de tener acceso libre a los dineros de la institución, encontraron evasivas de Gordillo, que no las ha negado. Todo, en el contexto de la muy mala imagen que tiene -si se toma como referencia a las redes sociales, sería la peor entre los políticos- y los pocos aliados en los medios -aún los cercanos le son negativos-, y la cada vez más difícil defensa que está intentando el PRI. El PAN no le ha ofrecido abrigo, y el PRD, por el contrario, exige cuentas, agraviados por la elección de 2006.

Si este punto de inflexión significa el principio del fin, todavía no está del todo claro. No así la imagen de la maestra como actor político central. Está herida pero no muerta. La historia, por tanto, se sigue escribiendo.

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