Carlos Ramírez / Indicador Político
La ventaja del candidato priísta al Gobierno del Estado de México sobre la oposición es una repetición de la elección de 1993, cuando el candidato priísta Emilio Chuayffet ganó con el 62% de los votos, contra 17.8% del candidato panista Luis Felipe Bravo Mena y 8.7% del candidato perredista Alejandro Encinas.
La principal lección de la oposición, tres elecciones estatales después, radica en el error de combatir al PRI en los medios y no en las estructuras de poder. El PAN y el PRD no revisaron su derrota de las municipales del 2009 cuando el PRI le arrebató al PAN el corredor azul y al PRD la zona popular de Nezahualcóyotl.
El principal error de la oposición en el Estado de México fue hacer una campaña contra el gobernador Enrique Peña Nieto y no preparar una estrategia local basada en el dato más revelador de las pasadas elecciones: El PRI ha ganado los gobiernos estatales pero ha bajado su votación con respecto a la lista nominal de electores de 40% en 1981 a 20% en la elección de Peña Nieto el 2005.
Es decir, el PRI depende solamente de su voto duro, no ha ganado nuevos votantes y ha perdido votos con respecto a su techo de 1993: casi 2 millones de votos. En el periodo 1987-2011, el padrón electoral se triplicó pero el PRI ha mantenido sus mismos votos. El dato fue desaprovechado por la oposición: El PAN y el PRD no hicieron algo para ganar a los nuevos electores ni para recuperar los que perdieron en las municipales.
De ahí que la estrategia del PRI sea la de bajar el volumen de votantes debajo de 45% para mantener su tendencia de 52% de los votos en las encuestas. Pero hasta donde se han visto las campañas de la opos
ición, el PAN y el PRD no han logrado estimular que el flujo de votantes sea mayor a 55%. Por tanto, el PRI tiene más que seguro a su voto duro y leal y con ello piensa ganar las elecciones. No era difícil la posibilidad de que la oposición aumentara la tendencia de sus votos, pues hace seis años logró 25% para el PAN y 25% para el PRD. El descuido, la apatía, la ausencia de organización y sobre todo las pugnas internas desplomaron el voto por la oposición.
Luis Felipe Bravo Mena y Alejandro Encinas supusieron que sus solos nombres iban a disparar la tendencia de los votos. La tendencia de las encuestas son muy parecidas a las de 1993, sólo que al revés: El PAN baja a una media de 18%, contra el pico de 35.5% de 1999 con José Luis Durán Reveles y el PRD disminuye de su pico de 25% de 2005 con Yeidkol Polevnsky.
El candidato priísta Eruviel Ávila llegó ya a un techo de 52% de tendencia de votos en encuestas telefónicas con un cálculo aproximado de 2 millones de votos, casi los mismos que logró Chuayffet en 1993 con el 62.6% de los votos. La apuesta priísta, por tanto, radica en bajar la afluencia de votantes con el discurso triunfalista del “ya ganó” y con ello desalentar la presencia en casillas. La oposición no entendió la lógica de las cifras y no convirtió el ir a votar en el discurso central de campaña.
La lista de errores de la oposición es bastante larga, de la cual sobresalen los que parecen los más importantes:
--La oposición no entendió que la clave de las derrotas priístas en Oaxaca, Puebla y Sinaloa no fue solamente el modelo de las alianzas PAN-PRD sino el objetivo de llevar a los ciudadanos a votar.
--El PAN y el PRD se contentaron con la figura de sus candidatos y se olvidaron de las dos necesidades básicas de una elección: una estructura de partido dinámica y con presencia territorial y una estructura electoral para movilizar el voto y cuidar las votaciones. Es la hora en que por sí solos el PAN y el PRD no alcanzan a cubrir la mitad de las casillas.
--El PAN y el PRD no convirtieron a los nuevos votantes de los últimos dieciocho años en su objetivo y se dedicaron a hacer una campaña mediática sin objetivos precisos. La clave del ascenso de la oposición en el pasado electoral mexiquense estuvo en la conquista de los nuevos electores, de los jóvenes con mentalidad más moderna y anti priístas.
--Bravo Mena y Encinas hicieron campaña contra Peña Nieto ignorando su fuerte posicionamiento local basado en los programas asistencialistas y se olvidaron de la presentación específica de programas locales.
--En los dos debates oficiales, el candidato del PRI fue muy cuidadoso en centrar sus propuestas en asuntos locales y en el enlistado de los programas asistencialistas, en tanto que Encinas y Bravo Mena carecieron de sensibilidad para saber que los votantes van a elegir al que les dé más programas que cubran gratuitamente sus necesidades. Encinas perdió tiempo en filosofar sobre la diferencia entre programa social y programa asistencialista, olvidando que en el DF el PRD ha comprado lealtades electorales con programas específicos de entregas gratuitas de bienes y servicios.
--El PAN y el PRD hicieron una campaña de tipo nacional, en tanto que el PRI desarrollo una campaña a nivel de piso y tierra. La presencia de López Obrador fue escasa y no logró reactivar la actividad política de oposición en la entidad. La campaña política del PAN se centró en la presencia de los precandidatos presidenciales panistas pero sin ningún efecto político en los electores mexiquenses. La vieja idea priísta de que el estado ganaba mucho si había relación directa gobernador-presidente de la república no funcionó en el PAN y el PRD porque los mexiquenses ven adelantado a Peña Nieto y por ahora sin competencia.
--El PRD descubrió demasiado tarde la estructuración parcial al PRI del Instituto Electoral del Estado de México pero no supo denunciarlo a tiempo y con precisión.
Al final, la oposición se vio apática y le apuesta al milagro.
