Experiencias de Calderón y AMLO

Martha Anaya / Crónica de Política

Es domingo. Los dos han cruzado la frontera norte. Uno está en Palo Alto. El otro, en Los Ángeles. Ambos en California.

Felipe Calderón, vestido con toga, se halla en el estadio de la Universidad de Stanford. Es el orador principal de la ceremonia de graduación de cerca de cuatro mil de sus estudiantes. El ambiente es de fiesta.

Andrés Manuel López Obrador está a las afueras de la alcaldía angelina. A cielo abierto, enfundado en un abrigo, realiza una asamblea –la primera en Estados Unidos– de su movimiento Morena ante centenares de migrantes, adultos en su mayoría.

Calderón habla bajo el zumbido del motor de una avioneta que despliega en lo alto una manta que reza: 40,000 dead. How many more? (40 mil muertos. Cuántos más?)

López Obrador deja ver a sus espaldas una larga manta en la que se lee: ¡Salvemos a México! Morena-USA.

Uno y otro comparten con sus auditorios experiencias personales:

Felipe Calderón les habla a los estudiantes del México de la lucha que enarboló su padre, en Morelia, Michoacán, en aras de la democracia. Una “cruzada heroica y utópica”, les describe, en la que él y su hermana acompañaban a su padre a entregar trípticos, tocar puertas y gritar lemas de campaña.

Un día, recordó el hoy Presidente de la República, se quejó con su padre de que sus esfuerzos eran inútiles, de que a la gente no le importaba y cuando les importaba, el gobierno les robaba los votos. Su padre le dijo que lo tenían que hacer, que era “un deber moral ante el país”.

“También me dijo esto –agregó–: Quizá nunca lleguemos a ver a nadie de nuestro partido que se vuelva Presidente, o gobernador, siquiera, pero la única manera de cambiar pacíficamente a México es de hablar a la conciencia de la gente, del pueblo, y si no lo hacemos, nadie lo va a hacer”.

Andrés Manuel, a su vez, narra a los migrantes su propia experiencia en las pasadas elecciones del 2006, aquellas en las que contendió precisamente con Felipe Calderón y en las que le “robaron la Presidencia”.

Les habla de las distintas opciones que tenía después del “fraude” y de la decisión que finalmente tomó para lograr la transformación del país; de sus recorridos por todos los municipios del país y de la defensa de ciertas causas en que ha participado.

El ex candidato presidencial les explica que el principal problema de México es el predominio “de un grupo que se ha apropiado de los bienes del pueblo y de las instituciones públicas”, que su objetivo es derrotar esa oligarquía por la vía pacífica, construir un nuevo pacto social y cambiar la política económica de élite.

Y ambos apuntan al enemigo a vencer:

Calderón, sin mencionarlo expresamente, se refiere al PRI:

“A su edad, México todavía tenía un régimen autocrático, todos los gobernadores estatales y todos los senadores eran del mismo partido.

“Durante muchas décadas, ese sólo partido controlaba todo: lo que se le permitía decir a los medios, lo que debían enseñar en las escuelas, qué conciertos de rock se permitían, todo. Cuando los estudiantes, como ustedes, protestaban, eran masacrados. Muchos oponentes del régimen simplemente fueron desaparecidos.”

López Obrador señala al PRI y al PAN por parejo:

“El PRI y el PAN son lo mismo, esa es la verdad”, advierte a su audiencia. Ahora mismo hay los que verdaderamente mandan en el país echaron a andar una “operación de recambio” y han convertido a Calderón en “chivo expiatorio”. “Es cierto que Fox, Calderón y otros panistas son responsables del desastre nacional.

“…Pero no debemos olvidar que la actual crisis se originó cuando el PRI estaba en su apogeo, fundamentalmente cuando Salinas entregó a sus allegados las empresas públicas, los bancos y las reservas mineras de la nación. En ese sexenio se creó la actual oligarquía y, en estricto sentido, esa política de pillaje se mantuvo con Zedillo, Fox y hasta ahora con Calderón”

En 20 años de política neoliberal, afirma, se ha concesionado, entregado, el 27% de nuestro territorio. “Ni durante el porfiriato se había llevado a cabo semejante enajenación del suelo patrio”. Por ello, alega que no es exagerado sostener que “la maniobra o el señuelo del regreso del PRI a la Presidencia, sería como el retorno de Antonio López de Santa Anna”.

Estas fueron, en resumen, las visiones que cada uno de ellos –Calderón y López Obrador—ofreció a sus audiencias en Estados Unidos:

Para Calderón, la democracia llegó con el triunfo de los panistas y él es uno de sus adalides; para Obrador, el fraude electoral sigue presente –la prueba está en lo que él mismo vivió en 2006– y la democracia sigue siendo una asignatura pendiente.

De los México actuales –no el del pasado– dibujados por cada uno, las visiones y experiencias narradas por uno y otro son muy distintas, opuestas incluso. ¿A quién le creerán en Estados Unidos?

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