Francisco Rodríguez / Índice Político
El proceso electoral para renovar las alcaldías hidalguenses ha sido el que menos reflectores ha recibido en el plano nacional, no obstante que los ayuntamientos en disputa son la instancia que, luego de la Presidencia de la República, más importa a la ciudadanía.
Esa falta de atención quizá obedezca a una concepción preestablecida, pero cada vez menos certera: que en esa entidad el PRI gana invariablemente a sus opositores.
Cada vez menos real, en efecto, pues en los comicios de hace un año para renovar la gubernatura y la Legislatura estatal, el instituto blanquiazul no estuvo tan lejos del tricolor en cuanto a número de votos obtenidos por sus candidatos al cargo de mandatario estatal y, por vez primera, en las diputaciones locales no hubo “carro completo” para el priísmo, terminando así la etapa aquella donde se presumía que “de todas, todas”.
El priísta Francisco Olvera, así las cosas, obtuvo poco más del 50% de los votos, en tanto su contendiente panista Xóchitl Gálvez alcanzó arriba del 45% de la voluntad de los sufragantes. De los 18 distritos en disputa, asimismo, los coaligados PAN, PRD y Convergencia ingresaron a tres de los suyos al Palacio Legislativo de Pachuca.
Para que tal sucediera pesó mucho el papel desempeñado entonces por el ahora ex gobernador Miguel Ángel Osorio Chong, cuya principal característica fue el salto mortal hacia atrás que sufrió la entidad, en relación a los relativos avances obtenidos en previas administraciones priístas: un endeudamiento público tres veces superior al recibido de Manuel Ángel Núñez, deficiente manejo de las finanzas públicas –corrupción de por medio, claro está– y un decaimiento en las condiciones y calidad de vida de los ya de por sí empobrecidos hidalguenses, quienes viven en condiciones nada diferentes –sin energía eléctrica, ni agua corriente, mucho menos drenajes– a las de la época de la Colonia.
El de 2010 fue un voto de castigo, en resumidas cuentas, a la fallida gestión de quien ahora es uno de los principales asesores de Enrique Peña Nieto en su precampaña por la Presidencia de la República.
No hay mucha información, pues, sobre las elecciones que el próximo domingo deben celebrarse en Hidalgo.
Si acaso destaca un suceso acontecido este fin de semana, a siete días de que la ciudadanía acuda a las urnas, que retrata fielmente los modos y las manías de ciertos personajes del tricolor, en aras de llevar fielmente a cabo aquello de “cuando pierde, arrebata”.
Pachuca, la capital estatal, es disputada por el PRI a la candidata panista Gloria Romero, quien todo indica lleva las de ganar a un candidato prefabricado –dizque “ciudadano”, whatever that means– por el sindicato patronal, la Coparmex, y el ex gobernador Osorio Chong.
Así, encabezados por el dirigente local priísta Omar Fayad, las hordas tricolores interceptaron a simpatizantes de la candidata albiceleste, contra quienes armaron una escaramuza. Fayad huyó de la escena, no sin antes llamar a los policías municipales, quienes se encargaron de golpear, amenazar y finalmente levantar, entre otros, al dirigente panista Javier Mera.
En razón de lo anterior, la candidata Romero suspendió su campaña y se apostó afuera de las instalaciones de la procuraduría estatal, en demanda de que fuesen liberados Mera y once brigadistas, a quienes detuvieron por el “delito” de repartir propaganda.
Actitudes caciquiles aún no superadas. Fayad, lo mismo que Osorio Chong, pertenecen al “establo” del senador Jesús Murillo Karam –otro asesor principalísimo de Peña Nieto–, quien desde hace más de 15 años es el heredero del cacicazgo ahí eternizado por los Rojo y los Lugo, a su vez herederos de los Austria.
No ha recibido todos los reflectores, pero es casi seguro que, a partir de la próxima semana, Hidalgo va a estar colocado en el mapa de la atención política por el conflicto post-electoral que se avecina.
Índice Flamígero: “Una deuda pública tres veces mayor a la recibida durante el inicio de gestión… aumento del 50 por ciento en el costo de la burocracia… carencias en inversión privada… una actividad minera al borde del colapso… poca participación de las constructoras locales en materia de obra pública, pues se privilegió a aquellas en la que participaba el respectivo “hermano incómodo”… cierre masivo de empresas… y el abandono a los municipios más marginados son parte de las realidades que vivió el estado de Hidalgo durante la administración de Miguel Osorio Chong”, resume el colega Luis Enrique Hernández.
