- Izquierda confusa
- Derecha pasmada
- PRI neogordillista
Julio Hernández López / Astillero
La izquierda pelea y la derecha trama mientras el PRI se pasea triunfador en el paraíso del neomapachismo preelectoral reivindicado entre despensas y abstinencia.
Los Chuchos y sus aliados encuentran el mejor de los momentos para reanudar la redituable labor de zapa contra un López Obrador que tampoco parece estar dispuesto a buscar variantes discursivas o propositivas: vamos a ganarle en 2012 a la mafia del poder, insiste voluntariosamente en entrevista radiofónica con José Cárdenas en Radiofórmula, sin entrar al análisis de fondo de lo que sucedió en cuatro estados, rehuyendo la confrontación directa de las acusaciones de corresponsabilidad en la derrota que le lanzan el presidente del sol azteca en el Estado de México y Guadalupe Acosta Naranjo, explicando apenas que lo del pasado domingo es "parte del proceso que tenemos que ir librando y enfrentando", y que luchar contra poderosos intereses políticos y económicos es muy duro. Por lo pronto, este miércoles el tabasqueño reanuda desde Macuspana sus giras por el país, las que mantendrá hasta principios de septiembre.
El propio Encinas no atina a elaborar una salida que vaya más allá de los lugares comunes (ciertos, aplastantemente ciertos, pero insuficientes para explicar lo que sucedió y para plantear proyectos viables de reparación y reposición). Anuncia una gira más por el Estado de México (sin darse cuenta, o sin querer darse cuenta de que se necesita más que la reanudación del peregrinar por las plazas) y dice que presentará recursos en contra de las operaciones fraudulentas cometidas en esa entidad, más por aparentar que algo hace que por creer que se puede revertir la imposición copetona. Pero nada más. Pareciera que no hay más. Acaso simplemente lo mismo: las rutinas que desembocan en los resultados previsibles.
En la sombra, por lo pronto, el marcelismo-camachismo aguarda su hora: si logra desacreditar el recurso de las plazas, las giras, las consignas y el "radicalismo" de López Obrador podrá colocarse el jefe del gobierno capitalino como opción inmejorablemente vista por quienes hoy buscan "estabilizar" o "normalizar" el ring para la pelea del año entrante (una nueva forma de alianzas): Ebrard, Peña Nieto y algún panista soso de los que desde el gabinete felipista pretenden despuntar, o la señora Margarita que se ilusiona con activados medidores de opinión pública, serían partícipes insospechables de un buen arreglo final, ejemplos prefabricados de "respeto" riguroso a los resultados electorales que hubiere.
Del lado panista tampoco parece haber rapidez y olfato políticos para remontar la aplastante derrota injusta (en busca de demostrar que Gustavo Madero no está débil, se reunió con premura una comisión política para respaldarlo, como si apuntalar no fuera reconocimiento de que algo no se puede sostener por sí mismo). Felipe salta a la escena con su anuncio de que ahora sí, a finales de su malhadado sexenio habrá de quitar el cobro de la tenencia automovilística (háganse los descuentos por ese rubro en las vacas de mi compadre, diría el posdatado Calderón), pero que serán los gobernadores quienes decidan si se quedan sin esas partidas presupuestales o crean estatalmente las propias (la banderita electorera de inmediato es tomada por el nene Cordero).
No parece asomar a las pantallas computacionales de los geniecillos de Los Pinos mejor idea que acelerar la consolidación de ese candidato oficial mediante la declinación de los demás secretarios del gabinete que también son aspirantes. Siempre dispuesto a esas maniobras, Javier Lozano ya está listo para dejar la Secretaría del Trabajo si le dan la coordinación de la campaña del héroe de los seis mil pesos al mes, pero Alonso Lujambio no está tan convencido de ceder su presunto capital político así como así. Y, aun cuando todo el gabinete cerrara filas en torno al hacendoso Ernesto, falta que se alineen Santiago Creel y Chepina Vazquez Mota, quienes parecen estar en plena disposición de no darle gusto tan fácilmente al desesperado pinolero que de un plumazo dominguero fue despojado de las apariencias de poder para trasladarlas a Toluca.
