Jenaro Villamil
El gabinete de Felipe Calderón y el titular del Ejecutivo mismo están nerviosos. A menos de diez meses del inicio de la contienda por la sucesión presidencial del 2012 ninguna de las figuras del entorno presidencial garantizan la continuidad y la eficacia electoral para ganar frente a los cuatro personajes que encabezan las encuestas desde hace más de un año: Enrique Peña Nieto, por el PRI, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, por el entorno de la izquierda y el PRD, y Santiago Creel, por el PAN.
Han traído a estrategas y asesores como el norteamericano Dick Morris (que asesora a Ernesto Cordero), o a Antonio Solá (cercano a Javier Lozano) y han transformado a Alonso Lujambio en un rudo de poca profundidad, sin que ninguno logre rebasar un porcentaje de apenas 8 por ciento de reconocimiento de la ciudadanía. La reciente campaña de declaraciones absurdas y polémicas de Cordero, más las que se vienen ahora de Lujambio pretenden romper el cerco del desconocimiento entre la población abierta.
Cordero, Lozano y Lujambio han orientado sus baterías para debatir con Enrique Peña Nieto, con Andrés Manuel López Obrador y con Marcelo Ebrard, con el objetivo de lograr una mínima “transferencia” de reconocimiento público, pero los resultados han sido nulos o poco exitosos. A los tres principales precandidatos del gabinete calderonista los opaca el enorme peso de la agenda presidencial y su lucha contra el narcotráfico y una política deliberada para que ninguno de sus colaboradores crezca más allá. Genaro García Luna, titular de la SSP, es más conocido que todos ellos, aunque él insista que no aspira a la nominación presidencial sino a continuar al frente de la policía federal durante un sexenio más.
En contraste, los dos precandidatos panistas con mayor reconocimiento entre el votante general y la militancia de Acción Nacional han construido su figura en contraste con la política del calderonismo especialmente en materia de seguridad pública o de pacto con personajes como Elba Esther Gordillo.
El caso más destacado es el de Santiago Creel, ex contendiente derrotado por Calderón en 2005, y ex coordinador de los senadores del PAN que con tenacidad y habilidad ha logrado sobrevivir, incluso, al veto de los medios electrónicos. Creel tiene entre el 23 y 25 por ciento de preferencias a población abierta y el 50 por ciento entre los panistas (según Parametría). La coordinadora de los diputados federales panistas, Josefina Vázquez Mota, se repuso de los duros bloqueos al interior del equipo calderonista y a la guerra nada oculta con la dirigente del SNTE. A pesar de no contar con los recursos y la exposición que otorga una secretaría de Estado, Vázquez Mota mantiene el 9 por ciento de preferencias a población abierta y el 10 por ciento entre los militantes panistas (Parametría).
En contraste, Ernesto Cordero tenía hasta abril de 2011 apenas el 1 por ciento de las preferencias, frente al 5 por ciento de Alonso Lujambio. Incluso, el presidente del PAN, Gustavo Madero, aparecía con mayor índice de preferencias que el titular de Hacienda, 5 por ciento, según la misma empresa encuestadora.
La tendencia no varía con la encuesta de mayo 2011 de El Universal. Santiago Creel aparecía con el 23 y el 35 por ciento de preferencias entre población abierta y simpatizantes panistas, respectivamente, mientras que Josefina Vázquez tenía un índice de 14 y 15 por ciento, en ambos rangos.
Los integrantes del gabinete con aspiraciones presidenciales estaban en los últimos lugares. Alonso Lujambio apareció con 4 por ciento de preferencias a población abierta y 6 por ciento entre los blanquiazules. Cordero sólo tenía 2 y 5 por ciento, respectivamente.
Consulta Mitofsky realizó en noviembre de 2010 y febrero 2011 un sondeo con la pregunta: ¿Quién le gustaría que fuera el próximo presidente de México? En los dos casos, el puntero fue el mandatario priista Enrique Peña Nieto con 29 y 32.7 por ciento, en ambos casos, seguido por Andrés Manuel López Obrador, con 9.6 y 8.7, respectivamente. En tercer sitio se ubicó Santiago Creel con 2.8 y 4.3 por ciento, en ambos casos. Ni Cordero ni Lujambio aparecieron. Josefina Vázquez Mota tuvo 1.5 y 1.7 por ciento, mientras el senador priista Manlio Fabio Beltrones apareció con 0.9 y 1.4 por ciento.
