La roca inerte

Sergio Aguayo Quezada

En México las elecciones no sirven para resolver los grandes problemas. Para regresarles el encanto que alguna vez tuvieron deben abrirse las puertas a la participación ciudadana y eso requiere de la reforma política que los diputados afines a Enrique Peña Nieto tienen frenada.

Hace ya bastantes años los ingenuos creíamos que la alternancia nos obsequiaría gobiernos eficaces. Sabíamos que la democracia era lenta, pero jamás nos imaginamos que se comportaría como una roca inerte. Los partidos actúan como si estuviéramos en una democracia porque se desgañitan e insultan sin cesar, pero es raro que lleguen a acuerdos que beneficien a las mayorías. A los ciudadanos nos queda decidir cuánto tiempo de cada jornada le dedicaremos al miedo y cuánto al enojo que provoca observar a políticos prepararse para competir en 2012, como si nada pasara.

Hay por supuesto diferencias en las biografías de Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota, por mencionar a los tres probables, y habría variedad en su estilo de gobernar. Se igualan en la falta o en la pobreza de sus propuestas para el hoy y el ahora. En un reciente discurso López Obrador aseguró que "con la participación organizada del pueblo, vamos a lograr que se inicie, en 2012, una nueva etapa en la historia de México. Vamos a iniciar la transformación de la vida pública de México". Palabras más o menos, el resto de los aspirantes también nos mandan al futuro. Sólo Marcelo Ebrard ha tomado en cuenta a la ciudadanía (aunque con yerros como el de la Supervía), pero sus posibilidades son mínimas por la solidez de la base social de AMLO.

Me pregunto por qué no compiten ellos y sus partidos implementando reformas beneficiosas para las mayorías ya que todos gobiernan una parte del territorio. Me respondo con lo obvio: carecen de un programa de reformas viables o, en caso de tenerlo, sus bases partidistas no los apoyarían porque tienen intereses que defender con el orden establecido. Tampoco tienen por qué arriesgarse, ya que saben que sólo ellos pueden participar en la vida pública. En nuestro tipo de democracia la participación ciudadana está encajonada en las visitas ocasionales a las urnas. Participar en la toma de decisiones es muy complicado. Quien lo dude, intente frenar una construcción ilegal o combatir la corrupción; se desgastará mientras aprende que la frustración tiene tantas caras como la malvada de cualquier telenovela.

Dada la exclusión sigue sorprendiéndome el interés que despiertan los ires y decires de los candidatos. El "chismorroteo" interminable da fe del impulso masoquista y de ese rasgo autoritario que concede a personas atributos sobrehumanos. En el México de hoy ni el César más poderoso podría sacar de la modorra la roca inerte de la democracia. Por eso considero que actualmente las elecciones no sirven; sin reformas a fondo, quien asuma el cargo de presidente en 2012 está condenado a la inmovilidad.

Hay quienes atribuyen el quebranto de la democracia mexicana al carácter de las y los mexicanos. En algo influye por supuesto, pero aunque tomemos en cuenta nuestros traumas y complejos, la sociedad ya hizo la tarea que le exigía la historia. En 1968 multitudes salieron a las calles de la capital y se enfrentaron a las bayonetas exigiendo las libertades más básicas; en 1985 los organismos civiles y la ciudadanía suplieron a un gobierno anquilosado, gris, paralizado; en 2000 la mayoría votó por Vicente Fox. La energía social desplegada en esas y otras ocasiones fue despilfarrada por liderazgos políticos empeñados en demostrar su mediocridad y pequeñez de espíritu. Quienes nos han fallado una y otra vez han sido las élites políticas.

El futuro de México se juega en la capacidad que tiene la participación ciudadana de crecer. Una de sus principales tareas, ¡oh paradoja!, está en relacionarse con aquellos políticos y funcionarios dispuestos a impulsar las causas de interés mayoritario; aunque lo hagan por motivaciones mezquinas. Es el caso con el exhorto del presidente Felipe Calderón a la Cámara para que tenga un período extraordinario de sesiones que apruebe la reforma política o los pronunciamientos de Manlio Fabio Beltrones en ese mismo sentido. En tanto esa retórica no se empate con los hechos, visitar las urnas en 2012 será una pérdida de tiempo, la roca seguirá inerte.

LA MISCELÁNEA

Las muertes del periodista de Notiver (un influyente e independiente diario del puerto veracruzano) Miguel Ángel López Velasco, de su esposa e hijo pudieron haberse evitado. Irrita la rapidez con la cual la Secretaría de Gobernación condenó en un comunicado los asesinatos cuando ha tenido frenado durante dos años el instrumento de protección para periodistas. ¿Cuántos periodistas más tendrán que morir para que Felipe Calderón dedique unos segundos e instruya a José Francisco Blake Mora que apruebe ese documento?

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