El amanecer del 2012

Jorge Fernández Menéndez

Lo único sorpresivo de los comicios del domingo pasado fue lo abrumadora que resultó la victoria del PRI en el Estado de México, por lo menos 10 puntos por encima de lo que estimaban los analistas. Los resultados del domingo dejan en inmejorable posición al PRI para el 2012, dejan a Enrique Peña Nieto como un candidato posicionado en una situación de privilegio y confirman tanto la fragilidad del perredismo como la falta de visión del PAN.

Para el PRI lo que viene es una tarea de administración de tiempos y espacios. Por supuesto que en el futuro tendrá que confrontarse con sus adversarios, pero si alguna lección le dejaron estos comicios es que obtiene mucho más cuando se dedica a salir de ese combate que le proponen el PRD y el PAN. Uno de los méritos que tuvo esta campaña del tricolor fue que se logró distanciar de los embates opositores, no entró en el intercambio de acusaciones y se dedicó a trabajar sobre sus propuestas y electores. Tiene ahora la oportunidad de hacer lo mismo a nivel nacional: posicionar un discurso, una propuesta globalizadora porque ya tiene candidato. Lo holgado del triunfo le da a Peña Nieto y al PRI la oportunidad de comenzar a mostrar sus propuestas, de mostrar no sólo para que quiere el poder, sino cómo lo utilizará ahora que la percepción es que lo tiene al alcance de la mano.

Cuando Peña decidió por Eruviel Avila en el Estado de México, por Roberto Sandoval en Nayarit, por Humberto Moreira para el PRI y por su hermano Rubén para Coahuila, cuando, entre otros, se posicionaron Miguel Osorio Chong y Luis Videgaray en la operación cotidiana mexiquense, dijimos que Peña estaba construyendo una nueva clase política y ese era uno de sus principales aciertos.

El PAN y el PRD fueron derrotados por un PRI que tuvo mejores candidatos, mejores propuestas y mejor estrategia, pero también están demostrando su confusión y debilidad, por eso se ampliaron tanto los márgenes de la derrota. En el estado de México, Bravo Mena obtuvo los mismos votos que hace 18 años, cuando ni remotamente el panismo pensaba gobernar el país. Encinas estuvo por debajo de la votación perredista del sexenio pasado en el estado, y 10 puntos por debajo de lo que esperaba el PRD.

En el caso del PAN, el Estado de México y Bravo Mena confirman que no se pueden inventar candidatos, que éstos deben ser por naturaleza competitivos, que la cercanía con el poder no garantiza nada y que ya no pueden seguir improvisando. Y eso se tiene que reflejar en la búsqueda de su candidato presidencial: repetir la experiencia Bravo Mena a nivel federal es la mejor garantía para que el panismo termine en el 2012 en un lejano tercer lugar. Tienen que revisar la estructura de partido, tienen que buscar personalidades realmente competitivas y tienen que dejar de pensar que por ósmosis se generan candidatos. El panismo, comenzando por el propio presidente Calderón, deben trabajar ya para establecer una estrategia competitiva, con un máximo de dos precandidatos (donde la inclusión de Josefina Vázquez Mota entre ellos tendría que ser prácticamente obligatoria para mostrar una alternativa) trabajando ya para la elección presidencial. Seguir esperando es suicida para el panismo. Que todavía le queda vida lo demostraron, a pesar del desastre mexiquense, la relativamente buena elección en Coahuila y lo que pudieron haber logrado en Nayarit. Pero no ganarán nada con un discurso antipriísta anacrónico: en esta elección, como en el 2009, los jóvenes, los que no vivieron bajo gobiernos del tricolor, votaron en forma masiva por el PRI. Les interesa el pasado inmediato, no la historia.

Estas elecciones fueron, por el contrario, una tragedia para el PRD y una buena noticia para López Obrador. Fue Andrés Manuel el que impuso a Alejandro Encinas, que ha demostrado una y otra vez que electoralmente no funciona, el que logró romper la posibilidad de una alianza con el PAN, el que bloqueó esa misma alianza en Nayarit y el que se quedará con lo que haya construido Encinas en el estado, al mismo tiempo que dejaba al perredismo nuevamente en el lenguaje radical que tanto le gusta a sus militantes duros y que tanto aleja a la ciudadanía del partido. López Obrador será, sin duda, candidato en el 2012, con o sin el PRD. Marcelo Ebrard, que sería una mejor opción, aparece, paradójicamente, como el derrotado por Peña en la batalla del área metropolitana de la ciudad, y su destino estará marcado por la intransigencia de Andrés Manuel. Pero el tema va más allá: el PRD no puede ganar una elección federal si tiene poco más de 20% de votos en el Estado de México, si en Nayarit apenas si alcanza el 10 por ciento, si en Coahuila sólo tiene un uno por ciento. López Obrador va a ser el candidato repitiendo la estrategia del 2006. Pero han pasado seis años y la alternativa política pasa hoy muy lejos del tabasqueño.

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