Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Pertenecer a una pandilla no es ser miembro de la mafia o de la camorra, tampoco ingresar al cártel o a la clica chicana; ser pandillero significa estar en un grupo de amigos, con un líder, para diversos fines, entre ellos la diversión, cuidarse las espaldas unos a otros, defender los puestos públicos, proteger el barrio.
La sociología da otro uso al concepto, que más refiere a Los Panchitos o a los que son exaltados en la filmografía universal, por defender la tradición, la honra, la raza incluso, en contra de los avances de la civilización, especialmente de esa civilización globalizada que desviste a cualquiera, que desnuda las consciencias, deja en los huesos las almas.
En el caso de este texto, el concepto se ajusta a lo descrito por Philip Roth en Nuestra pandilla, inteligente y divertida sátira política, cuyos personajes fueron, en su momento, Richard M. Nixon y sus comparsas del gobierno, sus compañeros de ruta; hoy, dada la maestría con la que se escribieron los diversos artículos publicados en New York Review of Books, nos refiere a grupos de políticos que en el culmen del poder, lo distorsionan con el propósito de imponer criterios y voluntades, incluso en contra de la razón y de la historia.
Nos refiere a lo que hoy hacen desde Acción Nacional y desde Los Pinos, observado ya por analistas políticos y estudiosos del fenómeno del poder; nos refiere también a lo que fue la “familia revolucionaria”, hoy inexistente, por haber sido desplazada por los poderes fácticos, los de a de veras, los que sí cuentan.
Renward García Medrano, inquieto y sagaz analista, escribió El poder como arma electoral, texto en el que define de qué trata la próxima sucesión presidencial: “Los presidentes de la República no pierden la ciudadanía y tienen los mismos derechos políticos de todos los demás. Felipe Calderón no viola ninguna disposición legal con su obsesión de evitar que el PRI recupere la Presidencia de la República. Quienes lo conocen de tiempo atrás, aseguran que él cree sinceramente que todos los males del país fueron obra de ese partido político, y por eso se ha impuesto la misión de no entregar el poder a un priista.
“En uso de sus derechos, tiene muchos medios para tratar de cumplir ese cometido. Puede mover sus piezas en el Consejo Político Nacional de su partido -la mayoría fueron nombrados por instrucciones de él o le son leales-, para inclinar la balanza a favor del panista que considere mejor para sucederlo. Puede difundir los logros de su gobierno, aunque tendría que hacerlo dentro de dos límites: el ético, que entraña decir la verdad, y el jurídico, que entre otras acotaciones le prohíbe hacer propaganda política en tiempo de elecciones. Límites que sistemáticamente ha rebasado”.
Opera el presidente Calderón, entonces -por ser momentáneamente administrador del poder-, en los límites de la legalidad, al margen de la ética, lo que desequilibra la contienda electoral, lo que es el regreso a todo lo criticado por Acción Nacional cuando fue oposición, pero que hoy usa como herramienta para incidir en el ánimo del elector, hacer de la alternancia -que nada aportó para reformar el modelo político sistémicamente deficiente e insuficiente para las aspiraciones de los mexicanos de hoy- panacea y escudo, a pesar de los errores y horrores cometidos durante los años de administración panista.
Roth pone en boca de Tricky Nixon esas propuestas que, hoy, distorsionan lo que fue la voluntad política de los padres fundadores del PAN.
“Tricky: Señor Práctico, pienso presentar al Congreso el presupuesto pertinente dentro de los diez próximos días, pero permítame decirle lo siguiente: nada grande se puede obtener sin sacrificio. Un programa de investigación y desarrollo como el esbozado por mis asesores científicos no se compra barato. A fin de cuentas, estamos hablando del principio fundamental de la democracia: el voto. No puedo creer que los miembros del Congreso de Estados Unidos vayan a dejarse llevar por el partidismo político cuando se trata de dar un paso como este, que constituirá un gran adelanto no solo para nuestro país, sino también para toda la humanidad… invertimos miles y más miles de millones del contribuyente en un proyecto científico destinado a ampliar la franquicia del voto a personas que no ven, ni hablan, ni oyen, que ni siquiera piensan, en el sentido habitual de la palabra”.