El proceso electoral para renovar las alcaldías hidalguenses ha sido el que menos reflectores ha recibido en el plano nacional, no obstante que los ayuntamientos en disputa son la instancia que, luego de la Presidencia de la República, más importa a la ciudadanía.
Esa falta de atención quizá obedezca a una concepción preestablecida, pero cada vez menos certera: que en esa entidad el PRI gana invariablemente a sus opositores.
Cada vez menos real, en efecto, pues en los comicios de hace un año para renovar la gubernatura y la Legislatura estatal, el instituto blanquiazul no estuvo tan lejos del tricolor en cuanto a número de votos obtenidos por sus candidatos al cargo de mandatario estatal y, por vez primera, en las diputaciones locales no hubo “carro completo” para el priísmo, terminando así la etapa aquella donde se presumía que “de todas, todas”.
El priísta Francisco Olvera, así las cosas, obtuvo poco más del 50% de los votos, en tanto su contendiente panista Xóchitl Gálvez alcanzó arriba del 45% de la voluntad de los sufragantes. De los 18 distritos en disputa, asimismo, los coaligados PAN, PRD y Convergencia ingresaron a tres de los suyos al Palacio Legislativo de Pachuca.
Para que tal sucediera pesó mucho el papel desempeñado entonces por el ahora ex gobernador Miguel Ángel Osorio Chong, cuya principal característica fue el salto mortal hacia atrás que sufrió la entidad, en relación a los relativos avances obtenidos en previas administraciones priístas: un endeudamiento público tres veces superior al recibido de Manuel Ángel Núñez, deficiente manejo de las finanzas públicas –corrupción de por medio, claro está– y un decaimiento en las condiciones y calidad de vida de los ya de por sí empobrecidos hidalguenses, quienes viven en condiciones nada diferentes –sin energía eléctrica, ni agua corriente, mucho menos drenajes– a las de la época de la Colonia.
El de 2010 fue un voto de castigo, en resumidas cuentas, a la fallida gestión de quien ahora es uno de los principales asesores de Enrique Peña Nieto en su precampaña por la Presidencia de la República.
No hay mucha información, pues, sobre las elecciones que el próximo domingo deben celebrarse en Hidalgo.
Si acaso destaca un suceso acontecido este fin de semana, a siete días de que la ciudadanía acuda a las urnas, que retrata fielmente los modos y las manías de ciertos personajes del tricolor, en aras de llevar fielmente a cabo aquello de “cuando pierde, arrebata”.
Pachuca, la capital estatal, es disputada por el PRI a la candidata panista Gloria Romero, quien todo indica lleva las de ganar a un candidato prefabricado –dizque “ciudadano”, whatever that means– por el sindicato patronal, la Coparmex, y el ex gobernador Osorio Chong.
Así, encabezados por el dirigente local priísta Omar Fayad, las hordas tricolores interceptaron a simpatizantes de la candidata albiceleste, contra quienes armaron una escaramuza. Fayad huyó de la escena, no sin antes llamar a los policías municipales, quienes se encargaron de golpear, amenazar y finalmente levantar, entre otros, al dirigente panista Javier Mera.
En razón de lo anterior, la candidata Romero suspendió su campaña y se apostó afuera de las instalaciones de la procuraduría estatal, en demanda de que fuesen liberados Mera y once brigadistas, a quienes detuvieron por el “delito” de repartir propaganda.
Actitudes caciquiles aún no superadas. Fayad, lo mismo que Osorio Chong, pertenecen al “establo” del senador Jesús Murillo Karam –otro asesor principalísimo de Peña Nieto–, quien desde hace más de 15 años es el heredero del cacicazgo ahí eternizado por los Rojo y los Lugo, a su vez herederos de los Austria.
No ha recibido todos los reflectores, pero es casi seguro que, a partir de la próxima semana, Hidalgo va a estar colocado en el mapa de la atención política por el conflicto post-electoral que se avecina.
Índice Flamígero: “Una deuda pública tres veces mayor a la recibida durante el inicio de gestión… aumento del 50 por ciento en el costo de la burocracia… carencias en inversión privada… una actividad minera al borde del colapso… poca participación de las constructoras locales en materia de obra pública, pues se privilegió a aquellas en la que participaba el respectivo “hermano incómodo”… cierre masivo de empresas… y el abandono a los municipios más marginados son parte de las realidades que vivió el estado de Hidalgo durante la administración de Miguel Osorio Chong”, resume el colega Luis Enrique Hernández.
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