Orlando Delgado Selley
De nuevo el señor Cordero ha señalado que la economía del país va bien y que, además, el poder adquisitivo de los asalariados ha aumentado. En las últimas semanas ha hecho declaraciones de este tipo varias veces. Algunas ocasiones, al darse cuenta del impacto de su planteamiento, ha corregido. En la más reciente no se desdijo, sino que se mantuvo y, según la nota periodística, lo hizo con seriedad. Sostuvo que su visión del desempeño económico es objetiva y que pese a haber avances queda mucho para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.
Su argumentación reciente está basada en el comportamiento de la inflación y del poder adquisitivo del salario mínimo. La inflación en los últimos tres decenios, en efecto, vista acumuladamente muestra una reducción significativa. Pero puede mostrarse que si utilizamos la inflación anual con promedios móviles (ver Banco de México, Informe Anual 2010, p. 81) la reducción mayor se logró en tiempos priístas: en los últimos cinco años del siglo, cuando pasó de 35 por ciento en 1995 a 9.2 en 2000. Luego en los tiempos foxistas este indicador cayó a su nivel más bajo en 2006 al llegar a 3.6 por ciento y con esta administración aumentó hasta 5.3 en 2009, con una reducción en 2010 a 4.16. Así que con Calderón la inflación ha aumentado, no disminuido.
En cuanto a la evolución del poder adquisitivo de los salarios hay varios indicadores. Uno de ellos es el salario mínimo real que, en efecto, ha logrado pequeños aumentos reales. En 2009 aumentó 4.52 y la inflación 4.2 y en 2010 crecieron 4.85 y la inflación 3.2. Hubo en estos dos años aumentos reales acumulados de casi dos puntos porcentuales. Hay, sin embargo, otros indicadores que muestran un panorama distinto. El ingreso medio real, por ejemplo, en 2009 se mantuvo sin cambio y en 2010 apenas aumentó 1.4 por ciento. Por tanto los ingresos medios reales disminuyeron 6 por ciento.
La pregunta obvia es cuál de estos indicadores es más representativo. De acuerdo con lo expresado por el señor Lozano, competidor con Cordero por la candidatura presidencial del PAN, en 10 años la proporción de asalariados que ganó más de dos salarios mínimos pasó de 46 a 53 por ciento. Los que ganan un salario mínimo, de acuerdo con datos del Inegi, son 12.4 por ciento de la población ocupada. De modo que los que han recibido un aumento en sus remuneraciones reales son uno de cada ocho asalariados, en tanto que la mayor parte de esos asalariados reciben en términos reales menos que hace dos años.
De modo que con las mismas variables es posible ilustrar condiciones distintas a las señaladas por Cordero. Salvo que supusiéramos que quien ocupa la posición de secretario de Hacienda no lee los informes, o si los lee no los entiende o no les da importancia, lo que tenemos que asumir es que esto lo sabe. En consecuencia, es posible plantear que las afirmaciones semanales del precandidato presidencial tienen un propósito distinto al de convencernos de que nos hemos convertido en un país de clase media, o su ya célebre afirmación de que con 6 mil pesos una familia puede pagar casa, coche y hasta escuela particular, pero por exigentes los mexicanos no lo perciben.
De lo que realmente se trata con estas cada vez más frecuentes declaraciones es que se hable de Cordero. Antes de que fuese evidente que iba a postularse como precandidato era un funcionario poco conocido. Incluso entre los propios panistas se bromeaba preguntando ¿quién se acuerda del apellido del sustituto de Carstens?
Por eso ha buscado ocupar un lugar en el debate nacional. No lo ha hecho con un posicionamiento político que lo revele como una persona con una opinión trascendente, sino repitiendo los planteos de su jefe. Piensa que es la manera de ganar la candidatura en su partido. Probablemente funcione su táctica. Lo que no va a lograr es que alguien distinto de los panistas acérrimos lo vote para presidente de México.