Allí está el contenido programático de la propaganda política diseñada por el presidente constitucional de todos los mexicanos, Felipe Calderón, porque de lo que se trata es permanecer en el limbo de la alternancia, mantener sobre la inquietud de los electores esa zanahoria que avisa, como Pedro, el del lobo, que ya merito llega la hora de la transición. Pero no será así.
García Medrano lo describe a la perfección: “Si los gobiernos panistas hubieran avanzado más allá de la alternancia, si siquiera hubiesen roto con los vicios que condenaban, como la corrupción, la impunidad, el autoritarismo, el engaño, la ilegalidad; si hubiesen reducido la pobreza y la desigualdad que fracturan a la sociedad, habrían aumentado las posibilidades de un tercer gobierno panista. Pero como en vez de resolver los problemas que ya había los han agravado -según cifras oficiales, en los últimos cuatro años se han sumado 10.1 millones de personas a la pobreza- y han creado otros de extrema gravedad, como la violencia, será muy difícil que el panismo mantenga el poder con uno de sus militantes, o incluso con un miembro de la sociedad civil como Jorge Castañeda, por mencionar al más conocido.
“El talante pendenciero del panismo calderonista -Germán Martínez, César Nava- es corrosivo en un país acosado por viejos problemas que se han agravado a pesar de la propaganda gubernamental que lo desmiente, y que vive bajo la amenaza constante de la violencia. Gobernar por medio del conflicto es un grave error a menos, claro, que el presidente esté viendo más lejos, mucho más lejos de las próximas elecciones, y haya tomado la decisión de mantener el poder para su partido a cualquier precio…”.
Los mexicanos tienen en frente el panorama electoral. Muchos no se han dado cuenta, o no quieren hacerlo, o han sido persuadidos por la propaganda política, pero lo cierto es que resultó peor el remedio que la enfermedad. Alejandro Poiré debería hablar, también, de los diez mitos de la alternancia, y de por qué sí es cierto que la procuración de justicia se convierte en instrumento político, para una cacería de brujas.
Pertenecer a una pandilla no es ser miembro de la mafia o de la camorra, tampoco ingresar al cártel o a la clica chicana; ser pandillero significa estar en un grupo de amigos, con un líder, para diversos fines, entre ellos la diversión, cuidarse las espaldas unos a otros, defender los puestos públicos, proteger el barrio.
La sociología da otro uso al concepto, que más refiere a Los Panchitos o a los que son exaltados en la filmografía universal, por defender la tradición, la honra, la raza incluso, en contra de los avances de la civilización, especialmente de esa civilización globalizada que desviste a cualquiera, que desnuda las consciencias, deja en los huesos las almas.
En el caso de este texto, el concepto se ajusta a lo descrito por Philip Roth en Nuestra pandilla, inteligente y divertida sátira política, cuyos personajes fueron, en su momento, Richard M. Nixon y sus comparsas del gobierno, sus compañeros de ruta; hoy, dada la maestría con la que se escribieron los diversos artículos publicados en New York Review of Books, nos refiere a grupos de políticos que en el culmen del poder, lo distorsionan con el propósito de imponer criterios y voluntades, incluso en contra de la razón y de la historia.
Nos refiere a lo que hoy hacen desde Acción Nacional y desde Los Pinos, observado ya por analistas políticos y estudiosos del fenómeno del poder; nos refiere también a lo que fue la “familia revolucionaria”, hoy inexistente, por haber sido desplazada por los poderes fácticos, los de a de veras, los que sí cuentan.
Renward García Medrano, inquieto y sagaz analista, escribió El poder como arma electoral, texto en el que define de qué trata la próxima sucesión presidencial: “Los presidentes de la República no pierden la ciudadanía y tienen los mismos derechos políticos de todos los demás. Felipe Calderón no viola ninguna disposición legal con su obsesión de evitar que el PRI recupere la Presidencia de la República. Quienes lo conocen de tiempo atrás, aseguran que él cree sinceramente que todos los males del país fueron obra de ese partido político, y por eso se ha impuesto la misión de no entregar el poder a un priista.