La ventaja del candidato priísta al Gobierno del Estado de México sobre la oposición es una repetición de la elección de 1993, cuando el candidato priísta Emilio Chuayffet ganó con el 62% de los votos, contra 17.8% del candidato panista Luis Felipe Bravo Mena y 8.7% del candidato perredista Alejandro Encinas.
La principal lección de la oposición, tres elecciones estatales después, radica en el error de combatir al PRI en los medios y no en las estructuras de poder. El PAN y el PRD no revisaron su derrota de las municipales del 2009 cuando el PRI le arrebató al PAN el corredor azul y al PRD la zona popular de Nezahualcóyotl.
El principal error de la oposición en el Estado de México fue hacer una campaña contra el gobernador Enrique Peña Nieto y no preparar una estrategia local basada en el dato más revelador de las pasadas elecciones: El PRI ha ganado los gobiernos estatales pero ha bajado su votación con respecto a la lista nominal de electores de 40% en 1981 a 20% en la elección de Peña Nieto el 2005.
Es decir, el PRI depende solamente de su voto duro, no ha ganado nuevos votantes y ha perdido votos con respecto a su techo de 1993: casi 2 millones de votos. En el periodo 1987-2011, el padrón electoral se triplicó pero el PRI ha mantenido sus mismos votos. El dato fue desaprovechado por la oposición: El PAN y el PRD no hicieron algo para ganar a los nuevos electores ni para recuperar los que perdieron en las municipales.
De ahí que la estrategia del PRI sea la de bajar el volumen de votantes debajo de 45% para mantener su tendencia de 52% de los votos en las encuestas. Pero hasta donde se han visto las campañas de la opos
ición, el PAN y el PRD no han logrado estimular que el flujo de votantes sea mayor a 55%. Por tanto, el PRI tiene más que seguro a su voto duro y leal y con ello piensa ganar las elecciones. No era difícil la posibilidad de que la oposición aumentara la tendencia de sus votos, pues hace seis años logró 25% para el PAN y 25% para el PRD. El descuido, la apatía, la ausencia de organización y sobre todo las pugnas internas desplomaron el voto por la oposición.
Luis Felipe Bravo Mena y Alejandro Encinas supusieron que sus solos nombres iban a disparar la tendencia de los votos. La tendencia de las encuestas son muy parecidas a las de 1993, sólo que al revés: El PAN baja a una media de 18%, contra el pico de 35.5% de 1999 con José Luis Durán Reveles y el PRD disminuye de su pico de 25% de 2005 con Yeidkol Polevnsky.
El candidato priísta Eruviel Ávila llegó ya a un techo de 52% de tendencia de votos en encuestas telefónicas con un cálculo aproximado de 2 millones de votos, casi los mismos que logró Chuayffet en 1993 con el 62.6% de los votos. La apuesta priísta, por tanto, radica en bajar la afluencia de votantes con el discurso triunfalista del “ya ganó” y con ello desalentar la presencia en casillas. La oposición no entendió la lógica de las cifras y no convirtió el ir a votar en el discurso central de campaña.
La lista de errores de la oposición es bastante larga, de la cual sobresalen los que parecen los más importantes:
--La oposición no entendió que la clave de las derrotas priístas en Oaxaca, Puebla y Sinaloa no fue solamente el modelo de las alianzas PAN-PRD sino el objetivo de llevar a los ciudadanos a votar.
--El PAN y el PRD se contentaron con la figura de sus candidatos y se olvidaron de las dos necesidades básicas de una elección: una estructura de partido dinámica y con presencia territorial y una estructura electoral para movilizar el voto y cuidar las votaciones. Es la hora en que por sí solos el PAN y el PRD no alcanzan a cubrir la mitad de las casillas.
--El PAN y el PRD no convirtieron a los nuevos votantes de los últimos dieciocho años en su objetivo y se dedicaron a hacer una campaña mediática sin objetivos precisos. La clave del ascenso de la oposición en el pasado electoral mexiquense estuvo en la conquista de los nuevos electores, de los jóvenes con mentalidad más moderna y anti priístas.
--Bravo Mena y Encinas hicieron campaña contra Peña Nieto ignorando su fuerte posicionamiento local basado en los programas asistencialistas y se olvidaron de la presentación específica de programas locales.
--En los dos debates oficiales, el candidato del PRI fue muy cuidadoso en centrar sus propuestas en asuntos locales y en el enlistado de los programas asistencialistas, en tanto que Encinas y Bravo Mena carecieron de sensibilidad para saber que los votantes van a elegir al que les dé más programas que cubran gratuitamente sus necesidades. Encinas perdió tiempo en filosofar sobre la diferencia entre programa social y programa asistencialista, olvidando que en el DF el PRD ha comprado lealtades electorales con programas específicos de entregas gratuitas de bienes y servicios.
--El PAN y el PRD hicieron una campaña de tipo nacional, en tanto que el PRI desarrollo una campaña a nivel de piso y tierra. La presencia de López Obrador fue escasa y no logró reactivar la actividad política de oposición en la entidad. La campaña política del PAN se centró en la presencia de los precandidatos presidenciales panistas pero sin ningún efecto político en los electores mexiquenses. La vieja idea priísta de que el estado ganaba mucho si había relación directa gobernador-presidente de la república no funcionó en el PAN y el PRD porque los mexiquenses ven adelantado a Peña Nieto y por ahora sin competencia.
--El PRD descubrió demasiado tarde la estructuración parcial al PRI del Instituto Electoral del Estado de México pero no supo denunciarlo a tiempo y con precisión.
Al final, la oposición se vio apática y le apuesta al milagro.
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