Mañana, caravana a Juárez

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Si el presidente Felipe Calderón cree que con la estrategia policiaco-política, la propaganda electoral, la confrontación entre los muchos mexicanos buenos y los pocos malos, pero muy malos, tiene resuelta su secesión, está en un error, pues todavía falta por acompañar el recorrido y ver el resultado de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, la firma del Pacto el próximo diez de junio, la manera en que ese Movimiento aglutina a las organizaciones civiles, para expresar el descontento de una sociedad harta de que le jueguen el dedo en la boca.

El recorrido que inicia mañana en Cuernavaca, puede calificarse, a diferencia de la Ruta de la Libertad, como el camino del dolor. Olvídense de la violencia del narcotráfico, a la que todos los pecados le cuelgan. La ruta elegida a Ciudad Juárez hará pública la diversidad de los daños causados a la sociedad, como consecuencia única de la corrupción, la impunidad, las complicidades y, lo peor, vacío de poder.

Lo mismo se escucharán quejas por el tráfico de humanos en todas sus modalidades -prostitución, pederastia, esclavitud laboral, indocumentados, extracción y venta de órganos-, que de ejecuciones con fines profilácticos, con el propósito de evitar que lleguen a Estados Unidos esos muertos de hambre, tan urgidos de que les den a ellos los trabajos que ni los negros quieren hacer, como lo manifestara el preclaro Vicente Fox Quesada.

No dejará de saberse sobre el peor de los flagelos que ha caído sobre México, muy distinto a cuando el PRI lo hacía por motivos políticos. Se trata de las desapariciones. No son retenciones -legales o ilegales- en las zonas militares, en las cárceles, en casas de seguridad; no, se trata de desapariciones forzadas sin motivo aparente, que inundan de dolor e incertidumbre a las familias, porque no es lo mismo tener la certeza de que está en el sepulcro, en la cárcel, o convertido en esclavo sexual o laboral ese ser querido, a no tener ni idea de qué ocurrió con él, dónde lo llevaron, si murió mientras la extrajeron órganos para traficar con ellos, o simplemente fue ejecutado por estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado.

No falta quien pregunte acerca de las razones por las cuales eligieron Ciudad Juárez. La respuesta que dan quienes desde el gobierno se esfuerzan por evadir responsabilidades, o la que ofrecen quienes irán en esa Caravana, es inocua e inexacta, porque no va al verdadero origen del desastre, que es el génesis de lo que hoy sucede a escala nacional, con gradualidad diversa, pero que por momentos parece irreversible: México, para los halcones de Estados Unidos, deja de ser el patio trasero para convertirse en el basurero de esa nación, en valladar de indocumentados que no pueden ni deben convertirse en problema migratorio estadounidense. Hoy, el territorio nacional es para la Casa Blanca, lo que la isla Ellis fue para los wasps estadounidenses.

Quien haya visitado Ciudad Juárez desde que inició su gobierno Francisco Barrio, podrá comprender por qué fue elegida la puerta de México, para que a través de ella se inoculara a la sociedad mexicana ese proceso de degradación social que, aparentemente, facilita gobernabilidad, mientras no se transforma en rencor y no se arman los descontentos, como ahora lo están.

El principio de la pudrición de Ciudad Juárez no es el narcotráfico, es la voluntad política de Francisco Barrio, alargada durante nueve años, como presidente municipal y como gobernador. Sólo habría que recurrir a las estadísticas. ¿Cuántas empresas maquiladoras hubo antes de que se iniciaran las ejecuciones de mujeres, cuántas hay hoy? No se trata de esquivar la respuesta aduciendo que la mano de obra es más barata en Asia que acá, sino de establecer cuántas se fueron desde que apareció la sombra de la muerte como compañera de vida.

Habría que hacer una exhumación de sus declaraciones, constatar si lo narrado en Patio trasero es verídico o una alegoría acerca de su comportamiento como gobernador. Cuando inició el auge de las ejecutadas, dijo al pasar: “les pasa por putas”. El desprecio fue total, está documentado.

A exhumar ese pasado llegará la Caravana, que puede tener un recorrido tranquilo, o lleno de peligro, exabruptos, confrontaciones, pero creo en la inteligencia de los “servicios de inteligencia”; evitarán a toda costa que algo les suceda a los integrantes de esa marcha de la vergüenza.

La otra vertiente del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, es el diálogo público con el presidente de la República, con presencia de la televisión. Todavía lo veo muy lejos, no veo en don Felipe Calderón la vocación democrática de un Adolfo Suárez, como para prestarse al inicio de la transición, a pesar de que el PAN perdiera el poder. También por ello prefirió ningunear a Carlos Slim y a los mexicanos, porque ha descubierto el amargo sabor del poder, al cual es fácil aficionarse. La hiel y miel de la vida.

Lo grave es que el poder presidencial de hoy, es distinto al anterior a la alternancia. No lo han comprendido los panistas ni los poderes fácticos, pues de haberlo hecho ya hubiesen iniciado la transición, o de hacerlo tardíamente, pudieran decidir montarse en el Movimiento por la Paz, para desde allí aglutinar el descontento de los mexicanos -los de bien y los malos, pero muy malos-, e iniciar con un absoluto respaldo social, los cambios urgentes que necesita el modelo político mexicano.

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