El Presidente salió de su burbuja

Salvador García Soto

Pocos presidentes en la historia de México han vivido su mandato tan aislados de la gente como lo ha tenido que hacer Felipe Calderón. Rodeado de un fuerte dispositivo de seguridad, blindado para evitar riesgos o ataques a su persona, el Presidente ha pasado los cuatro años y medio de su mandato encerrado en una burbuja de seguridad que lo ha distanciado y no le ha permitido el contacto con la gente común, en la calle o de manera espontánea.

Al inicio de su mandato, Calderón tuvo que blindarse para evitar los ataques y la persecución política del movimiento de resistencia de Andrés Manuel López Obrador, que desconocieron su triunfo y aparecían en cada acto público para increparlo o agredirlo. Eso hizo que, antes de cualquier presentación del Presidente en público, se aislara y se sellara prácticamente el lugar al que acudiría, incluso varias calles a la redonda, para evitar desaguisados o riesgos para el Mandatario.

Vino después la decisión clave de su sexenio: sacar al Ejército a las calles a combatir el crimen organizado y con esa acción se profundizó el aislamiento. Los golpes a los cárteles de la droga aumentaron el nivel de riesgo y amenazas al Presidente y a su seguridad, lo que hizo que el Estado Mayor Presidencial reforzara e incrementara las medidas de seguridad con protocolos nuevos que no habían tenido otros mandatarios y con la compra de equipo cada vez más sofisticado para proteger la integridad del Presidente: desde un escudo blindado que le acompaña siempre hasta una camilla plegable con todo para atender una situación de atentado, incluso una cirugía de emergencia, o armas con el calibre suficiente para dinamitar el más fuerte blindaje, que está siempre cerca del Mandatario.

En todos los actos del Presidente hay rigurosos filtros de seguridad y se controla en la mayoría de los casos la asistencia de público. El diálogo del jueves entre el presidente Calderón y los ciudadanos del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad era en principio un acto tan blindado como cualquier otro al que asiste el Presidente. Del Museo de Antropología e Historia, primera sede pactada para el encuentro, se movió al Castillo de Chapultepec por la misma razón: el temor a acciones de sabotaje del Sindicato Mexicano de Electricistas, otro de los grupos que persiguen a Calderón en sus apariciones públicas.

Pero una vez que comenzó el encuentro, inédito en su forma y en el fondo, hubo una transformación. El arranque duro, ríspido, en el que Calderón y Sicilia chocaron en sus posiciones y su visión sobre esta guerra contra el crimen y sus resultados, dio paso a un diálogo abierto, franco. El Presidente que comenzó con su mismo discurso autista y nugatorio de los últimos años, dando manotazos a la mesa para justificar sus decisiones, fue otro cuando en el histórico patio del Castillo se escucharon las voces del dolor, las voces de los padres, madres, hijos que han sufrido las pérdidas humanas de esta guerra.

Fue entonces cuando Calderón salió por un momento de su burbuja y cambió el tono y el discurso. Vendría después la exigencia de Sicilia del perdón por las víctimas civiles inocentes de esta guerra y la aceptación del Presidente que pedía perdón pero “porque somos responsables”, pero al mismo tiempo se mantenía en la línea de decir que no se arrepiente de haber iniciado esta estrategia de combate al crimen. Al final fueron las voces de las víctimas, que hablaron a través de sus familiares, con sus desgarradores testimonios y sus exigencias de justicia las que dominaron la reunión y ahí se vio un gesto que muy poco se le ha visto al Presidente aislado: Calderón se paró y fue hasta el asiento donde doña María, una mujer que ha perdido a cuatro hijos en esta guerra, para darle un abrazo de consuelo y ofrecerle apoyo para encontrar a sus hijos desaparecidos.

¿SENSIBILIZACIÓN O CAMPAÑA?

Más parlamentario que Ejecutivo, Calderón demostró que se mueve mucho mejor en los ámbitos del debate y el diálogo. Se vio incluso más suelto que el propio Javier Sicilia. Es muy posible que este evento del diálogo con los ciudadanos sea aprovechado por el Presidente y sus estrategas políticos para iniciar una campaña que coloque el tema de la inseguridad como la bandera central para la elección de 2012.

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