Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
Santiago Creel jugó sus cartas. No tiene nada que perder y mucho que ganar. Pidió licencia al Senado y se lanzó abiertamente a su precampaña presidencial. Tras de sí lanzó un obús moral para el resto de los precandidatos de su partido, para que hagan lo mismo y jueguen de manera justa y equitativa. Detrás de su iniciativa se encuentra un gambito: sólo que pierdan exposición mediática derivada de sus cargos públicos, podrá lograr cambiar la correlación de fuerzas actual en el PAN.
La mayoría de quienes aspiran a contender por la Presidencia saludaron su iniciativa, pero aclararon que no harían lo mismo. Sólo el secretario del Trabajo, Javier Lozano, reaccionó con virulencia al acusarlo de "oportunista". No es una derrota la indiferencia a su movimiento, sino una primera victoria táctica. Creel alcanzó el objetivo de hacer masiva la imagen de un competidor con Handicap, solitario, sin recursos y que dentro del PAN es al único que jamás apoyaría el presidente Felipe Calderón.
Percepción es realidad y Creel entró al juego de los símbolos y los espejos. Interpreta el papel que hizo Calderón hace seis años, cuando nadie apostaba unas monedas con él dentro de la contienda por la nominación, donde el exsenador, en ese entonces secretario de Gobernación del primer gobierno de oposición en 70 años, tenía a la maquinaria panista detrás de él.
Calderón era el caballo negro que empezó a trabajar dentro del partido y le arrebató sorpresivamente la candidatura a Creel. Hoy invirtió el papel. Creel es la punta más débil de los panistas ante los ojos de los panistas, que está haciendo lo que soslayó hace seis años: trabajar a las bases dentro del partido para arrebatarle a quienes sean sus contrincantes, la candidatura presidencial. Tiene una ventaja de la que carecía Calderón, que es el amplio conocimiento que tienen de él los electores.
Creel se coloca en esta contienda con uno de los mejores palmarés de todo el grupo que quiere ganar en 2012, y más de una década de experiencia en campañas. En 2000 estuvo cerca de derrotar a Andrés Manuel López Obrador en la elección por la jefatura de gobierno del Distrito Federal. En 2005 perdió la candidatura presidencial pero en 2006 entró al Senado, desde donde construyó una imagen de luchador indomable frente a los intereses de las televisoras.
Su apoyo intransigente a una nueva Ley de Telecomunicaciones le costó que las televisoras le decretaran la muerte civil. En la antítesis de que político fuera de la pantalla no existe, Creel siempre estuvo en las encuestas presidenciales del último lustro a la cabeza de los panistas. Las televisoras decidieron recientemente levantar el veto en su contra, lo que lo ayudará de estar en la boleta de votación en 2012, pero no le resuelve el paso previo, la candidatura.
Con la experiencia de 2005, Creel ahora volteó al partido. Lleva más de un año de giras por el país en contacto con militantes y adherentes del PAN, que son quienes a finales de año, en una votación nacional, seleccionarán a su candidato. En sus artes de persuasión de que él es la mejor opción del PAN se encontrará el éxito de su esfuerzo. En la fina línea de no pelearse con el presidente y al mismo tiempo proyectar la imagen de que es un candidato indeseado por el presidente, está la sofisticada estrategia de su precampaña.
Creel, que no ha dejado de hablar bien de Calderón cada vez que se lo pregunta la prensa, sabe que es un sujeto mal visto en Los Pinos. "Cada vez que iba a la Presidencia sentía la animadversión, la molestia, el odio de los colaboradores del presidente con quienes se cruzaba", dice uno de sus cercanos. No debería de extrañar. El equipo presidencial está dividido en dos aspirantes, los dos secretarios de Estado, Ernesto Cordero, de Hacienda, y Alonso Lujambio, de Educación.
