Miguel Ángel Granados Chapa
El próximo domingo habrá en Nayarit comicios locales, para elegir a un gobernador (o gobernadora), 20 ayuntamientos y 18 diputados de mayoría. Fueron postulados cinco aspirantes a la gubernatura, no obstante lo cual sólo dos participan con verdaderas posibilidades de triunfo. Se trata de la candidata de Acción Nacional, diputada federal (con licencia) Marta Elena García, que figura en encuestas como la publicada por el diario Reforma el jueves pasado con el segundo lugar en preferencias: 33.5 por ciento. Y Roberto Sandoval, candidato del PRI (en coalición con el Verde y el Panal), alcalde de Tepic con licencia, por quien se inclinan 49.6 por ciento de los interrogados.
La diferencia parece suficientemente amplia como para tener tranquilo a Sandoval. Pero el 13 por ciento de los encuestados no dijo cuál era su preferencia y tres por ciento se manifestó indeciso. Reunidas esas categorías suman el 16 por ciento que separa a la aspirante panista del priista. Por supuesto que no todos los que tienen pendiente resolver su dilema electoral, ni la totalidad de los que rehusaron responder se inclinará el domingo por García. Pero lo cierto es que, si el sondeo sirve como base para un pronóstico, el resultado será mucho más apretado de lo que hoy las cifras indican, y que cualquiera de esos candidatos puede triunfar. Podría pensarse que por la fuerza del aparato priista y el apoyo financiero del Gobierno Estatal Sandoval tiene asegurada la victoria. Pero habría que irse con cuidado ante esa afirmación. El alcalde de Tepic impuso su candidatura contra la voluntad de Ney González, el gobernador saliente, y esa actitud podría reflejarse en las urnas. También podría notarse en esa jornada la renuencia con que los senadores Gerardo Montenegro y René Mejía aceptaron que Sandoval ganara la candidatura a que ambos aspiraron. Ninguno se decidió a irse del PRI formalmente, pero no se percibe que trabajen con ardor y solidaridad partidaria a favor de quien los dejó atrás en la disputa interna.
En cambio, la diputada García llega al momento electoral en circunstancias que pueden serle favorables. Si bien el financiamiento público de Acción Nacional es exiguo, como lo ha sido su presencia electoral, ella misma ha estado en condiciones de recabar apoyos privados que impidieron que su campaña fuera menesterosa. Su marido, el exgobernador Antonio Echevarría es presidente el poderoso consorcio Alica, y sus contactos con el sector adinerado de Nayarit pudieron ser útiles.
La postulación de García hizo culminar una breve aunque sinuosa carrera pública. Echevarría, su marido, fue miembro del PRI y tesorero de varios gobiernos de esa filiación. Abandonó ese partido en 1999 y apoyado por una vasta coalición ganó la gubernatura. La pareja se aproximó al PAN, uno de los partidos que postularon a Echevarría, pero los dos rompieron ácidamente con él cuando el comité nacional panista -encabezado a la sazón por Luis Felipe Bravo Mena-frenó la pretensión de que Marta Elena sucediera en el gobierno a Antonio, postulada por el PAN. Inspirada en el ejemplo de Marta Sahagún, la señora Echevarría quiso reemplazar a su marido en el palacio de gobierno y el PAN la atajó diciendo que, por "decoro político", no permitiría una sucesión conyugal. La cúpula panista designó entonces directamente a Manuel Pérez Cárdenas, un magnífico funcionario que se convirtió en mal candidato debido al reconcomio de los Echevarria contra el PAN y sólo alcanzó el seis por ciento de los votos en 2005. El PRI recuperó entonces el gobierno del estado.
Fuera del gobierno y alejados del PAN, los Echevarría se aproximaron a Andrés Manuel López Obrador. Seguramente influyeron también otros factores, pero su apoyo contó para que el candidato de la coalición Por el bien de todos, alcanzara el mayor número de votos en Nayarit, y Felipe Calderón quedara en el extremo opuesto. El acercamiento al PRD valió a García que ese partido la postulara a una diputación federal en 2009. La gestión para enrolarla y para, ya en San Lázaro, hacer que presidiera la Comisión de equidad de género, estuvo a cargo de Guadalupe Acosta Naranjo.
Político de medio nivel, que alcanzó aun la presidencia del PRD sólo en razón de su pertenencia a Nueva Izquierda, Acosta Naranjo tiene en su tierra el nivel que le corresponde. Sin embargo, PAN y PRD convinieron en que fuera el candidato de la coalición que formarían. Sin embargo, García se inscribió en el proceso interno perredista para ser precandidata de la alianza que, a la postre, se frustró cuando se vinieron abajo las proyectadas para Coahuila y México. En esa contienda, García superó a Acosta, y el PAN, olvidado de los agravios que le infirió la exitosa diputada federal, y superada la coyuntura que antes la había estorbado (no suceder en el gobierno a su marido) la hizo su candidata, y cifra en ella la única esperanza real de ganar una gubernatura el 3 de julio. Acosta se quedó solo. El PT y Convergencia apoyan a otro candidato, Nayar Mayorquín, que ganará pocos votos, arrebatados a los que otro candidato perredista podría obtener. Un partido local de izquierda, el de la Revolución socialista, postula a Donaciano Robles, con presencia aún menor. Si Acosta ejerciera un mínimo de congruencia y gallardía política, todavía hoy podría abandonar la contienda y pedir a sus seguidores que voten por la candidata del PAN. Al fin y al cabo, con ese partido ha estado a partir un piñón y la candidata fue miembro de la fracción de que fue vicecoordinador.
