Es la economía

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

En algunas ciudades de América Latina aconsejan caminar con las manos en las bolsas, estar atento a los ojos de quienes se acercan, porque buscan quedarse con lo que es de uno, con parte de lo que con tanto trabajo se ahorró.

Lo mismo ocurre con los gobiernos. El que hoy padecen los mexicanos no es consecuencia de la alternancia; perdón, lector, la sociedad de este aterido país padece precisamente lo contrario de lo que se esperaba con la alternancia, no se ha recuperado la seguridad jurídica ni pública para los que menos tienen; muchos panistas, empeñados en quedarse con todo porque los gobernados olvidaron caminar con las manos dentro de las bolsas, confiaron en que con la distracción de la guerra presidencial contra los barones de la droga, y debido a las consecuencias del combate a la delincuencia organizada, no pusieran atención a lo que verdaderamente hacen y deshacen con la economía mexicana.

El Banco de México, institución que goza de cierta independencia, suele amargar los desayunos a todos los integrantes del Poder Ejecutivo, sobre todo al hacer públicos sus informes, como el más reciente, en el que da cuenta de que en los poco más de diez años que han transcurrido desde la asunción de la Presidencia de la República por los éticos e incorruptibles panistas, la deuda contratada por el gobierno a través de la emisión de bonos en el sistema financiero local, llegó al máximo histórico de 3 billones 257 mil 85 millones de pesos. Se trata de una cantidad que multiplica por 4.5 a la registrada al comenzar diciembre de 2000 y que, para efectos comparativos, equivale a poco menos de una cuarta parte del valor total de los bienes y servicios producidos por la economía nacional en un año.

También reporta el Banco Central en su informe, que cuando en diciembre de 2000 Vicente Fox Quesada se convirtió en el primer presidente panista, la deuda interna del gobierno federal, representada por la venta de bonos a inversionistas nacionales y extranjeros en el mercado local, sumaba 714 mil 773 millones de pesos. La cantidad aumentó 355 por ciento hasta llegar a un nivel, al empezar este mes, de 3 billones 257 mil 85 millones de pesos; es decir, se transitó de los tesobonos a los “panbonos”.

Para dar idea del tamaño del desaguisado económico, el mencionado informe refiere que al inicio de los gobiernos panistas, con una población de 97.5 millones de personas, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, a cada habitante correspondía una porción de deuda interna equivalente a 7 mil 331 pesos. Esta deuda aumentó a 28 mil 993.9 pesos por habitante en junio de este año, si se toma como referencia una población de 112.3 millones de personas en 2010; es decir, el endeudamiento interno por habitante sufrió, en la última década, un crecimiento de 295 por ciento.

El tamaño del saqueo no puede equipararse a lo peor de los gobiernos anteriores a la alternancia, porque otra era la tarea a emprender, porque en ningún momento se tuvieron embodegadas las reservas que se han acumulado y todos los lunes se encargan de publicitar. ¿Cómo es posible que Ernesto Cordero aspire a ser candidato a la Presidencia de la República, cuando las cifras indican su inexperiencia? Pero claro, todavía tiene la cachaza de decir que en esta nación el salario mínimo tiene más poder adquisitivo, y México es un país menos pobre.

Orondo puede sentirse el gabinete económico, pero ¿cómo pueden desmentir lo que las cifras y el sentido común dan como verídico? No hay espacio para refrendar la confianza en los gobiernos del cambio -porque no lo hicieron-, con el agravante de que no se han cuantificado los costos reales de la guerra a la delincuencia organizada.

La dimensión de esa deuda social, humana, ética, moral, económica, determinará la libertad con la cual pueda moverse el próximo gobierno, mande quien mande; no se hagan ilusiones, la esperanza en el significado del Diálogo por la Paz con Justicia y Dignidad parece extinguirse, porque los gobernantes panistas carecen de habilidad e interés político para encausar las demandas de los gobernados, y así convertirse en líderes.

Traven, que no fue mexicano, pero que amó y describió a esta nación como si en ella hubiese nacido, advirtió: “La naturaleza no es tan bestial para causar desastres y destruir, sin haber provisto al hombre del cerebro apropiado para reparar lo destruido y mejorarlo. Pero ante las especulaciones criminales, el hombre se encuentra prácticamente inerme, indefenso. No le es posible ver con claridad lo que ocurre y dónde ocurre, como cuando la naturaleza desconcierta sus planes… De ahí que ningún equipo salvavidas y ningún escuadrón de salvamento lleguen oportunamente al sitio de la catástrofe para mitigar sus crueldades, porque en las catástrofes ocasionadas por el hombre hay solamente un individuo o media docena de individuos que saben el punto preciso en que se origina. Y son esos cuantos individuos los mismos que crean el desastre, quienes no divulgan lo que saben… porque sus ganancias materiales serán mayores mientras más grande sea la confusión que ocasionan intencionalmente”.

No importa, Traven está muerto, todo permanece igual, como si lo hubiese escrito ayer. El gobierno de las manos limpias, se las ensució; el del empleo, no creó fuentes de trabajo como lo prometió, y la alternancia incumplió con lo ofrecido: la transición del modelo político está a la espera de quien se faje, con inteligencia, y negocie el apoyo de los partidos, pero sobre todo el que reúna las cualidades humanas para convocar a la sociedad a restaurar el tejido social, para hacerlo conforme a los intereses de los mexicanos, no de los acreedores.

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