Creel: Caballo de Troya

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

La tarde del tres de julio último, el cuarto de guerra de Los Pinos se transformó en el muro de los lamentos. Conscientes de su responsabilidad, Felipe Calderón y su equipo no culparon a nadie sino a ellos mismos, agarraron el toro por los cuernos, modificaron la estrategia para mantener al PAN en la presidencia de la República, conscientes de que para hacerlo tienen que imponer sus tiempos políticos, los tiempos del presidente, cerrar el espacio a los partidos, para hacerlos caer en violaciones legales, carencia de recursos y, lo peor en el quehacer político, tomar decisiones con prisa, sin pausa.

Es posible que el 'destape' de Elba Esther obedezca a una estrategia diseñada por Felipe Calderón y sus asesores, porque a pesar de que el presidente se deslinde, asevere que no le entregó una patente de corso a la maestra milagrosa, en los hechos consumados así fue, pues de otra manera ya debieran estar, sus jenízaros legales, dedicados a estudiar las formas judiciales y el fondo político para convertirla, a Elba Esther, en un peldaño en lugar de hacerla una pesada lápida para su proyecto transexenal.

Lo que además de posible, a la vuelta de los días, semanas o meses será probable, es el papel asignado a Santiago Creel en esta sucesión, porque al desmarcarse fomenta o propicia que los impacientes de la oposición lo hagan, como de hecho ya lo hicieron al constituir ese engendro promocional bautizado como Expresión Política Nacional.

Al tener un jugador adelantado, los jugadores de los equipos contrarios deberán moverse y modificar su estrategia para anotar, lo que permitirá a Felipe Calderón Hinojosa seguir funcionando como líder del PAN en lugar de como presidente de la República, y así conducirse durante todo el tiempo preelectoral, sin riesgo de ser sancionado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que, ya lo escuchamos, sólo puede hacer público que violó la Constitución, pero no puede sancionarlo.

En política, la paciencia es una virtud que únicamente pueden practicar con libertad quienes formal o efectivamente detentan el poder, porque los demás suelen moverse en la incertidumbre, siempre atentos al palmetazo de la prensa, o a la estupidez de los subordinados. Es en este contexto que hay que entender la renuncia de Santiago Creel a su cargo de senador, cuando supuestamente todavía no sabe cómo se jugarán las piezas, pero “confiado” aspira al beneplácito presidencial.

Con ello quieren que Marcelo renuncie, Manlio Fabio Beltrones se eche para atrás, con el propósito de cercar a Enrique Peña Nieto, de quien, me cuentan, hay expedientes dispuestos para escalar o desescalar en las actitudes intimidatorias. Consideran, en el cuarto de guerra, que es una jugada de diseño, pero no cuentan con el parecer de la sociedad y el crédito o descrédito que en ella tiene Santiago Creel, ex secretario de Gobernación, responsable de la entrega de los permisos de las casas de juego, conductor de los amarres entre el SNTE y Vicente Fox Quesada, porque a él correspondieron como secretario de ese despacho que está en el Palacio de Covián.

Dejemos atrás la insensibilidad, al dar la espalda al reconocimiento de su hija, pero no olvidemos que con esa actitud señala carácter y determinación, y alguien que aspira a administrar al Estado, a todo el Estado mexicano, debe enfrentar sus responsabilidades.

Mientras Felipe Calderón Hinojosa mueve sus alfiles en respuesta al considerable aplastamiento electoral -por ello decide intentar imponer sus tiempos-, en el equipo del gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto, parecen apresurarse por inseguridad -a pesar del aparente tardío deslinde-, como señalé ayer, pues si bien debió disfrutar ampliamente de ese 40 por ciento por sobre el segundo lugar, prefirió dar un paso adelante sin considerar que así se somete a los tiempos políticos del presidente de la República, lo que no es en su beneficio.

Mi Demonio de Sócrates, inclemente como es, atenaza la conciencia y dicta, impone una reflexión que, según él, deben meditar tanto Calderón, como Peña Nieto y Creel: “Lo peor que hay en el mundo es el adulador. Podemos estar seguros de que, a la primera oportunidad, nos asestará un golpe, se vengará de haberse rebajado ante nosotros. Y como se rebaja ante todo el mundo.

“Los aduladores son traidores, sin excepción. Siempre los he despreciado, pero no he desconfiado lo suficiente de ellos.

“Para desgracia nuestra, soportamos mejor a un cumplimentero que a alguien que nos dice cosas verdaderas y, por tanto, desagradables sobre nosotros. Así, somos nosotros mismos los que favorecemos, los que alentamos a nuestros peores enemigos”.

Es cierto, sólo es necesario releer y recordar la historia. Menelao no hubiese descuidado su presencia como monarca, de no ser por los halagos de París, que lo hacen dormitar en su vigilia, mientras seduce a Helena para llevarla a Troya.

Este asunto de la paciencia como virtud en los políticos, me lleva a otra referencia de mi Demonio de Sócrates: “El hombre es libre en la medida en que puede no actuar enseguida. Sólo el fallo de sus reflejos garantiza la libertad. Es lo que le concede el margen para reflexionar, sopesar, elegir. Crea un intervalo, un vacío entre sus actos. Ese vacío es el espacio y la condición de la libertad. El hombre es hombre por sus insuficiencias. Si no hubiera cierto desequilibrio en sus reacciones fundamentales, sería un simple autómata”.

Algunos de los aspirantes a suceder a Felipe Calderón parecen andar a la carrera, como él. Hay un ritmo, no lo pierdan, porque si lo hacen y además logran sentarse en la silla del águila, todo irá para peor.

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