Mariana Franco
El próximo 3 de julio se efectuarán las elecciones para gobernador en el Estado de México, consideradas como el laboratorio de los comicios presidenciales del 2012. Pero el de Edomex será un ejercicio electoral que generará más cuestionamientos que lecciones aprendidas.
El punto de partida de este proceso fue la posibilidad de realizar una alianza entre el PAN y el PRD, una fórmula que ha sido exitosa durante el sexenio. Tal fue el caso de Sinaloa, Puebla y Oaxaca, donde esta alianza obtuvo el triunfo.
Pero en Edomex, más que en ningún otro estado, llovieron las críticas en torno a dicha estrategia: por la ausencia de un programa conjunto, por ser una alianza “electorera” y no de gobierno, que se proponía “ganar por ganar” y simplemente lograr la alternancia donde el PRI ha gobernado durante décadas; pero sobre todo vino el reproche por la incongruencia ideológica. Se unían los opuestos.
Se practicó una consulta donde casi el 80% de los más de 250 mil mexiquenses que acudieron dijeron “sí” a la alianza. Por distintas razones no se concretó; quedan para el análisis a posteriori los verdaderos motivos.
Hoy, en pleno desarrollo de las campañas electorales salta la incongruencia, pues al revisar las plataformas de los candidatos –Eruviel Ávila, de la coalición Unidos por Ti, encabezada por el PRI; Luis Felipe Bravo Mena, del PAN; y Alejandro Encinas, de la coalición Unidos Podemos Más”, integrada por PRD, PT y Convergencia– encontramos que las diferencias son mínimas, están plagadas de espacios comunes y soluciones que ningún ciudadano, independientemente de su ideología, podría negarse a apoyar.
Eruviel apuesta por la continuidad del modelo de gobierno actual. La similitud en formato y fondo de su plataforma electoral con la del que fue candidato Enrique Peña Nieto podría encontrar su justificación en la pertenencia al mismo partido. Argumento que resulta insuficiente cuando los complejos problemas que aquejan a la entidad –como la inseguridad, los feminicidios, el desempleo, la iniquidad en la distribución de recursos y la corrupción, entre otros– no han sido resueltos, por lo que resulta ilógico seguir bajo la misma línea de solución.
Pero más injustificable es que las plataformas de Bravo Mena y Encinas enfaticen que la alternancia se constituye como el requisito indispensable para lograr el verdadero desarrollo de la entidad cuando, a la par, plantean prácticamente las mismas propuestas que su contrincante priista. Lo anterior es contradicción natural, ya que la alternancia por sí sola, en primer lugar, no garantiza la transición a la democracia, y en segundo, tampoco se constituye como un motor inequívoco de desarrollo. Se requieren soluciones de fondo, totalmente ausentes en esta contienda.
Los tres candidatos firman sus compromisos ante la sociedad, como lo hizo en su momento Peña Nieto ante notario público. Un “compromiso” de esta naturaleza sólo tiene un impacto mediático, ya que no se traduce en un mecanismo que dote de vinculatoriedad, es decir, de obligación legal de cumplimiento, a dichas propuestas. Ni debe hacerlo. Un régimen democrático debe ser lo suficientemente flexible para construir la gobernabilidad día a día, pero igualmente visionario para ver por el futuro de las nuevas generaciones y, en consecuencia, planear a largo plazo.
Por otro lado, en las políticas enfocadas a adultos mayores, mujeres, jóvenes, niños y el resto de los grupos vulnerables, las propuestas de los tres candidatos tienen el mismo tinte “populista”, tan criticado por tricolores y blanquiazules a las administraciones perredistas en el DF.
Pero la similitud llega a los extremos. El reciclaje de propuestas se hace evidente cuando podríamos asegurar que ciertos puntos entre una plataforma y otra parecen ser una simple copia. Por ejemplo, en la del candidato panista, rubro de seguridad, encontramos: “cambios de fondo en el sistema de procuración de justicia para avanzar hacia una verdadera autonomía del Ministerio Público, la transformación de la Procuraduría General de Justicia del Estado en un Organismo Público Autónomo respecto del Ejecutivo”. Mientras que el perredista ofrece: “cambios de fondo en el sistema de procuración de justicia para avanzar hacia una verdadera autonomía del Ministerio Público, respecto del Ejecutivo… transformando a la Procuraduría General de Justicia del Estado de México en un Organismo Público Autónomo”.
