Antonio Navalón
Por fin buenas noticias: México es campeón, y por una vez una fotografía no es sólo frustración e incapacidad. La foto de Sicilia y Calderón intercambiando collares, rosarios y dolor es algo que hemos tildado positivo.
Si usted paga impuestos, es tan Estado como yo, como el dolor del poeta Sicilia, como Calderón —empleado temporal en el primer puesto del país, hasta diciembre de 2012. Todos somos el Estado.
La imagen capturada en el Castillo de Chapultepec es mucho más que una imagen política y una terapia colectiva. Se han escrito ríos de tinta sobre el encuentro, sin embargo, en este amargo y despiadado siglo 21 quienes de verdad importan ya no son ni quiénes escribimos, ni los dueños de los medios; quienes más valen son ustedes y lo que piensan.
Javier Sicilia tiene razón: no podemos pedirle al “Chapo” que nos reciba investido de poderes presidenciales y de igual a igual. Porque el Estado, los buenos, a quienes pagamos nuestros impuestos son a éstos; los otros nos cobran con sangre, terror, y además les combatimos. Lo lógico es que, por poco eficientes que sean nuestros gobernantes, nos dirijamos a ellos por ser representantes legalmente establecidos.
Aprecio la cara de dolor de la primera dama como si se estuviera enterando “por primera vez” de cuánto dolor hay en su pueblo, o el abrazo de nuestro Presidente a las lágrimas de una madre cuyos hijos fueron desaparecidos a manos del Ejército —que él comanda. Pero ellos, los defensores de la legalidad, deben ser conscientes de que más allá de lo que sientan, como lo dijo Sicilia, no sólo basta con que tengan buenas intenciones o hasta la razón —la humana y la divina—, además les pagamos para que lo hagan bien, para que nuestros hijos no sigan muriendo o desapareciendo.
El Presidente siempre da una imagen de soledad. Él solo declara la guerra, abraza el dolor que la provoca, y da o no esperanza de que escucha. Esto me lleva a hacer la siguiente pregunta: ¿tendrá Calderón secretario de Gobernación?, ¿será que tiene el despacho en Bucareli, pero lo único que desgobierna es el estado de Baja California?
Pues la otra imagen —hasta el lejano 2 de julio de 2012— es la fotografía de Jorge Hank Rhon con 80 medios de comunicación practicando, como en Chapultepec, el diálogo y el perdón universal.
Ya que yo también perdoné a todo el mundo, como ciudadano exijo saber: ¿y tú dónde estabas, Blake? ¿Es cierto que la detención de Hank Rhon a espaldas del comandante en jefe y por lo tanto del secretario de la Defensa, como informó el doctor Poiré, se hizo sin conocimiento del Gobierno? ¿Esa parte del Gobierno incluye al secretario de Gobernación y a la autoridad militar local, o sólo fue una vendetta, dado que se pronosticaba una posible victoria de Hank con la sombra detrás de Blake? ¿Y tú, Blake, dónde estabas en ese momento? ¿Supiste o no?
Si uno ve los acontecimientos y cree en nuestras autoridades; si el comandante en jefe no sabía nada y el general secretario tampoco, ¿quién lo sabía?, ¿el general de la zona?, ¿Blake?, ¿algún senador priísta que en la guerra por controlar Baja California hizo y permitió la detención de Hank? ¿Fue un ajuste de poder interno? ¿Y después le pedimos a la DEA que lo arregle? ¿Y tú, dónde estabas, Blake?
Por fin buenas noticias: México es campeón, y por una vez una fotografía no es sólo frustración e incapacidad. La foto de Sicilia y Calderón intercambiando collares, rosarios y dolor es algo que hemos tildado positivo.
Si usted paga impuestos, es tan Estado como yo, como el dolor del poeta Sicilia, como Calderón —empleado temporal en el primer puesto del país, hasta diciembre de 2012. Todos somos el Estado.
La imagen capturada en el Castillo de Chapultepec es mucho más que una imagen política y una terapia colectiva. Se han escrito ríos de tinta sobre el encuentro, sin embargo, en este amargo y despiadado siglo 21 quienes de verdad importan ya no son ni quiénes escribimos, ni los dueños de los medios; quienes más valen son ustedes y lo que piensan.
Javier Sicilia tiene razón: no podemos pedirle al “Chapo” que nos reciba investido de poderes presidenciales y de igual a igual. Porque el Estado, los buenos, a quienes pagamos nuestros impuestos son a éstos; los otros nos cobran con sangre, terror, y además les combatimos. Lo lógico es que, por poco eficientes que sean nuestros gobernantes, nos dirijamos a ellos por ser representantes legalmente establecidos.
Aprecio la cara de dolor de la primera dama como si se estuviera enterando “por primera vez” de cuánto dolor hay en su pueblo, o el abrazo de nuestro Presidente a las lágrimas de una madre cuyos hijos fueron desaparecidos a manos del Ejército —que él comanda. Pero ellos, los defensores de la legalidad, deben ser conscientes de que más allá de lo que sientan, como lo dijo Sicilia, no sólo basta con que tengan buenas intenciones o hasta la razón —la humana y la divina—, además les pagamos para que lo hagan bien, para que nuestros hijos no sigan muriendo o desapareciendo.
El Presidente siempre da una imagen de soledad. Él solo declara la guerra, abraza el dolor que la provoca, y da o no esperanza de que escucha. Esto me lleva a hacer la siguiente pregunta: ¿tendrá Calderón secretario de Gobernación?, ¿será que tiene el despacho en Bucareli, pero lo único que desgobierna es el estado de Baja California?
Pues la otra imagen —hasta el lejano 2 de julio de 2012— es la fotografía de Jorge Hank Rhon con 80 medios de comunicación practicando, como en Chapultepec, el diálogo y el perdón universal.
Ya que yo también perdoné a todo el mundo, como ciudadano exijo saber: ¿y tú dónde estabas, Blake? ¿Es cierto que la detención de Hank Rhon a espaldas del comandante en jefe y por lo tanto del secretario de la Defensa, como informó el doctor Poiré, se hizo sin conocimiento del Gobierno? ¿Esa parte del Gobierno incluye al secretario de Gobernación y a la autoridad militar local, o sólo fue una vendetta, dado que se pronosticaba una posible victoria de Hank con la sombra detrás de Blake? ¿Y tú, Blake, dónde estabas en ese momento? ¿Supiste o no?
Si uno ve los acontecimientos y cree en nuestras autoridades; si el comandante en jefe no sabía nada y el general secretario tampoco, ¿quién lo sabía?, ¿el general de la zona?, ¿Blake?, ¿algún senador priísta que en la guerra por controlar Baja California hizo y permitió la detención de Hank? ¿Fue un ajuste de poder interno? ¿Y después le pedimos a la DEA que lo arregle? ¿Y tú, dónde estabas, Blake?
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