La sucesión en el PAN

Jorge Fernández Menéndez

Si hay algo que el panismo no puede permitirse es que el proceso de selección de su candidato se le termine complejizando hasta convertirse en inmanejable para el propio partido. Hay muchas posibilidades de que eso suceda: hay demasiados precandidatos y las presiones internas llevan hacia un enfrentamiento entre ellos y ha comenzado a menudear el fuego amigo, no sólo hacia los candidatos sino también hacia sus equipos; la dirección del partido luce débil para afrontar esos desafíos y parece ir detrás de los acontecimientos; no sé si el presidente Calderón, pero sin duda sí el equipo presidencial tiene candidatos y existen, allí también, divisiones por esas preferencias, lo que lleva a que haya cuatro precandidatos que se dicen calderonistas. Y el tiempo parece estar ya encima para comenzar a tomar decisiones pero éstas no se adoptan.

Mucho más temprano que tarde el número de precandidatos panistas tendrá que reducirse sustancialmente, sobre todo entre los cuatro integrantes del gabinete. Debería existir una unificación de posiciones en torno a uno de ellos, asumiendo, además, que en la actual situación, ninguno de los cuatro logra crecer en forma significativa, primero porque son muchos y no acumulan obviamente simpatías en forma consistente, y segundo porque no queda claro quién representa qué, y cuáles serán las líneas de continuidad diferenciadas con las del continuismo, que no es lo mismo.

La famosa carta de destape de Ernesto Cordero ha servido para colocar al secretario de Hacienda en la palestra pero no ha alcanzado para posicionarlo con claridad como el precandidato del calderonismo. Las declaraciones de Cordero sobre temas económicos (perfectamente previsibles en un secretario de Hacienda, muy controvertidas para un precandidato presidencial) han logrado hacer más conocido el nombre de Ernesto, pero también, como se muestra con claridad en la encuesta de Beltrán y asociados que se dio a conocer ayer, incrementaron el número de negativos del secretario más cercano en términos personales y políticos al presidente Calderón. Precisamente por eso, no veo que el presidente Calderón haya tomado ya una decisión al respecto. Creo que el llamado por muchos Plan B, que no es más que Alonso Lujambio, está lejos de haber sido descartado y la foto del domingo de Javier Lozano y Lujambio en un acto partidario dejó a muchos pensando en los movimientos que aún pueden darse dentro del calderonismo.

Porque mientras tanto, fuera de él, la vida sigue. No sé que posibilidades puede tener pero, sin duda, Emilio González, el gobernador de Jalisco, quiere continuar en la pelea; Santiago Creel aunque muchos creen que no llegará, parece decidido a seguir hasta el final. Josefina Vázquez Mota sigue con sus recorridos por el país, creciendo en conocimiento e intenciones de voto entre los panistas, sobre todo mientras no queda claro quién, entre los del gabinete, le terminará haciendo frente. Si entre los llamados calderonistas la lógica impone que tiene que ser uno de ellos el que represente a todo ese sector, entre los tres que no son miembros del gabinete, la misma lógica indicaría que si van los tres, o dos, a esa competencia, dividirán sus votos y le abrirían paso a su adversario interno.

El tiempo está muy encima para estas decisiones porque, además, ya han aumentado las presiones, internas y externas, para que los aspirantes comiencen a retirarse de sus cargos (y eso se aplica también para Marcelo Ebrard en el DF y será algo que la inminente salida de Peña Nieto, que dejará la gubernatura en septiembre, terminará catalizando).

Chávez y Cuba; Evo y la tele

El ultranacionalismo termina siendo, siempre, una coartada para gobernar desde el mayor autoritarismo. Qué mejor ejemplo que el presidente venezolano Hugo Chávez que desde hace semanas y con autorización de su congreso, dominado en absoluto por él, gobierna a su país desde Cuba, a donde se refugió para hacerse una operación que nadie sabe fehacientemente de qué fue, ni donde está porque tampoco tiene contacto con su gente y su gobierno. Desde algún lugar de Cuba, el presidente de Venezuela gobierna, expide decretos, publica leyes. Y pareciera que no pasa nada.

Como tampoco porque su muy cercano presidente de Bolivia, Evo Morales, haya descubierto en la apertura de un congreso internacional sobre inseguridad, que la responsable de ésta son, en realidad, las telenovelas, que causan también, aseguró el presidente, la infidelidad de hombres y mujeres. Quizás todo eso tiene relación con otro descubrimiento del Mandatario boliviano: que los hombres que comen mucho huevo se vuelven homosexuales. Cuide su programación televisiva y su dieta.

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