José Gil Olmos
Símbolo de la resistencia contra la invasión estadunidense, el Castillo de Chapultepec podría convertirse en un nuevo símbolo de la paz y de la transformación democrática de una ciudadanía ávida de que el gobierno modifique su estrategia contra el crimen organizado que hasta ahora ha dejado 50 mil muertes y miles de desaparecidos.
Desde el 2000, muchos mexicanos esperaban que Chapultepec fuera la sede de un pacto para la transición democrática, luego de que Vicente Fox terminara con 70 años de poder hegemónico del PRI. Era el sitio ideal para que el país arrancara una nueva etapa histórica, dejando atrás los viejos vicios de la corrupción, impunidad, compadrazgos, fraudes electorales y traiciones que imprimió el priismo a la cultura política nacional.
Pero esta ilusión nunca se concreto, el panismo decidió continuar la tradición presidencialista y llevó a Los Pinos los pactos con los viejos poderes caciquiles encarnados en Elba Esther Gordillo y los dueños de las televisoras.
Hoy el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad quiere retomar al Castillo de Chapultepec como la sede para los diálogos con el los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial y discutir con ellos las alternativas no sólo de justicia y seguridad pública, sino políticas mediante una reforma de ley que incluya los candidatos ciudadanos y las figuras de la democracia participativa: referéndum, consulta popular, revocación de mandato e iniciativas ciudadanas.
Los esfuerzos que este movimiento ciudadano ha hecho desde su incipiente nacimiento en abril pasado para empujar cambios de posición y de estrategias en el gobierno y los partidos en la guerra contra el narcotráfico, justicia a las víctimas, recomposición del tejidos social y la reforma política no pueden ser más que reconocidos a pesar de sus yerros y limitaciones.
La voluntad de los integrantes de este movimiento por hacer del Castillo de Chapultepec la sede para los diálogos de paz con justicia y dignidad tienen no sólo un sentido emblemático sino esperanzador para miles de familias que están esperando se les haga justicia por ser víctimas de esta guerra declarada por Felipe Calderón desde el inicio de su gobierno, la cual ha catapultado los enfrentamientos entre los distintos grupos del crimen organizado por controlar territorio y rutas de transporte de la droga.
Las críticas que le han hecho y le siguen haciendo a Javier Sicilia por el abrazo y el escapulario entregado a Calderón en el primer encuentro en Chapultepec, los saludos amables a Manlio Fabio Beltrones, Josefina Vázquez Mota y Francisco Blake, tienen su sentido si vemos que son usados por cada uno de ellos como muestras de su poderío y por el poeta como un gesto de no violencia, práctica que Gandhi siguió para la liberación de la India del imperio británico.
Muchos quisieran que Sicilia no fuese tan condescendiente o amable con estos personajes que son responsables de la crisis y la violencia que se ha desatado en el país cobrando la vida de 50 mil personas y provocando la desaparición de miles más. Incluso algunos reprueban que se haya sentado a dialogar con la clase política y gobernante pues es casi seguro que no variaran en sus posiciones.
Pero estas críticas pierden fuerza si tomamos en cuenta varios aspectos, el primero es que no hay hasta el momento ningún otro movimiento social, sindical o sectorial, ni tampoco otro personaje con calidad moral y ética que pueda confrontar sin cuestionamientos a Calderón y a los partidos políticos exigiéndoles un cambio. Sicilia y el movimiento de paz se han mantenido al margen de los intereses políticos o electorales que se les han acercado manteniendo el origen de víctimas del movimiento.
Tampoco existe un movimiento como el de paz que encabeza el poeta que tenga posibilidades de articular a los múltiples grupos sociales, sindicales, obreros, campesinos y de derechos humanos que de manera totalmente atomizada intentan presionar a las distintas autoridades políticas, judiciales y legislativas para que den una respuesta a la situación de emergencia nacional en la que nos encontramos y que permea la vida económica, política, social, educativa y hasta cívica del país.
Igualmente no se observa en el panorama político y social a ningún personaje o grupo social que tenga posibilidades de articular todas estas inconformidades sociales y desde su espacio de la ética confronte a la maquinaria que ya esta operando el PRI con millones de pesos manchados por la corrupción y que aceitarán el operativo mediante el cual piensa ganar Enrique Peña Nieto.
Algunos de los grupos y personajes que han criticado a Sicilia y el movimiento ciudadano por la paz por su decisión de dialogar con Calderón, los ministros, legisladores y gobernadores, ha comenzado a plantear la necesidad de apuntalar esta corriente ciudadana que podría hacerse presente en el proceso electoral del año entrante mediante el voto blanco.
Después de muchos años de inacción, la sociedad civil mexicana podría tener en este movimiento de víctimas el cauce natural que ha buscado porque así como están las cosas todos somos víctimas de la crisis a la que nos han sometido por errores en la toma de decisiones de gobierno.
Sólo habría que saltar un obstáculo, el desacuerdo permanente que hay entre las distintas organizaciones y personajes de la sociedad que quieren imponer sus agendas como si fueran las únicas valederas.
Si se llega a resolver este problema histórico el Castillo de Chapultepec podría ser el símbolo del cambio que hace una década se presentó con la derrota histórica del PRI y que el PAN hecho a perder con dos presidentes. Vicente Fox y Felipe Calderón, que pasaran a la historia como la decepción y la desilusión para transitar a la democracia.
