Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
Es un profesional de tiempo completo en política electoral, y quien aún lo subestime y lo analice a la ligera, comete un profundo error. ¿O a alguien le quedan dudas sobre la estrategia del presidente Felipe Calderón para mantener al PAN en el poder? En cuatro líneas generales, sólo cuatro líneas generales, puso al PRI de cabeza al recordar que “durante muchas décadas, ese solo partido controlaba a todo”, y lo volvió a descontrolar.
Calderón dijo en la ceremonia de graduación en la Universidad de Stanford, sede del Instituto Hoover, el tanque de pensamiento conservador más prestigiado de Estados Unidos -donde están asociados los ex cancilleres Condoleezza Rice y George Shultz–, que durante el régimen priista ese partido controlaba “lo que se le permitía decir a los medios, lo que debían enseñar en las escuelas, qué conciertos de rock se permitían, todo. Cuando los estudiantes, como ustedes, protestaban, eran masacrados. Muchos oponentes del régimen simplemente fueron desaparecidos”.
¿Se le borró la memoria al PRI? Sí había control sobre la prensa (aunque algunos medios se liberaron desde los 70s y 80s), sí se controlaban corrientes culturales (los conciertos de grupos extranjeros llegaron en forma hasta los 90s). Durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz se asesinó estudiantes, y durante el de Luis Echeverría a universitarios y guerrilleros. El ex presidente Carlos Salinas y el Grupo Nexos intentaron reescribir la historia, pero el sindicato magisterial (encabezado ya por la maestra Elba Esther Gordillo, aliada de Calderón), se opuso al revisionismo. Su problema no debería de ser el pasado, sino el presente, pero no logra desvincularse.
El Presidente no dijo mentiras, pero manipuló la verdad. Pero sobretodo, la enmarcó en la línea discursiva que ha mantenido a lo largo del sexenio y que se ha intensificado en los últimos meses para fortalecer los términos en los que desea la próxima elección: un plebiscito sobre si el PRI debe o no regresar a Los Pinos. El discurso político-electoral del Presidente no viaja solo. En México cuenta con la ayuda de medios y la judicialización de la política; en Estados Unidos, con la convicción ideológica en el gobierno de Barack Obama de que el regreso del PRI al poder, sería un retorno al pasado.
A nivel doméstico, la investigación de El Norte, madre de Reforma, que reveló enriquecimiento de Vicente Chaires, ex secretario de Administración del PRI y cercano al líder nacional, Humberto Moreira, fue acompañada por una denuncia en la PGR interpuesta por el senador Federico Döring, delegado del partido en Coahuila durante el proceso electoral, para darle forma legal a la querella política.
La acción contra Chaires –“testaferro de Moreira”, lo llama Döring-, se concatena con la detención del priísta, ex alcalde de Tijuana, Jorge Hank Rhon, quien tres ser liberado de los cargos federales por lo que lo arrestaron hace dos semanas, fue vuelto a detener para declarar sobre dos armas presuntamente encontradas en su domicilio que supuestamente fueron utilizadas en dos crímenes, en 2009 y 2010, y para acusarlo de ser autor intelectual de otro asesinato.
La suma de eventos en 72 horas parece una embestida clara contra el PRI, pero no están sistémicamente vinculados. La publicación del expediente Chaires está relacionada a un viejo diferendo entre los propietarios del Grupo Reforma y Moreira, cuando era gobernador de Coahuila, de acuerdo con personas cercanas al líder priísta. Según esta versión, en ese grupo le adjudican a Moreira el fracaso financiero de su periódico en Saltillo, Palabra, y sugieren que no se podría ver este caso en su contexto si no se toma en cuenta ese precedente.
El caso de Hank Rhon tiene similitudes analíticas que permiten asegurar que desde el punto de vista federal, fue un fracaso la acción del gobierno, donde la PGR no pudo armar el caso en su contra, con lo cual quedó exhibida no sólo la dependencia, sino el Ejército, que realizó el arresto en un operativo que dejó muchas dudas sobre su legalidad. El costo político se lo llevan el Presidente, la procuradora Marisela Morales y el secretario de la Defensa, general Guillermo Galván, junto con los grupos de interés afines que no esperaron a que terminara el proceso para tratar de influir en el proceso electoral en el estado de México, y en particular al gobernador Enrique Peña Nieto.
En ambos casos, sin embargo, la lectura dentro del PRI es vista en forma secuencial y como un ataque en contra del partido, en el contexto de la sucesión presidencial. El discurso en Stanford envolverá las denuncias políticas que se vienen contra el Presidente, sin comprender todavía en el PRI que entre más ruido hagan de sus discursos antipriístas, más recordación tendrán estos temas entre el electorado.
Los priístas, a ningún nivel, han podido articular un discurso que sea de defensa, a la vez de ofensivo. Tampoco han descifrado que la palabra de Calderón, repetida por emisarios de Los Pinos en círculos políticos, empresariales, académicos y periodísticos en Estados Unidos en el último año, van en línea con la percepción que existe en algunos sectores del gobierno de esa nación con respecto al PRI.
La mejor demostración de esa idea la expresó hace algunas semanas la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien cuando opinó sobre la posibilidad de que el PRI regresara a Los Pinos, afirmó antes sus compañeros de mesa: “Over my dead body“. Es decir, “sobre su cadáver”, la misma frase, no verbatim sino en espíritu, que deslizó el presidente Calderón en Stanford.
