Alejandro Encinas, candidato de la izquierda al gobierno del estado de México, tiene definida la estrategia electoral y postelectoral. Nada nueva, por cierto, pues recurre a un recurso harto conocido que es el de comenzar la descalificación de la elección y sembrar el terreno para una impugnación. A través de algunos medios que no piden mayor certificación de veracidad que la palabra, denuncia un gasto de 500 millones de pesos en la campaña del priísta Eruviel Ávila, con lo cual construye el alegato -si lo pudiera probar- de violación a los topes de gasto de campaña. En paralelo, denuncia sin discriminar a las casas encuestadoras -varias de ellas que han trabajado en distintos momentos para el PRD-, de estar manipulando a la opinión pública a favor del "oficialismo". En el pasado, algunos de quienes han desarrollado la estrategia, no han podido sostenerla en los tribunales electorales, por lo que Encinas y su equipo, que lo saben, también ya comenzaron a denunciar a los órganos electorales. La estrategia es clara: se queja, denuncia, acusa, presenta impugnaciones (todo sin pruebas suficientes), las rechazan los tribunales (cortes compradas, dirán), y sustentan retóricamente que hubo fraude. Esta estrategia puede funcionar siempre y cuando la diferencia entre Encinas y Ávila sea menor de cinco puntos -en el extremo-. Cercanos a Encinas juran que en sus encuestas, está a cuatro puntos de Ávila. Ninguna otra encuesta lo da con una desventaja inferior a los 10 puntos, en el mejor de los casos. Si Encinas diseñó su estrategia sobre la base de esos datos que lo daban casi en un empate técnico, y decidió descalificar al resto de las encuestas, puede estar en un problema muy serio, muy difícil de remontar y muy costoso para su imagen. Claro, existe la posibilidad de que todo México esté mal y que sólo él y sus seguidores, estén en lo correcto, y la verdad absoluta del 3 de julio, será de ellos.
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