Aprovechar la ocasión

Antonio Navalón

Diez días fuera del país tanto en España como en Israel, hablando y oyendo de México, respondiendo preguntas sobre México y pensando en México, dan para mucho.

El domingo 3 de julio no sólo sucedieron las elecciones que todos nos empeñamos serían trascendentales y decisivas —que seguramente lo serán—, sino que, sin que nadie se lo propusiera, de súbito, comenzó a cambiar el discurso sobre México que en los últimos cuatro años y medio había estado siempre teñido de sangre y con la violencia como el gran asunto, para hablar de qué puede suceder en las elecciones de 2012.

Que la democracia sea noticia es bueno para México. Estoy de acuerdo con Calderón, que insistir sobre el monotema de la violencia perjudica a la nación, por ello es positivo simplemente abrir la espita de un cambio y comprobar que pese a todos los miles de muertos, de tiros, de sicarios, pese a todo lo que ha pasado somos un pueblo con esperanzas, posibilidades de arreglo y que además sale a votar. Esto genera inmediatamente un mejor ambiente en el que ya se habla de otra cosa que no es el parte habitual de esta guerra-no guerra.

Para todo presidente su último año es peligroso, en algún momento lo definí como el año de la testosterona. En el caso de Calderón debe resultar enormemente aleccionador por dos cosas: primero, porque el resultado de su guerra-no guerra él no lo verá al menos en el tiempo de su mandato y, segundo, porque si esto es así él debe tomar la decisión de no convertir el país en tierra quemada.

Pese a Monterrey, Chalco y Torreón, por hablar de la última crónica roja, el país es mucho más que eso. Ojalá que, ahora sí, la Policía Federal consiga detener a La Tuta en Michoacán. Se trata de que el costo de la sangre y la convicción de lo que hay que hacer tenga el límite de la ley y de la democracia y en consecuencia no se apueste todo en la fusión de la sangre y la misión histórica a tener la tentación de hacer tierra quemada.

Ahora, el mundo espera que nosotros también participemos en ese reajuste general que se está produciendo y en la reconfiguración de lo que antes conocíamos como los países del BRIC. Desde el exterior se considera que México puede jugar un gran papel en esa reorganización conjuntamente con Brasil; para eso es necesario que, como los brasileños, los mexicanos sepamos que aunque tenemos muchos problemas de violencia y de desigualdad social sí podemos ser líderes en la recuperación mundial con un presente esperanzador y un futuro que cambiará la estructura social del país si lo sabemos aprovechar.

No es ser optimista nada más porque sí, es que hay datos para serlo. Ya no podemos confundir el árbol de un sexenio con el bosque de la historia de nuestra democracia.

Mientras tanto, con un Carstens que ya se podrá dedicar a ser gobernador del Banco de México —al menos mientras no surge otra candidatura— y una economía que va a tener que sobrevivir al tercer secretario de Hacienda del sexenio, habrá que esperar la definición de los procesos políticos para saber cuál es el balance en todo orden, no solamente el sanguinario, sino el político y democrático que empezó hace tanto tiempo y que acabará en julio de 2012.

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