Es un profesional de tiempo completo en política electoral, y quien aún lo subestime y lo analice a la ligera, comete un profundo error. ¿O a alguien le quedan dudas sobre la estrategia del presidente Felipe Calderón para mantener al PAN en el poder? En cuatro líneas generales, sólo cuatro líneas generales, puso al PRI de cabeza al recordar que “durante muchas décadas, ese solo partido controlaba a todo”, y lo volvió a descontrolar.
Calderón dijo en la ceremonia de graduación en la Universidad de Stanford, sede del Instituto Hoover, el tanque de pensamiento conservador más prestigiado de Estados Unidos -donde están asociados los ex cancilleres Condoleezza Rice y George Shultz–, que durante el régimen priista ese partido controlaba “lo que se le permitía decir a los medios, lo que debían enseñar en las escuelas, qué conciertos de rock se permitían, todo. Cuando los estudiantes, como ustedes, protestaban, eran masacrados. Muchos oponentes del régimen simplemente fueron desaparecidos”.
¿Se le borró la memoria al PRI? Sí había control sobre la prensa (aunque algunos medios se liberaron desde los 70s y 80s), sí se controlaban corrientes culturales (los conciertos de grupos extranjeros llegaron en forma hasta los 90s). Durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz se asesinó estudiantes, y durante el de Luis Echeverría a universitarios y guerrilleros. El ex presidente Carlos Salinas y el Grupo Nexos intentaron reescribir la historia, pero el sindicato magisterial (encabezado ya por la maestra Elba Esther Gordillo, aliada de Calderón), se opuso al revisionismo. Su problema no debería de ser el pasado, sino el presente, pero no logra desvincularse.
El Presidente no dijo mentiras, pero manipuló la verdad. Pero sobretodo, la enmarcó en la línea discursiva que ha mantenido a lo largo del sexenio y que se ha intensificado en los últimos meses para fortalecer los términos en los que desea la próxima elección: un plebiscito sobre si el PRI debe o no regresar a Los Pinos. El discurso político-electoral del Presidente no viaja solo. En México cuenta con la ayuda de medios y la judicialización de la política; en Estados Unidos, con la convicción ideológica en el gobierno de Barack Obama de que el regreso del PRI al poder, sería un retorno al pasado.
A nivel doméstico, la investigación de El Norte, madre de Reforma, que reveló enriquecimiento de Vicente Chaires, ex secretario de Administración del PRI y cercano al líder nacional, Humberto Moreira, fue acompañada por una denuncia en la PGR interpuesta por el senador Federico Döring, delegado del partido en Coahuila durante el proceso electoral, para darle forma legal a la querella política.
La acción contra Chaires –“testaferro de Moreira”, lo llama Döring-, se concatena con la detención del priísta, ex alcalde de Tijuana, Jorge Hank Rhon, quien tres ser liberado de los cargos federales por lo que lo arrestaron hace dos semanas, fue vuelto a detener para declarar sobre dos armas presuntamente encontradas en su domicilio que supuestamente fueron utilizadas en dos crímenes, en 2009 y 2010, y para acusarlo de ser autor intelectual de otro asesinato.
La suma de eventos en 72 horas parece una embestida clara contra el PRI, pero no están sistémicamente vinculados. La publicación del expediente Chaires está relacionada a un viejo diferendo entre los propietarios del Grupo Reforma y Moreira, cuando era gobernador de Coahuila, de acuerdo con personas cercanas al líder priísta. Según esta versión, en ese grupo le adjudican a Moreira el fracaso financiero de su periódico en Saltillo, Palabra, y sugieren que no se podría ver este caso en su contexto si no se toma en cuenta ese precedente.
El caso de Hank Rhon tiene similitudes analíticas que permiten asegurar que desde el punto de vista federal, fue un fracaso la acción del gobierno, donde la PGR no pudo armar el caso en su contra, con lo cual quedó exhibida no sólo la dependencia, sino el Ejército, que realizó el arresto en un operativo que dejó muchas dudas sobre su legalidad. El costo político se lo llevan el Presidente, la procuradora Marisela Morales y el secretario de la Defensa, general Guillermo Galván, junto con los grupos de interés afines que no esperaron a que terminara el proceso para tratar de influir en el proceso electoral en el estado de México, y en particular al gobernador Enrique Peña Nieto.
En ambos casos, sin embargo, la lectura dentro del PRI es vista en forma secuencial y como un ataque en contra del partido, en el contexto de la sucesión presidencial. El discurso en Stanford envolverá las denuncias políticas que se vienen contra el Presidente, sin comprender todavía en el PRI que entre más ruido hagan de sus discursos antipriístas, más recordación tendrán estos temas entre el electorado.
Los priístas, a ningún nivel, han podido articular un discurso que sea de defensa, a la vez de ofensivo. Tampoco han descifrado que la palabra de Calderón, repetida por emisarios de Los Pinos en círculos políticos, empresariales, académicos y periodísticos en Estados Unidos en el último año, van en línea con la percepción que existe en algunos sectores del gobierno de esa nación con respecto al PRI.
La mejor demostración de esa idea la expresó hace algunas semanas la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien cuando opinó sobre la posibilidad de que el PRI regresara a Los Pinos, afirmó antes sus compañeros de mesa: “Over my dead body“. Es decir, “sobre su cadáver”, la misma frase, no verbatim sino en espíritu, que deslizó el presidente Calderón en Stanford.
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