Asimismo, Bravo Mena habla de una “política de fomento industrial y de innovación científico-tecnológica, orientada a consolidar el proceso de reindustrialización del estado como eje del incremento de la producción y de la generación de empleos que comprometa al estado en el fomento de la actividad productiva”. A su vez, Encinas promete “la reindustrialización del estado a través de una política industrial y de innovación tecnológica activa, para lograr el incremento de la producción y de la generación de empleos, que comprometa al estado en el fomento de la actividad productiva”. ¿Diferencias? No las hay. Se trata de los mismos puntos de quienes aclamaban ser opuestos ideológicos y ahora comparten propuestas.
Eruviel ofrece “créditos a la palabra de la mujer”, en una política similar a la promovida por el candidato panista; Bravo Mena propone que el Estado de México cuente con una policía cercana y confiable, en tanto que Eruviel Ávila también plantea la conformación de una policía comunitaria, además de que la eliminación de la tenencia vehicular es una propuesta común de ambos candidatos.
Tal grado de similitud es incongruencia y también insuficiencia, ausencia de capacidad para hacer ofertas diferentes e innovadoras, que revolucionen la forma en la que se ha venido haciendo la política en dicha entidad desde hace más de 80 años.
Uno de los aspectos que más llaman la atención es que Alejandro Encinas, en su plataforma, recupera la esencia de la política de seguridad calderonista, tan fuertemente criticada por el propio PRD, al proponer “una política (…) que elimine las prácticas de corrupción en las instituciones de seguridad pública, procuración y administración de justicia y combata directamente al crimen organizado”. Y, para intentar diferenciarse, apuesta por “un programa de educación y de salud pública para desalentar consumo de drogas”.
Sin embargo, el combate al narcotráfico y el crimen organizado no sólo es un espacio común entre las propuestas de Encinas y el gobierno de Felipe Calderón, sino también lo es con la plataforma de Eruviel Ávila y Bravo Mena, o con la de cualquier otro candidato o gobernante en nuestro país.
Como ésos, hay muchos ejemplos que indican que estamos frente a partidos mesurados ideológicamente, sujetos a los imperativos del mercado electoral, que cercenan su ideología, por lo que apuestan al patrocinio de grupos de interés dentro o fuera del propio partido, enfatizan las cualidades de sus líderes y buscan apoyo en cualquier lugar donde pudiera encontrarse. Partidos buscadores de votos o “cacha todo”, como los califican los politólogos.
Ahora, la solución de los problemas no comienza ni termina con una elección, ni con la congruencia ideológica de sus contendientes. Los instrumentos democráticos para exigir resultados inician con un enriquecimiento de nuestra cultura política que nos permita entender que la ideología es un elemento fundamental, pero que no explica ni determina el comportamiento de un partido ni sus buenos resultados al llegar al poder.
Lo que resulta inválido es que los partidos políticos apelen a su ideología cuando en la práctica ofrecen comunes denominadores. Solamente provocan confusión en la ciudadanía y la orillan a pensar que la polarización, más allá de la distinción en las propuestas, es lo “congruente” dentro de un sistema de partidos, cuando no necesariamente es así.
La diferenciación en las propuestas, y su calidad, va más allá. Debemos considerar que hay temas donde no resulta necesario encontrar el hilo negro. Existen modelos de planeación, prácticas de buen gobierno y diferentes políticas públicas que han dado resultado en diferentes lugares de nuestro país y en otras partes del mundo. Partir de un diagnóstico honesto que reconozca los problemas que aquejan a la entidad, dejando de lado los intereses partidistas con miras a las elecciones del 2012, sería un buen comienzo para elevar los estándares de las plataformas planteadas en esta elección.
Con alianzas o sin alianzas, al revisar las plataformas electorales queda un gran vacío, ya que la regla general en nuestro país es que dichos documentos sean sólo un simple cúmulo de buenas intenciones, que no se cumplen. Más aún cuando dichas propuestas son genéricas o ignoran problemas estructurales.
Finalmente, la realidad es que más allá de la calidad de las propuestas, los aspectos que están atrayendo los reflectores en Edomex son el derroche de recursos, las campañas de mercadotecnia, la presión de las encuestas, los métodos y las artimañas fuera de la norma para obtener votos, en tanto que la exigencia de una “pureza” ideológica ha pasado a segundo término.
En la carrera por el triunfo todos se dirigen hacia el centro para lograr una mayor captación de votos. Los candidatos en el Estado de México lo saben, se dirigen ahí, proponiendo lo mismo, pero sin rumbo y sin garantías de cumplimiento.
Desafortunadamente, los costos correrán a cargo de una ciudadanía que hoy observa el circo electoral pero que después tendrá que atenerse a las consecuencias y vivir las carencias de un gobierno totalmente alejado de sus gobernados.