De nuevo el señor Cordero ha señalado que la economía del país va bien y que, además, el poder adquisitivo de los asalariados ha aumentado. En las últimas semanas ha hecho declaraciones de este tipo varias veces. Algunas ocasiones, al darse cuenta del impacto de su planteamiento, ha corregido. En la más reciente no se desdijo, sino que se mantuvo y, según la nota periodística, lo hizo con seriedad. Sostuvo que su visión del desempeño económico es objetiva y que pese a haber avances queda mucho para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.
Su argumentación reciente está basada en el comportamiento de la inflación y del poder adquisitivo del salario mínimo. La inflación en los últimos tres decenios, en efecto, vista acumuladamente muestra una reducción significativa. Pero puede mostrarse que si utilizamos la inflación anual con promedios móviles (ver Banco de México, Informe Anual 2010, p. 81) la reducción mayor se logró en tiempos priístas: en los últimos cinco años del siglo, cuando pasó de 35 por ciento en 1995 a 9.2 en 2000. Luego en los tiempos foxistas este indicador cayó a su nivel más bajo en 2006 al llegar a 3.6 por ciento y con esta administración aumentó hasta 5.3 en 2009, con una reducción en 2010 a 4.16. Así que con Calderón la inflación ha aumentado, no disminuido.
En cuanto a la evolución del poder adquisitivo de los salarios hay varios indicadores. Uno de ellos es el salario mínimo real que, en efecto, ha logrado pequeños aumentos reales. En 2009 aumentó 4.52 y la inflación 4.2 y en 2010 crecieron 4.85 y la inflación 3.2. Hubo en estos dos años aumentos reales acumulados de casi dos puntos porcentuales. Hay, sin embargo, otros indicadores que muestran un panorama distinto. El ingreso medio real, por ejemplo, en 2009 se mantuvo sin cambio y en 2010 apenas aumentó 1.4 por ciento. Por tanto los ingresos medios reales disminuyeron 6 por ciento.
La pregunta obvia es cuál de estos indicadores es más representativo. De acuerdo con lo expresado por el señor Lozano, competidor con Cordero por la candidatura presidencial del PAN, en 10 años la proporción de asalariados que ganó más de dos salarios mínimos pasó de 46 a 53 por ciento. Los que ganan un salario mínimo, de acuerdo con datos del Inegi, son 12.4 por ciento de la población ocupada. De modo que los que han recibido un aumento en sus remuneraciones reales son uno de cada ocho asalariados, en tanto que la mayor parte de esos asalariados reciben en términos reales menos que hace dos años.
De modo que con las mismas variables es posible ilustrar condiciones distintas a las señaladas por Cordero. Salvo que supusiéramos que quien ocupa la posición de secretario de Hacienda no lee los informes, o si los lee no los entiende o no les da importancia, lo que tenemos que asumir es que esto lo sabe. En consecuencia, es posible plantear que las afirmaciones semanales del precandidato presidencial tienen un propósito distinto al de convencernos de que nos hemos convertido en un país de clase media, o su ya célebre afirmación de que con 6 mil pesos una familia puede pagar casa, coche y hasta escuela particular, pero por exigentes los mexicanos no lo perciben.
De lo que realmente se trata con estas cada vez más frecuentes declaraciones es que se hable de Cordero. Antes de que fuese evidente que iba a postularse como precandidato era un funcionario poco conocido. Incluso entre los propios panistas se bromeaba preguntando ¿quién se acuerda del apellido del sustituto de Carstens?
Por eso ha buscado ocupar un lugar en el debate nacional. No lo ha hecho con un posicionamiento político que lo revele como una persona con una opinión trascendente, sino repitiendo los planteos de su jefe. Piensa que es la manera de ganar la candidatura en su partido. Probablemente funcione su táctica. Lo que no va a lograr es que alguien distinto de los panistas acérrimos lo vote para presidente de México.
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