Cordero, el voto contra la cartera

Jorge Zepeda Patterson

La cúpula del PAN, incluyendo al presidente Felipe Calderón, se pasó este fin de semana repasando su estrategia de cara a las elecciones del 2012. Les mostraron desoladoras encuestas de intención de voto que los exhiben muy rezagados frente al PRI. Revisaron errores en las últimas candidaturas en comicios fracasados (Edomex, principalmente). Pero poco se habló de la economía de los hogares, verdadero motivo del desencanto de muchos mexicanos con el PAN. Y es que hablar de eso al interior del partido equivale a desechar, de una vez por todas, la candidatura de Ernesto Cordero, secretario de Hacienda. Algo que, al parecer, Calderón no está (todavía) dispuesto a hacer.

El viernes pasado el INEGI reveló la esperada encuesta de ingreso y gasto en los hogares y dio las claves para entender que es en el bolsillo donde se origina el descontento de muchos mexicanos. Desde luego la inseguridad pública alimenta la desazón de los ciudadanos; tampoco ayuda el escaso respeto que inspira el gabinete o la reputación destruida de una supuesta honestidad de los panistas. Y está muy difundida la noción de la falta de oficio de las huestes de Fox y de Calderón, y la sensación de que por lo menos los de antes sí sabían gobernar. Pero todas estas percepciones crecen y se convierten en realidades concretas debido a lo que ahora demuestra de manera palpable el INEGI: vivimos peor que antes.

El ingreso de los hogares cayó 12.0 por ciento en los últimos dos años. Pero el ingreso monetario, literalmente el bolsillo, disminuyó todavía más: 13.8 por ciento. En otras palabras, si a alguien le alcanzaba "el chivo" para llegar justo a final de mes en 2008, ahora se le termina cuatro días antes.

Y lo que ha hecho la población es exactamente lo mismo que hace cualquier persona cuando su cartera queda vacía cuatro días antes de la quincena: dejar de consumir o pedir prestado. Las estadísticas muestran que eso es justamente lo que está sucediendo.

En estos dos años los hogares redujeron su gasto casi 4 por ciento. Sacrificaron en temas de salud y educación, lo cual significa que la estrategia de sobrevivencia en cada crisis se concentra en hipotecar el futuro. Los sectores más pobres castigaron incluso su alimentación. Un tercio de la población simple y llanamente no consume frutas de manera regular. Lo cual convierte a las leyendas de "come frutas y verduras" en un exhorto cruel, a menos que vayan acompañados de un cupón por una manzana. Ciertamente la ingesta de comida chatarra y refrescos se originan en los malos hábitos, pero también parten de una decisión práctica: es la forma más inmediata de apaciguar el hambre.

Las familias mexicanas se están endeudando. Si su ingreso cayó 13.8 por ciento y su gasto apenas 3.8, eso significa que la gente se está comiendo los ahorros que tenía o recurriendo a préstamos de cualquier índole (basta ver el florecimiento de casas de empeño y prestamistas en todo México).

Sería injusto cargarle la responsabilidad de esta regresión en la economía popular al gobierno de Calderón. La crisis de 2009 fue de alcances internacionales. Y ciertamente el país ha comenzado ha crecer de manera moderada en 2010 y 2011. Las variables macroeconómicas están mejorando, pero no así la economía de los hogares. O no con la velocidad suficiente para que impacte favorablemente en las elecciones del próximo año.

La economía está mejor, pero los mexicanos, no. Hay más empleo, aunque peor pagado. Somos un país de renta media, pero la gente se endeuda más. El salario mínimo sí creció, pero cada vez se puede gastar menos. En el discurso de Cordero todos estamos mejor. Pero la alacena dice lo contrario.

Los panistas aseguran que hace seis años su candidato resultó ganador pese a que también estaba rezagado con respecto a López Obrador. Pero hace seis años el PAN superaba al PRD y al PRI en intención de voto (cuando se omitían nombres de candidatos). Ahora no. El votante no quiere a los candidatos panistas, pero tampoco al PAN.

En ese contexto, la candidatura de Ernesto Cordero parecería ser la más desafortunada. Si las razones de fondo para el desencanto tienen que ver con la crisis en la economía familiar, convertir al secretario de Hacienda en el candidato que pida el voto de los ciudadanos no parece una idea muy inteligente.

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