Diferencia de Sicilia con Wallace y Martí

Rubén Cortés

Javier Sicilia no parece confundido en su gusto por los reflectores y en el apego a su personaje, mezcla de disfraz de Hemingway en la guerra civil española, con los dos relojes de Fidel Castro en el asalto al Moncada y el sombrero y las botas de Indiana Jones.

Fuera de eso, el padre de un joven asesinado el 28 de marzo por un sicario del cártel del Pacífico Sur, carece de un discurso estructurado en su oposición a la guerra del gobierno contra el narcotráfico.

Eso lo diferencia de otros padres de víctimas y dedicados, cómo él, a conseguir que la sociedad tenga más voz en ese tema, como Isabel Miranda de Wallace, presidenta de la Asociación Alto al Secuestro, y Alejandro Martí, de México SOS.

Éstos enarbolan banderas claramente identificadas contra la impunidad, la corrupción policiaca, por conseguir mejores legislaciones contra el secuestro y para agilizar la tramitación de la justicia.

Por ejemplo, tras un año de presión, ambos destrabaron la ley antisecuestro aprobada por unanimidad en la Cámara de Diputados, que plantea 70 años de cárcel para los plagiarios y que los diputados querían mantener engavetada, pues a cada apartado le ponían peros.

Wallace, incluso, logró que la justicia modificara la sentencia al principal acusado por la muerte de su hijo, César Freyre, quien fue condenado primero a 47 años por el juez 16 de Distrito de Procesos Penales federales en el Distrito Federal, Augusto Octavio Mejía Ojeda.

“Usted es un blandengue, señor juez, y, si le faltan tamaños, yo le presto mis enaguas, pero que no le tiemble la mano para hacer justicia”, se quejó Wallace. Un mes después, la sentencia fue modificada y Freyre recibió la pena máxima de 96 años de cárcel.

En cambio, ¿qué busca Sicilia con su lucha? Pues, además de querer llamar la atención con una mediática parafernalia tipo guerrilla fashion… nada tangible, a juzgar por su discurso confuso, salpicado de frases de contenido a veces religioso, otras coloquiales, en ocasiones poéticas.

Veamos:

—Estamos hasta la madre de ustedes, políticos, y no me refiero a ninguno en particular.

—Si no nos servimos, no nos amamos, si protegemos intereses… vamos a perder nuestra dignidad.

—Que le llegue al corazón de la clase política y de los criminales y vuelvan a transformar su vida en función del ser humano.

—Los políticos y los asesinos tienen la posibilidad de cambiar y ese cambio se da en el corazón y con ello rescatar la vida democrática.

—Estos cabrones tienen que dar cuentas a la ciudadanía, éste es nuestro trabajo, si no nos unimos como ciudadanía.

Es decir, la de Sicilia es la madre de todas las confusiones.

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