“En uso de sus derechos, tiene muchos medios para tratar de cumplir ese cometido. Puede mover sus piezas en el Consejo Político Nacional de su partido -la mayoría fueron nombrados por instrucciones de él o le son leales-, para inclinar la balanza a favor del panista que considere mejor para sucederlo. Puede difundir los logros de su gobierno, aunque tendría que hacerlo dentro de dos límites: el ético, que entraña decir la verdad, y el jurídico, que entre otras acotaciones le prohíbe hacer propaganda política en tiempo de elecciones. Límites que sistemáticamente ha rebasado”.
Opera el presidente Calderón, entonces -por ser momentáneamente administrador del poder-, en los límites de la legalidad, al margen de la ética, lo que desequilibra la contienda electoral, lo que es el regreso a todo lo criticado por Acción Nacional cuando fue oposición, pero que hoy usa como herramienta para incidir en el ánimo del elector, hacer de la alternancia -que nada aportó para reformar el modelo político sistémicamente deficiente e insuficiente para las aspiraciones de los mexicanos de hoy- panacea y escudo, a pesar de los errores y horrores cometidos durante los años de administración panista.
Roth pone en boca de Tricky Nixon esas propuestas que, hoy, distorsionan lo que fue la voluntad política de los padres fundadores del PAN.
“Tricky: Señor Práctico, pienso presentar al Congreso el presupuesto pertinente dentro de los diez próximos días, pero permítame decirle lo siguiente: nada grande se puede obtener sin sacrificio. Un programa de investigación y desarrollo como el esbozado por mis asesores científicos no se compra barato. A fin de cuentas, estamos hablando del principio fundamental de la democracia: el voto. No puedo creer que los miembros del Congreso de Estados Unidos vayan a dejarse llevar por el partidismo político cuando se trata de dar un paso como este, que constituirá un gran adelanto no solo para nuestro país, sino también para toda la humanidad… invertimos miles y más miles de millones del contribuyente en un proyecto científico destinado a ampliar la franquicia del voto a personas que no ven, ni hablan, ni oyen, que ni siquiera piensan, en el sentido habitual de la palabra”.
Allí está el contenido programático de la propaganda política diseñada por el presidente constitucional de todos los mexicanos, Felipe Calderón, porque de lo que se trata es permanecer en el limbo de la alternancia, mantener sobre la inquietud de los electores esa zanahoria que avisa, como Pedro, el del lobo, que ya merito llega la hora de la transición. Pero no será así.
García Medrano lo describe a la perfección: “Si los gobiernos panistas hubieran avanzado más allá de la alternancia, si siquiera hubiesen roto con los vicios que condenaban, como la corrupción, la impunidad, el autoritarismo, el engaño, la ilegalidad; si hubiesen reducido la pobreza y la desigualdad que fracturan a la sociedad, habrían aumentado las posibilidades de un tercer gobierno panista. Pero como en vez de resolver los problemas que ya había los han agravado -según cifras oficiales, en los últimos cuatro años se han sumado 10.1 millones de personas a la pobreza- y han creado otros de extrema gravedad, como la violencia, será muy difícil que el panismo mantenga el poder con uno de sus militantes, o incluso con un miembro de la sociedad civil como Jorge Castañeda, por mencionar al más conocido.
“El talante pendenciero del panismo calderonista -Germán Martínez, César Nava- es corrosivo en un país acosado por viejos problemas que se han agravado a pesar de la propaganda gubernamental que lo desmiente, y que vive bajo la amenaza constante de la violencia. Gobernar por medio del conflicto es un grave error a menos, claro, que el presidente esté viendo más lejos, mucho más lejos de las próximas elecciones, y haya tomado la decisión de mantener el poder para su partido a cualquier precio…”.
Los mexicanos tienen en frente el panorama electoral. Muchos no se han dado cuenta, o no quieren hacerlo, o han sido persuadidos por la propaganda política, pero lo cierto es que resultó peor el remedio que la enfermedad. Alejandro Poiré debería hablar, también, de los diez mitos de la alternancia, y de por qué sí es cierto que la procuración de justicia se convierte en instrumento político, para una cacería de brujas.
Comentarios