Rubén Cortés
Sólo en una democracia puede Javier Sicilia decir lo que quiere y en el tono que quiere, expresar lo que le da la gana del Presidente de la República y luego ser recibido por éste. Sin embargo, no quiere elecciones. En todo caso no las defiende. Da igual: no es un demócrata.
Dijo a Proceso que en México no existen condiciones para elegir al sustituto de Felipe Calderón:
“Cómo vamos a ir a las elecciones si no van a poder ni siquiera instalar las casillas y si lo hacen va a ser con la anuencia de los narcos. Uno se tendrá que preguntar por qué cártel va a tener que votar. De eso no se está dando cuenta el presidente y por desgracia tampoco el Poder Legislativo ni los partidos, que es lo más grave”.
¿De dónde saca que en 2012 será imposible colocar casillas? ¿Y que si se puede será con anuencia de los narcos? De su empeño en hablar de todo, aunque sepa poco, siempre que le acerque los reflectores, a los que tomó gusto.
Porque antes alabó la democracia, con Ana Paula Ordorica y Pablo Hiriart, en Frente al País, de Imagen: “El diálogo con el Presidente fue un buen ejercicio de democracia”.
Y cuando tuvo al Presidente delante lo abrazó y regaló un escapulario, pero eso es anecdótico. Lo importante estuvo en la voz de las víctimas que no hacen política, como hace Javier Sicilia.
Pero, y por decencia intelectual, tomemos a Javier Sicilia por alguien serio, pues su bandera era necesaria, legítima, dolorosa y, ciertamente, parecía ignorada: la de las víctimas de esta guerra.
Por eso su declaración a Proceso abre las compuertas a un retroceso de nuestra democracia y pone en liquidación su causa porque es parte de una antiestética forma de hacer política… ramplona y provocadora, incluso.
Es tal es el odio antipriista de Javier Sicilia–producto de su educación jesuita con notables resabios cristeros- que prefiere se cancelen las elecciones ante la posibilidad de que el PRI gane regrese a la Presidencia en 2012.
Está en su derecho de hacer política antiestética o ramplona, pero no debe escudarse en una causa justa como la de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico, para promover posiciones políticas anarcoides, que hacen el juego a la extrema derecha y los enemigos de México.
Debería saber que los verdaderos demócratas votan frente a cualquier amenaza, como los peruanos frente a Sendero Luminoso, los afganos frente al Talibán, los iraquíes frente a Al Qaeda, los colombianos frente a Pablo Escobar frente a la guerrilla comunista y los cárteles…
En último caso, la función del Ejército sería cuidar las urnas y defender nuestra democracia. Que para eso está.
Sólo en una democracia puede Javier Sicilia decir lo que quiere y en el tono que quiere, expresar lo que le da la gana del Presidente de la República y luego ser recibido por éste. Sin embargo, no quiere elecciones. En todo caso no las defiende. Da igual: no es un demócrata.
Dijo a Proceso que en México no existen condiciones para elegir al sustituto de Felipe Calderón:
“Cómo vamos a ir a las elecciones si no van a poder ni siquiera instalar las casillas y si lo hacen va a ser con la anuencia de los narcos. Uno se tendrá que preguntar por qué cártel va a tener que votar. De eso no se está dando cuenta el presidente y por desgracia tampoco el Poder Legislativo ni los partidos, que es lo más grave”.
¿De dónde saca que en 2012 será imposible colocar casillas? ¿Y que si se puede será con anuencia de los narcos? De su empeño en hablar de todo, aunque sepa poco, siempre que le acerque los reflectores, a los que tomó gusto.
Porque antes alabó la democracia, con Ana Paula Ordorica y Pablo Hiriart, en Frente al País, de Imagen: “El diálogo con el Presidente fue un buen ejercicio de democracia”.
Y cuando tuvo al Presidente delante lo abrazó y regaló un escapulario, pero eso es anecdótico. Lo importante estuvo en la voz de las víctimas que no hacen política, como hace Javier Sicilia.
Pero, y por decencia intelectual, tomemos a Javier Sicilia por alguien serio, pues su bandera era necesaria, legítima, dolorosa y, ciertamente, parecía ignorada: la de las víctimas de esta guerra.
Por eso su declaración a Proceso abre las compuertas a un retroceso de nuestra democracia y pone en liquidación su causa porque es parte de una antiestética forma de hacer política… ramplona y provocadora, incluso.
Es tal es el odio antipriista de Javier Sicilia–producto de su educación jesuita con notables resabios cristeros- que prefiere se cancelen las elecciones ante la posibilidad de que el PRI gane regrese a la Presidencia en 2012.
Está en su derecho de hacer política antiestética o ramplona, pero no debe escudarse en una causa justa como la de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico, para promover posiciones políticas anarcoides, que hacen el juego a la extrema derecha y los enemigos de México.
Debería saber que los verdaderos demócratas votan frente a cualquier amenaza, como los peruanos frente a Sendero Luminoso, los afganos frente al Talibán, los iraquíes frente a Al Qaeda, los colombianos frente a Pablo Escobar frente a la guerrilla comunista y los cárteles…
En último caso, la función del Ejército sería cuidar las urnas y defender nuestra democracia. Que para eso está.
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