El “Wache”

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Le doy una y mil vueltas al alias de Édgar Huerta, El Wache. Deduzco, después de quebrarme la cabeza, que es un pochismo, más que un anglicismo; considero que procede de Watch, vigilar, observar, que debió ser la tarea inicial a él encargada, al momento de incorporarse a la delincuencia: el vigilante, el wache. No daba para más. A eso lo hubieran destinado en la clica de Los Ángeles, California. Su quehacer en el barrio de Watts, en el de Logan o en la Plaza Olvera, lo hubiese mantenido al margen, a menos de que necesitasen un chivo expiatorio.

Esa particularidad de su carácter aparece indicada en las fotografías. Ojos azorados, actitud humillada, siempre con un paso atrás y ansioso de responder a las necesidades de la autoridad, esté representada ésta en lo ilegal o en la legalidad. Édgar Huerta, como en la iniciación de la Mara Salvatrucha, pudo haber asesinado -de la peor manera, a tubazos- a diez, pero carece de la fuerza para ordenar, sugerir, imponer o conocer de la muerte de 600 o más inmigrantes, no tiene la estatura para asumir la responsabilidad de lo que pudiera ser una balmoreada, o un acuerdo secreto con los racistas estadounidenses, para impedir que se les llenen de brownies los empleos y los barrios, las escuelas y los centros de salud, los cargos públicos y las responsabilidades políticas.

Busco una explicación a lo que a todas luces indica plausibilidad, pero es poco probable. Es el momento en que el Demonio de Sócrates con el que comparto la conversación, con el que intercambio opiniones, puntos de vista, lucubraciones, abre la boca e indica: “De la misma forma que las religiones, al identificarse con los sistemas de poder de su momento histórico, los panistas hacen todo lo posible para mutilar y cercenar los peligrosos estímulos de la libertad de expresión, e incidir en el sistema económico, político y de poderes fácticos de esta época masificada, porque se unen como enemigos de la libertad de pensamiento, y hacen todo lo posible -con la ayuda de la violencia legítima del Estado, del terror, de los daños colaterales, del hambre, el desempleo- para mantener a la sociedad en un estado anímico precario, por no decir infantil. Desposeyeron a los mexicanos de su intimidad”.

La información es escueta: “El desertor del Ejército mexicano, Édgar Huerta Montiel, El Wache, fue detenido por la Policía Federal en Fresnillo, Zacatecas, e identificado por el jefe de la División Antidrogas como el coordinador de la matanza de 72 migrantes en agosto de 2010, en el municipio de San Fernando, Tamaulipas; por su parte, funcionarios de la Secretaría de Seguridad Pública federal revelaron que el supuesto integrante del cártel de Los Zetas y jefe de plaza en San Fernando, reconoció haber asesinado de manera directa a 10 de los migrantes, y tener conocimiento de decenas de homicidios en los que los cuerpos de las víctimas fueron colocados en fosas clandestinas en Tamaulipas, distintas a las que se localizaron en mayo de este año y en las cuales se encontraron 193 cadáveres.

“El Wache mencionó que es posible que se hayan cometido al menos otros 600 crímenes, en los cuales las víctimas fueron sepultadas de manera clandestina, ya que ante la disputa que sostienen los cárteles del Golfo y Los Zetas, decenas de camiones de pasajeros fueron detenidos y sus pasajeros interrogados para tratar de identificar a miembros del Golfo que pretendían llegar a puntos controlados por sus rivales”.

Creo que atribuyen a El Wache una sofisticación criminal que supera lo que razonablemente cabría esperar como resultado de los operativos de la Policía Federal. Dicen los que saben: “Si quieres cometer un crimen que quede impune, para qué invitas a alguien a buscarte. Con eso sólo aumentas la posibilidad de que te pesquen”.

Édgar Huerta Montiel es un elemento de distracción, pues las fosas clandestinas no han sido descubiertas en su totalidad en Tamaulipas, mientras que a dos meses de haber sido hallada la primera fosa clandestina en Durango, los cuerpos descubiertos suman ya 238; de los cuerpos localizados, solamente tres han sido identificados, por lo que la Fiscalía del estado determinó el traslado de 26 cuerpos de desconocidos al panteón Valle de los Sabinos, con lo que ya son 94 los restos que han sido inhumados.

Este es el verdadero, auténtico drama de lo que sucede en México: a la desposesión de la intimidad se sucede el borrado de la identidad, pues de un total de 238 despojos encontrados, sólo tres pudieron ser identificados, lo que puede dar visos de realidad a lo que se dice y comenta en los desayunaderos, acerca de un acuerdo secreto entre Estados Unidos y México, para evitar la presión migratoria de ilegales hacia su país, lo que explicaría la duración de Cecilia Romero en el Instituto de Migración, y la permanencia de su sucesor, Salvador Beltrán del Río Madrid: es decir, una hizo y otro hace bien su tarea.

¿Cuál será la verdad acerca de las fosas clandestinas? ¿Ya fueron abiertas todas? ¿Cómo dieron con Édgar Huerta, y cómo lo convencieron? Hay muchas preguntas que permanecerán sin respuesta.

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