Pasos en falso frente al Uno-dos: apenas el domingo fue la exhibición desmedida del poder toluquense pervertidor de lo electoral, consolidando decepciones cívicas, y ya ayer fue el anuncio de que el peñanietismo buscará hacer arreglos electorales con la empresaria sindical Elba Esther Gordillo. Perded toda esperanza, es el dantesco mensaje central de la divina tragicomedia de tres colores: imponer la percepción generalizada de que no hay salvación posible, que el retorno del PRI al poder federal es inevitable, fatal, casi curador y agradecible.
La "carta de intención" es tan tramposa como los contratantes esperan que lo sea la boyante firma caciquil. El triunfo de Eruviel Ávila se fincó en buena parte en la operación electoral de brigadas gordillistas comandadas por la hija de la jefa, Mónica Arriola, quien acaba de ser acomodada como virtual presidenta del Panal aunque, para guardar las formas, oficialmente tan sólo es la secretaria general, mientras que un despistado dependiente de Elba Esther fue traído de una larga estancia en el extranjero para ocupar formalmente la presidencia del negocio familiar.
Al informar del posible retorno indirecto de la hija pródiga, Humberto Moreira emerge de la breve hibernación a que le obligaron tanto los escándalos de uno de sus ayudantes súbitamente enriquecido como las necesidades ceremoniales de dar paso escénico en Coahuila a uno de sus hermanos. Declara que ya no quiere ser luchador rudo sino político sereno: no más pleitos ni escándalos, ofrece al mismo tiempo que se declara listo para dialogar con el panista enroscado que desde Los Pinos trata de soltar algún golpe efectista que frene el galope del dinosaurio rumbo a la casa gubernamental bohemia.
Y, mientras el calderonismo reclama que el PRI pague el reconocimiento a sus "victorias" aprobando en el congreso las reformas pinoleras, ¡hasta mañana!
- Derecha pasmada
- PRI neogordillista
Julio Hernández López / Astillero
La izquierda pelea y la derecha trama mientras el PRI se pasea triunfador en el paraíso del neomapachismo preelectoral reivindicado entre despensas y abstinencia.
Los Chuchos y sus aliados encuentran el mejor de los momentos para reanudar la redituable labor de zapa contra un López Obrador que tampoco parece estar dispuesto a buscar variantes discursivas o propositivas: vamos a ganarle en 2012 a la mafia del poder, insiste voluntariosamente en entrevista radiofónica con José Cárdenas en Radiofórmula, sin entrar al análisis de fondo de lo que sucedió en cuatro estados, rehuyendo la confrontación directa de las acusaciones de corresponsabilidad en la derrota que le lanzan el presidente del sol azteca en el Estado de México y Guadalupe Acosta Naranjo, explicando apenas que lo del pasado domingo es "parte del proceso que tenemos que ir librando y enfrentando", y que luchar contra poderosos intereses políticos y económicos es muy duro. Por lo pronto, este miércoles el tabasqueño reanuda desde Macuspana sus giras por el país, las que mantendrá hasta principios de septiembre.
El propio Encinas no atina a elaborar una salida que vaya más allá de los lugares comunes (ciertos, aplastantemente ciertos, pero insuficientes para explicar lo que sucedió y para plantear proyectos viables de reparación y reposición). Anuncia una gira más por el Estado de México (sin darse cuenta, o sin querer darse cuenta de que se necesita más que la reanudación del peregrinar por las plazas) y dice que presentará recursos en contra de las operaciones fraudulentas cometidas en esa entidad, más por aparentar que algo hace que por creer que se puede revertir la imposición copetona. Pero nada más. Pareciera que no hay más. Acaso simplemente lo mismo: las rutinas que desembocan en los resultados previsibles.