El próximo 3 de julio se efectuarán las elecciones para gobernador en el Estado de México, consideradas como el laboratorio de los comicios presidenciales del 2012. Pero el de Edomex será un ejercicio electoral que generará más cuestionamientos que lecciones aprendidas.
El punto de partida de este proceso fue la posibilidad de realizar una alianza entre el PAN y el PRD, una fórmula que ha sido exitosa durante el sexenio. Tal fue el caso de Sinaloa, Puebla y Oaxaca, donde esta alianza obtuvo el triunfo.
Pero en Edomex, más que en ningún otro estado, llovieron las críticas en torno a dicha estrategia: por la ausencia de un programa conjunto, por ser una alianza “electorera” y no de gobierno, que se proponía “ganar por ganar” y simplemente lograr la alternancia donde el PRI ha gobernado durante décadas; pero sobre todo vino el reproche por la incongruencia ideológica. Se unían los opuestos.
Se practicó una consulta donde casi el 80% de los más de 250 mil mexiquenses que acudieron dijeron “sí” a la alianza. Por distintas razones no se concretó; quedan para el análisis a posteriori los verdaderos motivos.
Hoy, en pleno desarrollo de las campañas electorales salta la incongruencia, pues al revisar las plataformas de los candidatos –Eruviel Ávila, de la coalición Unidos por Ti, encabezada por el PRI; Luis Felipe Bravo Mena, del PAN; y Alejandro Encinas, de la coalición Unidos Podemos Más”, integrada por PRD, PT y Convergencia– encontramos que las diferencias son mínimas, están plagadas de espacios comunes y soluciones que ningún ciudadano, independientemente de su ideología, podría negarse a apoyar.
Eruviel apuesta por la continuidad del modelo de gobierno actual. La similitud en formato y fondo de su plataforma electoral con la del que fue candidato Enrique Peña Nieto podría encontrar su justificación en la pertenencia al mismo partido. Argumento que resulta insuficiente cuando los complejos problemas que aquejan a la entidad –como la inseguridad, los feminicidios, el desempleo, la iniquidad en la distribución de recursos y la corrupción, entre otros– no han sido resueltos, por lo que resulta ilógico seguir bajo la misma línea de solución.
Pero más injustificable es que las plataformas de Bravo Mena y Encinas enfaticen que la alternancia se constituye como el requisito indispensable para lograr el verdadero desarrollo de la entidad cuando, a la par, plantean prácticamente las mismas propuestas que su contrincante priista. Lo anterior es contradicción natural, ya que la alternancia por sí sola, en primer lugar, no garantiza la transición a la democracia, y en segundo, tampoco se constituye como un motor inequívoco de desarrollo. Se requieren soluciones de fondo, totalmente ausentes en esta contienda.
Los tres candidatos firman sus compromisos ante la sociedad, como lo hizo en su momento Peña Nieto ante notario público. Un “compromiso” de esta naturaleza sólo tiene un impacto mediático, ya que no se traduce en un mecanismo que dote de vinculatoriedad, es decir, de obligación legal de cumplimiento, a dichas propuestas. Ni debe hacerlo. Un régimen democrático debe ser lo suficientemente flexible para construir la gobernabilidad día a día, pero igualmente visionario para ver por el futuro de las nuevas generaciones y, en consecuencia, planear a largo plazo.
Por otro lado, en las políticas enfocadas a adultos mayores, mujeres, jóvenes, niños y el resto de los grupos vulnerables, las propuestas de los tres candidatos tienen el mismo tinte “populista”, tan criticado por tricolores y blanquiazules a las administraciones perredistas en el DF.
Pero la similitud llega a los extremos. El reciclaje de propuestas se hace evidente cuando podríamos asegurar que ciertos puntos entre una plataforma y otra parecen ser una simple copia. Por ejemplo, en la del candidato panista, rubro de seguridad, encontramos: “cambios de fondo en el sistema de procuración de justicia para avanzar hacia una verdadera autonomía del Ministerio Público, la transformación de la Procuraduría General de Justicia del Estado en un Organismo Público Autónomo respecto del Ejecutivo”. Mientras que el perredista ofrece: “cambios de fondo en el sistema de procuración de justicia para avanzar hacia una verdadera autonomía del Ministerio Público, respecto del Ejecutivo… transformando a la Procuraduría General de Justicia del Estado de México en un Organismo Público Autónomo”.