Ser el aspirante no oficial, el indeseado por el presidente, fue uno de los factores que ayudó a Calderón, quien en su trabajo hacia el interior del partido encontró en el espíritu tradicional del panista de resistirse siempre a la línea del centro para tomar sus decisiones uno de los motores de su respaldo. El papel ahora es de Creel, quien está armando un equipo de precampaña que procede de diferentes orígenes. No tiene el dinero ni la posibilidad en este momento de contratar a un consultor profesional en el mercado internacional –como Cordero-, ni tiene asesores con línea directa a Calderón –como Lujambio-. Tampoco tiene una relación tan formada y sólida con el sector empresarial –como la diputada Josefina Vázquez Mota-, ni es parte de un bloque ideológico dentro del PAN –como el gobernador Emilio González-.
¿Qué tiene entonces Creel? Su activo es inconfesable: que su unción como candidato se dé a partir del rechazo que pueda tener Calderón, y por tanto su candidato, en la elección panista para elegir candidato. Es decir, que los negativos de Calderón se transfieran al candidato oficial y el externo, el enemigo del presidente, sea el ungido, como lo resolvieron hace seis años.
Públicamente Creel no romperá con Calderón. Pero esas son sólo palabras. En los pasillos de la política azul están perfectamente definidos los campos de batalla. Es tan claro que esos serán los términos de la batalla por la nominación, que Creel ha venido reclutando operadores políticos cuya motivación no es económica –ninguno de ellos cobra-, sino existencial. "Todo es para derrotar a Calderón", confió una de las nuevas adquisiciones al equipo del exsenador.
Creel sabe que la lucha es muy difícil porque no contendrá contra un par, sino contra el presidente. Hace seis años, cuando perdió la candidatura con Calderón, logró el 33% de apoyo en el PAN. Sus adversarios en el entorno de Los Pinos afirman que en la actualidad su peso real en el partido no llega ni al 50% de esa cifra. Las condiciones entre una y otra elección son totalmente diferentes. En 2005 Creel pensaba que la contienda por la nominación será una cuestión de trámite. Hoy entiende que es una guerra sin cuartel, posiblemente más difícil tácticamente, por lo trampera y la falta de recursos, de lo que sería la elección presidencial.
Santiago Creel jugó sus cartas. No tiene nada que perder y mucho que ganar. Pidió licencia al Senado y se lanzó abiertamente a su precampaña presidencial. Tras de sí lanzó un obús moral para el resto de los precandidatos de su partido, para que hagan lo mismo y jueguen de manera justa y equitativa. Detrás de su iniciativa se encuentra un gambito: sólo que pierdan exposición mediática derivada de sus cargos públicos, podrá lograr cambiar la correlación de fuerzas actual en el PAN.
La mayoría de quienes aspiran a contender por la Presidencia saludaron su iniciativa, pero aclararon que no harían lo mismo. Sólo el secretario del Trabajo, Javier Lozano, reaccionó con virulencia al acusarlo de "oportunista". No es una derrota la indiferencia a su movimiento, sino una primera victoria táctica. Creel alcanzó el objetivo de hacer masiva la imagen de un competidor con Handicap, solitario, sin recursos y que dentro del PAN es al único que jamás apoyaría el presidente Felipe Calderón.
Percepción es realidad y Creel entró al juego de los símbolos y los espejos. Interpreta el papel que hizo Calderón hace seis años, cuando nadie apostaba unas monedas con él dentro de la contienda por la nominación, donde el exsenador, en ese entonces secretario de Gobernación del primer gobierno de oposición en 70 años, tenía a la maquinaria panista detrás de él.
Calderón era el caballo negro que empezó a trabajar dentro del partido y le arrebató sorpresivamente la candidatura a Creel. Hoy invirtió el papel. Creel es la punta más débil de los panistas ante los ojos de los panistas, que está haciendo lo que soslayó hace seis años: trabajar a las bases dentro del partido para arrebatarle a quienes sean sus contrincantes, la candidatura presidencial. Tiene una ventaja de la que carecía Calderón, que es el amplio conocimiento que tienen de él los electores.