En la sombra, por lo pronto, el marcelismo-camachismo aguarda su hora: si logra desacreditar el recurso de las plazas, las giras, las consignas y el "radicalismo" de López Obrador podrá colocarse el jefe del gobierno capitalino como opción inmejorablemente vista por quienes hoy buscan "estabilizar" o "normalizar" el ring para la pelea del año entrante (una nueva forma de alianzas): Ebrard, Peña Nieto y algún panista soso de los que desde el gabinete felipista pretenden despuntar, o la señora Margarita que se ilusiona con activados medidores de opinión pública, serían partícipes insospechables de un buen arreglo final, ejemplos prefabricados de "respeto" riguroso a los resultados electorales que hubiere.
Del lado panista tampoco parece haber rapidez y olfato políticos para remontar la aplastante derrota injusta (en busca de demostrar que Gustavo Madero no está débil, se reunió con premura una comisión política para respaldarlo, como si apuntalar no fuera reconocimiento de que algo no se puede sostener por sí mismo). Felipe salta a la escena con su anuncio de que ahora sí, a finales de su malhadado sexenio habrá de quitar el cobro de la tenencia automovilística (háganse los descuentos por ese rubro en las vacas de mi compadre, diría el posdatado Calderón), pero que serán los gobernadores quienes decidan si se quedan sin esas partidas presupuestales o crean estatalmente las propias (la banderita electorera de inmediato es tomada por el nene Cordero).
No parece asomar a las pantallas computacionales de los geniecillos de Los Pinos mejor idea que acelerar la consolidación de ese candidato oficial mediante la declinación de los demás secretarios del gabinete que también son aspirantes. Siempre dispuesto a esas maniobras, Javier Lozano ya está listo para dejar la Secretaría del Trabajo si le dan la coordinación de la campaña del héroe de los seis mil pesos al mes, pero Alonso Lujambio no está tan convencido de ceder su presunto capital político así como así. Y, aun cuando todo el gabinete cerrara filas en torno al hacendoso Ernesto, falta que se alineen Santiago Creel y Chepina Vazquez Mota, quienes parecen estar en plena disposición de no darle gusto tan fácilmente al desesperado pinolero que de un plumazo dominguero fue despojado de las apariencias de poder para trasladarlas a Toluca.
Pasos en falso frente al Uno-dos: apenas el domingo fue la exhibición desmedida del poder toluquense pervertidor de lo electoral, consolidando decepciones cívicas, y ya ayer fue el anuncio de que el peñanietismo buscará hacer arreglos electorales con la empresaria sindical Elba Esther Gordillo. Perded toda esperanza, es el dantesco mensaje central de la divina tragicomedia de tres colores: imponer la percepción generalizada de que no hay salvación posible, que el retorno del PRI al poder federal es inevitable, fatal, casi curador y agradecible.
La "carta de intención" es tan tramposa como los contratantes esperan que lo sea la boyante firma caciquil. El triunfo de Eruviel Ávila se fincó en buena parte en la operación electoral de brigadas gordillistas comandadas por la hija de la jefa, Mónica Arriola, quien acaba de ser acomodada como virtual presidenta del Panal aunque, para guardar las formas, oficialmente tan sólo es la secretaria general, mientras que un despistado dependiente de Elba Esther fue traído de una larga estancia en el extranjero para ocupar formalmente la presidencia del negocio familiar.
Al informar del posible retorno indirecto de la hija pródiga, Humberto Moreira emerge de la breve hibernación a que le obligaron tanto los escándalos de uno de sus ayudantes súbitamente enriquecido como las necesidades ceremoniales de dar paso escénico en Coahuila a uno de sus hermanos. Declara que ya no quiere ser luchador rudo sino político sereno: no más pleitos ni escándalos, ofrece al mismo tiempo que se declara listo para dialogar con el panista enroscado que desde Los Pinos trata de soltar algún golpe efectista que frene el galope del dinosaurio rumbo a la casa gubernamental bohemia.
Y, mientras el calderonismo reclama que el PRI pague el reconocimiento a sus "victorias" aprobando en el congreso las reformas pinoleras, ¡hasta mañana!
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