Asimismo, Bravo Mena habla de una “política de fomento industrial y de innovación científico-tecnológica, orientada a consolidar el proceso de reindustrialización del estado como eje del incremento de la producción y de la generación de empleos que comprometa al estado en el fomento de la actividad productiva”. A su vez, Encinas promete “la reindustrialización del estado a través de una política industrial y de innovación tecnológica activa, para lograr el incremento de la producción y de la generación de empleos, que comprometa al estado en el fomento de la actividad productiva”. ¿Diferencias? No las hay. Se trata de los mismos puntos de quienes aclamaban ser opuestos ideológicos y ahora comparten propuestas.
Eruviel ofrece “créditos a la palabra de la mujer”, en una política similar a la promovida por el candidato panista; Bravo Mena propone que el Estado de México cuente con una policía cercana y confiable, en tanto que Eruviel Ávila también plantea la conformación de una policía comunitaria, además de que la eliminación de la tenencia vehicular es una propuesta común de ambos candidatos.
Tal grado de similitud es incongruencia y también insuficiencia, ausencia de capacidad para hacer ofertas diferentes e innovadoras, que revolucionen la forma en la que se ha venido haciendo la política en dicha entidad desde hace más de 80 años.
Uno de los aspectos que más llaman la atención es que Alejandro Encinas, en su plataforma, recupera la esencia de la política de seguridad calderonista, tan fuertemente criticada por el propio PRD, al proponer “una política (…) que elimine las prácticas de corrupción en las instituciones de seguridad pública, procuración y administración de justicia y combata directamente al crimen organizado”. Y, para intentar diferenciarse, apuesta por “un programa de educación y de salud pública para desalentar consumo de drogas”.
Sin embargo, el combate al narcotráfico y el crimen organizado no sólo es un espacio común entre las propuestas de Encinas y el gobierno de Felipe Calderón, sino también lo es con la plataforma de Eruviel Ávila y Bravo Mena, o con la de cualquier otro candidato o gobernante en nuestro país.
Como ésos, hay muchos ejemplos que indican que estamos frente a partidos mesurados ideológicamente, sujetos a los imperativos del mercado electoral, que cercenan su ideología, por lo que apuestan al patrocinio de grupos de interés dentro o fuera del propio partido, enfatizan las cualidades de sus líderes y buscan apoyo en cualquier lugar donde pudiera encontrarse. Partidos buscadores de votos o “cacha todo”, como los califican los politólogos.
Ahora, la solución de los problemas no comienza ni termina con una elección, ni con la congruencia ideológica de sus contendientes. Los instrumentos democráticos para exigir resultados inician con un enriquecimiento de nuestra cultura política que nos permita entender que la ideología es un elemento fundamental, pero que no explica ni determina el comportamiento de un partido ni sus buenos resultados al llegar al poder.
Lo que resulta inválido es que los partidos políticos apelen a su ideología cuando en la práctica ofrecen comunes denominadores. Solamente provocan confusión en la ciudadanía y la orillan a pensar que la polarización, más allá de la distinción en las propuestas, es lo “congruente” dentro de un sistema de partidos, cuando no necesariamente es así.
La diferenciación en las propuestas, y su calidad, va más allá. Debemos considerar que hay temas donde no resulta necesario encontrar el hilo negro. Existen modelos de planeación, prácticas de buen gobierno y diferentes políticas públicas que han dado resultado en diferentes lugares de nuestro país y en otras partes del mundo. Partir de un diagnóstico honesto que reconozca los problemas que aquejan a la entidad, dejando de lado los intereses partidistas con miras a las elecciones del 2012, sería un buen comienzo para elevar los estándares de las plataformas planteadas en esta elección.
Con alianzas o sin alianzas, al revisar las plataformas electorales queda un gran vacío, ya que la regla general en nuestro país es que dichos documentos sean sólo un simple cúmulo de buenas intenciones, que no se cumplen. Más aún cuando dichas propuestas son genéricas o ignoran problemas estructurales.
Finalmente, la realidad es que más allá de la calidad de las propuestas, los aspectos que están atrayendo los reflectores en Edomex son el derroche de recursos, las campañas de mercadotecnia, la presión de las encuestas, los métodos y las artimañas fuera de la norma para obtener votos, en tanto que la exigencia de una “pureza” ideológica ha pasado a segundo término.
En la carrera por el triunfo todos se dirigen hacia el centro para lograr una mayor captación de votos. Los candidatos en el Estado de México lo saben, se dirigen ahí, proponiendo lo mismo, pero sin rumbo y sin garantías de cumplimiento.
Desafortunadamente, los costos correrán a cargo de una ciudadanía que hoy observa el circo electoral pero que después tendrá que atenerse a las consecuencias y vivir las carencias de un gobierno totalmente alejado de sus gobernados.
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