La explicación del entorno calderonista es que tanto Peña Nieto como López Obrador y Creel llevan una campaña constante desde hace más de seis años y, en el caso del gobernador del Estado de México, ha tenido a su favor los millonarios contratos con Televisa. Esto explica una parte, pero ¿cómo es posible que Creel, sin el apoyo de las televisoras, se mantenga en las preferencias del entorno panista?
El problema parece estar en otra parte: el gabinete de Calderón, en general, es poco o nada conocido entre la población. En cinco años, el presidente de la República ha tenido un nano gabinete, es decir, un equipo de trabajo con escaso prestigio en sus áreas y con una alta movilidad en los cargos, lo cual ha afectado, incluso, en índice de reconocimiento.
El principal adversario de las aspiraciones de sus propios colaboradores es el mismo Felipe Calderón. Sus exabruptos, sus berrinches, sus rounds de sombra opacan a todos los demás. Por si fuera poco, ha realizado 19 cambios en el gabinete hasta dejar en su mínima expresión a secretarías tan importantes como Gobernación (4 titulares), Secretaría de Comunicaciones y Transportes (3 titulares), Secretaría de Educación Pública (2 titulares), Secretaría de Economía (3 titulares) y la Secretaría de Hacienda (2 titulares).
Consulta Mitofsky reveló que en febrero de 2011, a Creel lo conocían el 68.8 por ciento de los votantes panistas, mientras que a Josefina Vázquez Mota el 44.2 por ciento. Ninguno estaba en el gabinete calderonista. En contraste, a Ernesto Cordero, lo conocía sólo 18.7 por ciento de los simpatizantes y votantes de Acción Nacional, a Alonso Lujambio el 26.2 por ciento, a Javier Lozano el 21.8 por ciento, a Emilio González, el gobernador de Jalisco, el 22.4 por ciento, y a Heriberto Félix, el titular de Desarrollo Social, el 14.7 por ciento.
El escenario parece ser muy claro: si ninguno de estos aspirantes dentro del gabinete se presenta como “el rebelde” o el “hijo desobediente” frente a Calderón (como él mismo lo hizo durante el sexenio de Vicente Fox) están condenados a formar parte de un paisaje de desencanto o de debates rudos sin ninguna credibilidad social.
El gabinete de Felipe Calderón y el titular del Ejecutivo mismo están nerviosos. A menos de diez meses del inicio de la contienda por la sucesión presidencial del 2012 ninguna de las figuras del entorno presidencial garantizan la continuidad y la eficacia electoral para ganar frente a los cuatro personajes que encabezan las encuestas desde hace más de un año: Enrique Peña Nieto, por el PRI, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, por el entorno de la izquierda y el PRD, y Santiago Creel, por el PAN.
Han traído a estrategas y asesores como el norteamericano Dick Morris (que asesora a Ernesto Cordero), o a Antonio Solá (cercano a Javier Lozano) y han transformado a Alonso Lujambio en un rudo de poca profundidad, sin que ninguno logre rebasar un porcentaje de apenas 8 por ciento de reconocimiento de la ciudadanía. La reciente campaña de declaraciones absurdas y polémicas de Cordero, más las que se vienen ahora de Lujambio pretenden romper el cerco del desconocimiento entre la población abierta.
Cordero, Lozano y Lujambio han orientado sus baterías para debatir con Enrique Peña Nieto, con Andrés Manuel López Obrador y con Marcelo Ebrard, con el objetivo de lograr una mínima “transferencia” de reconocimiento público, pero los resultados han sido nulos o poco exitosos. A los tres principales precandidatos del gabinete calderonista los opaca el enorme peso de la agenda presidencial y su lucha contra el narcotráfico y una política deliberada para que ninguno de sus colaboradores crezca más allá. Genaro García Luna, titular de la SSP, es más conocido que todos ellos, aunque él insista que no aspira a la nominación presidencial sino a continuar al frente de la policía federal durante un sexenio más.
En contraste, los dos precandidatos panistas con mayor reconocimiento entre el votante general y la militancia de Acción Nacional han construido su figura en contraste con la política del calderonismo especialmente en materia de seguridad pública o de pacto con personajes como Elba Esther Gordillo.
