Orlando Delgado Selley
Tras mucho tiempo de espera, el gobierno de Alemania dio un paso que podría ser verdaderamente decisivo para superar la última etapa de la crisis económica iniciada en agosto de 2007.
En una carta al presidente del Banco Central Europeo, con fecha 6 de junio, el ministro de Hacienda alemán, Wolfgang Schäuble, propuso “involucrar a los tenedores de los bonos griegos” en el segundo paquete de rescate a Grecia. Tal involucramiento significa que los vencimientos de los bonos griegos en poder de bancos privados se prorroguen siete años.
La deuda del gobierno helénico en poder de bancos privados es de 101.1 mil millones de euros. El grueso de esa deuda la tienen los propios bancos griegos (60%), en tanto que bancos alemanes son tenedores de 19%, mientras los bancos franceses tienen 9%, los de Bélgica y Luxemburgo, 7%; los italianos, 2%; los ingleses, portugueses y austríacos, 1% cada uno, y los bancos españoles y de los países nórdicos, así como los rusos e irlandeses, se reparten el resto.
Desde el punto de vista financiero, los bancos en realidad no pierden, ya que esos bonos siguen siendo productivos debido a que generan intereses. Lo que cambia es su madurez.
Hay otros tenedores de deuda soberana griega, como el gobierno chino y la propia Unión Europea, que en sus portafolios mantienen bonos emitidos por el gobierno helénico, y no sufrirían cambio en sus tiempos de maduración, aunque probablemente se planteará que haya reducciones en la tasa de interés, que ha aumentado significativamente desde 2010.
Al arrancar ese año, los bonos griegos se colocaban en el mercado con una prima de riesgo de 230 puntos base (2.3 puntos porcentuales) sobre el bono emitido por el gobierno alemán. Cinco meses después los compradores lograron que el gobierno griego aceptara pagar 1000 puntos base como prima de riesgo.
El 10 de mayo pasado, los gobiernos de la Unión Europea aprobaron el rescate, lo que hizo que la prima de riesgo se redujera hasta los 440 puntos base. Y los gobiernos de la UE, el FMI, el Banco Central Europeo e incluso el gobierno socialista griego pensaron que las presiones de los inversionistas debían frenarse.
No fue así. A la semana siguiente hubo incrementos en el premio pagado en el mercado secundario. En este mercado, quienes compraron deuda pueden venderla, es decir hacer líquido su portafolio. La tasa a la que se opera en este mercado determina lo que tiene que pagarse en las emisiones próximas, y a fines de junio el premio llegó a 800 puntos base.
El rescate permitió que el gobierno griego pudiera cumplir con los compromisos financieros inmediatos, pero prácticamente desde el inicio no logró abaratar la deuda. Este comportamiento del mercado, es decir de los bancos que son tenedores de deuda griega, se explica porque frente a la presencia de dificultades, los inversionistas se protegen cobrando más. Este cobro excesivo quiere decir que los bancos se cobran por adelantado la posibilidad de que el gobierno deje de pagar.
Se trata de un auténtico círculo vicioso para el gobierno que emite, ya que cada vez le cuesta más pagar, lo que complica el cumplimiento de reducción del déficit acordado con los gobiernos de la Unión, pese a que se castigó duramente a la población.
Al mismo tiempo, es un círculo virtuoso para los bancos que compran esas emisiones de deuda, ya que, basados en la reducción de la calificación de esa deuda, realizada por agencias supuestamente especializadas, aumentan sus exigencias, que finalmente se satisfacen, de modo que un año después del rescate griego, esos bancos cobraban 950 puntos base de premio de riesgo.
La propuesta alemana, que se ha dicho “no representa una posición inamovible”, ha sido rechazada por el Banco Central Europeo, Francia y la mayor parte de los gobiernos del continente. Su argumento es que se trata de una reestructuración “involuntaria” y que el mercado –esa fuerza capaz de provocar atropellos brutales sobre las condiciones de vida de poblaciones enteras– castigaría las emisiones de otros gobiernos de la región e incluso de la propia Unión.
Lo que proponen es que se acuerde con los bancos cualquier prórroga en el vencimiento de los bonos griegos o, lo que es lo mismo, una reestructuración “voluntaria”.
La discusión deberá resolverse el próximo lunes 20, cuando se reunirán los ministros europeos. Todo indica que, voluntaria o involuntariamente, los acreedores privados del gobierno griego tendrán que participar en el nuevo paquete financiero para rescatar al gobierno helénico. La participación necesariamente deberá mejorar las posibilidades de cumplimiento de ese país, lo que significa que los intereses se reduzcan sustancialmente y/o se realice un canje de deuda que alargue los plazos de vencimiento.
Lo que se resuelva, sin duda afectará las condiciones de la deuda irlandesa, en la que la exposición de bancos irlandeses y alemanes es importante, y también de la portuguesa, con tenedores concentrados en Portugal mismo, Alemania, Bélgica, Luxemburgo y España.
La deuda soberana en poder de bancos privados de Irlanda y Portugal, aunque es menor que la griega –39.7 y 39.3 miles de millones de euros–, tendrá repercusiones importantes en la liquidez de esos bancos y, en consecuencia, complicará sus propias condiciones de refinanciamiento de su deuda.
Así que al parecer llegó la hora de que los banqueros aporten, algo que hace aproximadamente planteó el gobierno alemán y que se tomó como un exabrupto de Angela Merkel y de su ministro Wolfgang Schäuble.
La persistencia de dificultades, que no sólo han costado muchos euros, sino –lo más importante– un creciente deterioro de las condiciones de vida de griegos, irlandeses, portugueses y españoles, finalmente afectará a los bancos. De haberse tomado antes las medidas, Europa y su gente hubieran ganado.