Símbolo de la resistencia contra la invasión estadunidense, el Castillo de Chapultepec podría convertirse en un nuevo símbolo de la paz y de la transformación democrática de una ciudadanía ávida de que el gobierno modifique su estrategia contra el crimen organizado que hasta ahora ha dejado 50 mil muertes y miles de desaparecidos.
Desde el 2000, muchos mexicanos esperaban que Chapultepec fuera la sede de un pacto para la transición democrática, luego de que Vicente Fox terminara con 70 años de poder hegemónico del PRI. Era el sitio ideal para que el país arrancara una nueva etapa histórica, dejando atrás los viejos vicios de la corrupción, impunidad, compadrazgos, fraudes electorales y traiciones que imprimió el priismo a la cultura política nacional.
Pero esta ilusión nunca se concreto, el panismo decidió continuar la tradición presidencialista y llevó a Los Pinos los pactos con los viejos poderes caciquiles encarnados en Elba Esther Gordillo y los dueños de las televisoras.
Hoy el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad quiere retomar al Castillo de Chapultepec como la sede para los diálogos con el los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial y discutir con ellos las alternativas no sólo de justicia y seguridad pública, sino políticas mediante una reforma de ley que incluya los candidatos ciudadanos y las figuras de la democracia participativa: referéndum, consulta popular, revocación de mandato e iniciativas ciudadanas.
Los esfuerzos que este movimiento ciudadano ha hecho desde su incipiente nacimiento en abril pasado para empujar cambios de posición y de estrategias en el gobierno y los partidos en la guerra contra el narcotráfico, justicia a las víctimas, recomposición del tejidos social y la reforma política no pueden ser más que reconocidos a pesar de sus yerros y limitaciones.
La voluntad de los integrantes de este movimiento por hacer del Castillo de Chapultepec la sede para los diálogos de paz con justicia y dignidad tienen no sólo un sentido emblemático sino esperanzador para miles de familias que están esperando se les haga justicia por ser víctimas de esta guerra declarada por Felipe Calderón desde el inicio de su gobierno, la cual ha catapultado los enfrentamientos entre los distintos grupos del crimen organizado por controlar territorio y rutas de transporte de la droga.
Las críticas que le han hecho y le siguen haciendo a Javier Sicilia por el abrazo y el escapulario entregado a Calderón en el primer encuentro en Chapultepec, los saludos amables a Manlio Fabio Beltrones, Josefina Vázquez Mota y Francisco Blake, tienen su sentido si vemos que son usados por cada uno de ellos como muestras de su poderío y por el poeta como un gesto de no violencia, práctica que Gandhi siguió para la liberación de la India del imperio británico.
Muchos quisieran que Sicilia no fuese tan condescendiente o amable con estos personajes que son responsables de la crisis y la violencia que se ha desatado en el país cobrando la vida de 50 mil personas y provocando la desaparición de miles más. Incluso algunos reprueban que se haya sentado a dialogar con la clase política y gobernante pues es casi seguro que no variaran en sus posiciones.
Pero estas críticas pierden fuerza si tomamos en cuenta varios aspectos, el primero es que no hay hasta el momento ningún otro movimiento social, sindical o sectorial, ni tampoco otro personaje con calidad moral y ética que pueda confrontar sin cuestionamientos a Calderón y a los partidos políticos exigiéndoles un cambio. Sicilia y el movimiento de paz se han mantenido al margen de los intereses políticos o electorales que se les han acercado manteniendo el origen de víctimas del movimiento.
Tampoco existe un movimiento como el de paz que encabeza el poeta que tenga posibilidades de articular a los múltiples grupos sociales, sindicales, obreros, campesinos y de derechos humanos que de manera totalmente atomizada intentan presionar a las distintas autoridades políticas, judiciales y legislativas para que den una respuesta a la situación de emergencia nacional en la que nos encontramos y que permea la vida económica, política, social, educativa y hasta cívica del país.
Igualmente no se observa en el panorama político y social a ningún personaje o grupo social que tenga posibilidades de articular todas estas inconformidades sociales y desde su espacio de la ética confronte a la maquinaria que ya esta operando el PRI con millones de pesos manchados por la corrupción y que aceitarán el operativo mediante el cual piensa ganar Enrique Peña Nieto.
Algunos de los grupos y personajes que han criticado a Sicilia y el movimiento ciudadano por la paz por su decisión de dialogar con Calderón, los ministros, legisladores y gobernadores, ha comenzado a plantear la necesidad de apuntalar esta corriente ciudadana que podría hacerse presente en el proceso electoral del año entrante mediante el voto blanco.
Después de muchos años de inacción, la sociedad civil mexicana podría tener en este movimiento de víctimas el cauce natural que ha buscado porque así como están las cosas todos somos víctimas de la crisis a la que nos han sometido por errores en la toma de decisiones de gobierno.
Sólo habría que saltar un obstáculo, el desacuerdo permanente que hay entre las distintas organizaciones y personajes de la sociedad que quieren imponer sus agendas como si fueran las únicas valederas.
Si se llega a resolver este problema histórico el Castillo de Chapultepec podría ser el símbolo del cambio que hace una década se presentó con la derrota histórica del PRI y que el PAN hecho a perder con dos presidentes. Vicente Fox y Felipe Calderón, que pasaran a la historia como la decepción y la desilusión para transitar a la democracia.
Comentarios