El caso más destacado es el de Santiago Creel, ex contendiente derrotado por Calderón en 2005, y ex coordinador de los senadores del PAN que con tenacidad y habilidad ha logrado sobrevivir, incluso, al veto de los medios electrónicos. Creel tiene entre el 23 y 25 por ciento de preferencias a población abierta y el 50 por ciento entre los panistas (según Parametría). La coordinadora de los diputados federales panistas, Josefina Vázquez Mota, se repuso de los duros bloqueos al interior del equipo calderonista y a la guerra nada oculta con la dirigente del SNTE. A pesar de no contar con los recursos y la exposición que otorga una secretaría de Estado, Vázquez Mota mantiene el 9 por ciento de preferencias a población abierta y el 10 por ciento entre los militantes panistas (Parametría).
En contraste, Ernesto Cordero tenía hasta abril de 2011 apenas el 1 por ciento de las preferencias, frente al 5 por ciento de Alonso Lujambio. Incluso, el presidente del PAN, Gustavo Madero, aparecía con mayor índice de preferencias que el titular de Hacienda, 5 por ciento, según la misma empresa encuestadora.
La tendencia no varía con la encuesta de mayo 2011 de El Universal. Santiago Creel aparecía con el 23 y el 35 por ciento de preferencias entre población abierta y simpatizantes panistas, respectivamente, mientras que Josefina Vázquez tenía un índice de 14 y 15 por ciento, en ambos rangos.
Los integrantes del gabinete con aspiraciones presidenciales estaban en los últimos lugares. Alonso Lujambio apareció con 4 por ciento de preferencias a población abierta y 6 por ciento entre los blanquiazules. Cordero sólo tenía 2 y 5 por ciento, respectivamente.
Consulta Mitofsky realizó en noviembre de 2010 y febrero 2011 un sondeo con la pregunta: ¿Quién le gustaría que fuera el próximo presidente de México? En los dos casos, el puntero fue el mandatario priista Enrique Peña Nieto con 29 y 32.7 por ciento, en ambos casos, seguido por Andrés Manuel López Obrador, con 9.6 y 8.7, respectivamente. En tercer sitio se ubicó Santiago Creel con 2.8 y 4.3 por ciento, en ambos casos. Ni Cordero ni Lujambio aparecieron. Josefina Vázquez Mota tuvo 1.5 y 1.7 por ciento, mientras el senador priista Manlio Fabio Beltrones apareció con 0.9 y 1.4 por ciento.
La explicación del entorno calderonista es que tanto Peña Nieto como López Obrador y Creel llevan una campaña constante desde hace más de seis años y, en el caso del gobernador del Estado de México, ha tenido a su favor los millonarios contratos con Televisa. Esto explica una parte, pero ¿cómo es posible que Creel, sin el apoyo de las televisoras, se mantenga en las preferencias del entorno panista?
El problema parece estar en otra parte: el gabinete de Calderón, en general, es poco o nada conocido entre la población. En cinco años, el presidente de la República ha tenido un nano gabinete, es decir, un equipo de trabajo con escaso prestigio en sus áreas y con una alta movilidad en los cargos, lo cual ha afectado, incluso, en índice de reconocimiento.
El principal adversario de las aspiraciones de sus propios colaboradores es el mismo Felipe Calderón. Sus exabruptos, sus berrinches, sus rounds de sombra opacan a todos los demás. Por si fuera poco, ha realizado 19 cambios en el gabinete hasta dejar en su mínima expresión a secretarías tan importantes como Gobernación (4 titulares), Secretaría de Comunicaciones y Transportes (3 titulares), Secretaría de Educación Pública (2 titulares), Secretaría de Economía (3 titulares) y la Secretaría de Hacienda (2 titulares).
Consulta Mitofsky reveló que en febrero de 2011, a Creel lo conocían el 68.8 por ciento de los votantes panistas, mientras que a Josefina Vázquez Mota el 44.2 por ciento. Ninguno estaba en el gabinete calderonista. En contraste, a Ernesto Cordero, lo conocía sólo 18.7 por ciento de los simpatizantes y votantes de Acción Nacional, a Alonso Lujambio el 26.2 por ciento, a Javier Lozano el 21.8 por ciento, a Emilio González, el gobernador de Jalisco, el 22.4 por ciento, y a Heriberto Félix, el titular de Desarrollo Social, el 14.7 por ciento.
El escenario parece ser muy claro: si ninguno de estos aspirantes dentro del gabinete se presenta como “el rebelde” o el “hijo desobediente” frente a Calderón (como él mismo lo hizo durante el sexenio de Vicente Fox) están condenados a formar parte de un paisaje de desencanto o de debates rudos sin ninguna credibilidad social.
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