Creel se coloca en esta contienda con uno de los mejores palmarés de todo el grupo que quiere ganar en 2012, y más de una década de experiencia en campañas. En 2000 estuvo cerca de derrotar a Andrés Manuel López Obrador en la elección por la jefatura de gobierno del Distrito Federal. En 2005 perdió la candidatura presidencial pero en 2006 entró al Senado, desde donde construyó una imagen de luchador indomable frente a los intereses de las televisoras.
Su apoyo intransigente a una nueva Ley de Telecomunicaciones le costó que las televisoras le decretaran la muerte civil. En la antítesis de que político fuera de la pantalla no existe, Creel siempre estuvo en las encuestas presidenciales del último lustro a la cabeza de los panistas. Las televisoras decidieron recientemente levantar el veto en su contra, lo que lo ayudará de estar en la boleta de votación en 2012, pero no le resuelve el paso previo, la candidatura.
Con la experiencia de 2005, Creel ahora volteó al partido. Lleva más de un año de giras por el país en contacto con militantes y adherentes del PAN, que son quienes a finales de año, en una votación nacional, seleccionarán a su candidato. En sus artes de persuasión de que él es la mejor opción del PAN se encontrará el éxito de su esfuerzo. En la fina línea de no pelearse con el presidente y al mismo tiempo proyectar la imagen de que es un candidato indeseado por el presidente, está la sofisticada estrategia de su precampaña.
Creel, que no ha dejado de hablar bien de Calderón cada vez que se lo pregunta la prensa, sabe que es un sujeto mal visto en Los Pinos. "Cada vez que iba a la Presidencia sentía la animadversión, la molestia, el odio de los colaboradores del presidente con quienes se cruzaba", dice uno de sus cercanos. No debería de extrañar. El equipo presidencial está dividido en dos aspirantes, los dos secretarios de Estado, Ernesto Cordero, de Hacienda, y Alonso Lujambio, de Educación.
Ser el aspirante no oficial, el indeseado por el presidente, fue uno de los factores que ayudó a Calderón, quien en su trabajo hacia el interior del partido encontró en el espíritu tradicional del panista de resistirse siempre a la línea del centro para tomar sus decisiones uno de los motores de su respaldo. El papel ahora es de Creel, quien está armando un equipo de precampaña que procede de diferentes orígenes. No tiene el dinero ni la posibilidad en este momento de contratar a un consultor profesional en el mercado internacional –como Cordero-, ni tiene asesores con línea directa a Calderón –como Lujambio-. Tampoco tiene una relación tan formada y sólida con el sector empresarial –como la diputada Josefina Vázquez Mota-, ni es parte de un bloque ideológico dentro del PAN –como el gobernador Emilio González-.
¿Qué tiene entonces Creel? Su activo es inconfesable: que su unción como candidato se dé a partir del rechazo que pueda tener Calderón, y por tanto su candidato, en la elección panista para elegir candidato. Es decir, que los negativos de Calderón se transfieran al candidato oficial y el externo, el enemigo del presidente, sea el ungido, como lo resolvieron hace seis años.
Públicamente Creel no romperá con Calderón. Pero esas son sólo palabras. En los pasillos de la política azul están perfectamente definidos los campos de batalla. Es tan claro que esos serán los términos de la batalla por la nominación, que Creel ha venido reclutando operadores políticos cuya motivación no es económica –ninguno de ellos cobra-, sino existencial. "Todo es para derrotar a Calderón", confió una de las nuevas adquisiciones al equipo del exsenador.
Creel sabe que la lucha es muy difícil porque no contendrá contra un par, sino contra el presidente. Hace seis años, cuando perdió la candidatura con Calderón, logró el 33% de apoyo en el PAN. Sus adversarios en el entorno de Los Pinos afirman que en la actualidad su peso real en el partido no llega ni al 50% de esa cifra. Las condiciones entre una y otra elección son totalmente diferentes. En 2005 Creel pensaba que la contienda por la nominación será una cuestión de trámite. Hoy entiende que es una guerra sin cuartel, posiblemente más difícil tácticamente, por lo trampera y la falta de recursos, de lo que sería la elección presidencial.
Comentarios