Tras mucho tiempo de espera, el gobierno de Alemania dio un paso que podría ser verdaderamente decisivo para superar la última etapa de la crisis económica iniciada en agosto de 2007.
En una carta al presidente del Banco Central Europeo, con fecha 6 de junio, el ministro de Hacienda alemán, Wolfgang Schäuble, propuso “involucrar a los tenedores de los bonos griegos” en el segundo paquete de rescate a Grecia. Tal involucramiento significa que los vencimientos de los bonos griegos en poder de bancos privados se prorroguen siete años.
La deuda del gobierno helénico en poder de bancos privados es de 101.1 mil millones de euros. El grueso de esa deuda la tienen los propios bancos griegos (60%), en tanto que bancos alemanes son tenedores de 19%, mientras los bancos franceses tienen 9%, los de Bélgica y Luxemburgo, 7%; los italianos, 2%; los ingleses, portugueses y austríacos, 1% cada uno, y los bancos españoles y de los países nórdicos, así como los rusos e irlandeses, se reparten el resto.
Desde el punto de vista financiero, los bancos en realidad no pierden, ya que esos bonos siguen siendo productivos debido a que generan intereses. Lo que cambia es su madurez.
Hay otros tenedores de deuda soberana griega, como el gobierno chino y la propia Unión Europea, que en sus portafolios mantienen bonos emitidos por el gobierno helénico, y no sufrirían cambio en sus tiempos de maduración, aunque probablemente se planteará que haya reducciones en la tasa de interés, que ha aumentado significativamente desde 2010.
Al arrancar ese año, los bonos griegos se colocaban en el mercado con una prima de riesgo de 230 puntos base (2.3 puntos porcentuales) sobre el bono emitido por el gobierno alemán. Cinco meses después los compradores lograron que el gobierno griego aceptara pagar 1000 puntos base como prima de riesgo.
El 10 de mayo pasado, los gobiernos de la Unión Europea aprobaron el rescate, lo que hizo que la prima de riesgo se redujera hasta los 440 puntos base. Y los gobiernos de la UE, el FMI, el Banco Central Europeo e incluso el gobierno socialista griego pensaron que las presiones de los inversionistas debían frenarse.
No fue así. A la semana siguiente hubo incrementos en el premio pagado en el mercado secundario. En este mercado, quienes compraron deuda pueden venderla, es decir hacer líquido su portafolio. La tasa a la que se opera en este mercado determina lo que tiene que pagarse en las emisiones próximas, y a fines de junio el premio llegó a 800 puntos base.
El rescate permitió que el gobierno griego pudiera cumplir con los compromisos financieros inmediatos, pero prácticamente desde el inicio no logró abaratar la deuda. Este comportamiento del mercado, es decir de los bancos que son tenedores de deuda griega, se explica porque frente a la presencia de dificultades, los inversionistas se protegen cobrando más. Este cobro excesivo quiere decir que los bancos se cobran por adelantado la posibilidad de que el gobierno deje de pagar.
Se trata de un auténtico círculo vicioso para el gobierno que emite, ya que cada vez le cuesta más pagar, lo que complica el cumplimiento de reducción del déficit acordado con los gobiernos de la Unión, pese a que se castigó duramente a la población.
Al mismo tiempo, es un círculo virtuoso para los bancos que compran esas emisiones de deuda, ya que, basados en la reducción de la calificación de esa deuda, realizada por agencias supuestamente especializadas, aumentan sus exigencias, que finalmente se satisfacen, de modo que un año después del rescate griego, esos bancos cobraban 950 puntos base de premio de riesgo.
La propuesta alemana, que se ha dicho “no representa una posición inamovible”, ha sido rechazada por el Banco Central Europeo, Francia y la mayor parte de los gobiernos del continente. Su argumento es que se trata de una reestructuración “involuntaria” y que el mercado –esa fuerza capaz de provocar atropellos brutales sobre las condiciones de vida de poblaciones enteras– castigaría las emisiones de otros gobiernos de la región e incluso de la propia Unión.
Lo que proponen es que se acuerde con los bancos cualquier prórroga en el vencimiento de los bonos griegos o, lo que es lo mismo, una reestructuración “voluntaria”.
La discusión deberá resolverse el próximo lunes 20, cuando se reunirán los ministros europeos. Todo indica que, voluntaria o involuntariamente, los acreedores privados del gobierno griego tendrán que participar en el nuevo paquete financiero para rescatar al gobierno helénico. La participación necesariamente deberá mejorar las posibilidades de cumplimiento de ese país, lo que significa que los intereses se reduzcan sustancialmente y/o se realice un canje de deuda que alargue los plazos de vencimiento.
Lo que se resuelva, sin duda afectará las condiciones de la deuda irlandesa, en la que la exposición de bancos irlandeses y alemanes es importante, y también de la portuguesa, con tenedores concentrados en Portugal mismo, Alemania, Bélgica, Luxemburgo y España.
La deuda soberana en poder de bancos privados de Irlanda y Portugal, aunque es menor que la griega –39.7 y 39.3 miles de millones de euros–, tendrá repercusiones importantes en la liquidez de esos bancos y, en consecuencia, complicará sus propias condiciones de refinanciamiento de su deuda.
Así que al parecer llegó la hora de que los banqueros aporten, algo que hace aproximadamente planteó el gobierno alemán y que se tomó como un exabrupto de Angela Merkel y de su ministro Wolfgang Schäuble.
La persistencia de dificultades, que no sólo han costado muchos euros, sino –lo más importante– un creciente deterioro de las condiciones de vida de griegos, irlandeses, portugueses y españoles, finalmente afectará a los bancos. De haberse tomado antes las medidas, Europa y su gente hubieran ganado.
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