El próximo domingo habrá en Nayarit comicios locales, para elegir a un gobernador (o gobernadora), 20 ayuntamientos y 18 diputados de mayoría. Fueron postulados cinco aspirantes a la gubernatura, no obstante lo cual sólo dos participan con verdaderas posibilidades de triunfo. Se trata de la candidata de Acción Nacional, diputada federal (con licencia) Marta Elena García, que figura en encuestas como la publicada por el diario Reforma el jueves pasado con el segundo lugar en preferencias: 33.5 por ciento. Y Roberto Sandoval, candidato del PRI (en coalición con el Verde y el Panal), alcalde de Tepic con licencia, por quien se inclinan 49.6 por ciento de los interrogados.
La diferencia parece suficientemente amplia como para tener tranquilo a Sandoval. Pero el 13 por ciento de los encuestados no dijo cuál era su preferencia y tres por ciento se manifestó indeciso. Reunidas esas categorías suman el 16 por ciento que separa a la aspirante panista del priista. Por supuesto que no todos los que tienen pendiente resolver su dilema electoral, ni la totalidad de los que rehusaron responder se inclinará el domingo por García. Pero lo cierto es que, si el sondeo sirve como base para un pronóstico, el resultado será mucho más apretado de lo que hoy las cifras indican, y que cualquiera de esos candidatos puede triunfar. Podría pensarse que por la fuerza del aparato priista y el apoyo financiero del Gobierno Estatal Sandoval tiene asegurada la victoria. Pero habría que irse con cuidado ante esa afirmación. El alcalde de Tepic impuso su candidatura contra la voluntad de Ney González, el gobernador saliente, y esa actitud podría reflejarse en las urnas. También podría notarse en esa jornada la renuencia con que los senadores Gerardo Montenegro y René Mejía aceptaron que Sandoval ganara la candidatura a que ambos aspiraron. Ninguno se decidió a irse del PRI formalmente, pero no se percibe que trabajen con ardor y solidaridad partidaria a favor de quien los dejó atrás en la disputa interna.
En cambio, la diputada García llega al momento electoral en circunstancias que pueden serle favorables. Si bien el financiamiento público de Acción Nacional es exiguo, como lo ha sido su presencia electoral, ella misma ha estado en condiciones de recabar apoyos privados que impidieron que su campaña fuera menesterosa. Su marido, el exgobernador Antonio Echevarría es presidente el poderoso consorcio Alica, y sus contactos con el sector adinerado de Nayarit pudieron ser útiles.
La postulación de García hizo culminar una breve aunque sinuosa carrera pública. Echevarría, su marido, fue miembro del PRI y tesorero de varios gobiernos de esa filiación. Abandonó ese partido en 1999 y apoyado por una vasta coalición ganó la gubernatura. La pareja se aproximó al PAN, uno de los partidos que postularon a Echevarría, pero los dos rompieron ácidamente con él cuando el comité nacional panista -encabezado a la sazón por Luis Felipe Bravo Mena-frenó la pretensión de que Marta Elena sucediera en el gobierno a Antonio, postulada por el PAN. Inspirada en el ejemplo de Marta Sahagún, la señora Echevarría quiso reemplazar a su marido en el palacio de gobierno y el PAN la atajó diciendo que, por "decoro político", no permitiría una sucesión conyugal. La cúpula panista designó entonces directamente a Manuel Pérez Cárdenas, un magnífico funcionario que se convirtió en mal candidato debido al reconcomio de los Echevarria contra el PAN y sólo alcanzó el seis por ciento de los votos en 2005. El PRI recuperó entonces el gobierno del estado.
Fuera del gobierno y alejados del PAN, los Echevarría se aproximaron a Andrés Manuel López Obrador. Seguramente influyeron también otros factores, pero su apoyo contó para que el candidato de la coalición Por el bien de todos, alcanzara el mayor número de votos en Nayarit, y Felipe Calderón quedara en el extremo opuesto. El acercamiento al PRD valió a García que ese partido la postulara a una diputación federal en 2009. La gestión para enrolarla y para, ya en San Lázaro, hacer que presidiera la Comisión de equidad de género, estuvo a cargo de Guadalupe Acosta Naranjo.
Político de medio nivel, que alcanzó aun la presidencia del PRD sólo en razón de su pertenencia a Nueva Izquierda, Acosta Naranjo tiene en su tierra el nivel que le corresponde. Sin embargo, PAN y PRD convinieron en que fuera el candidato de la coalición que formarían. Sin embargo, García se inscribió en el proceso interno perredista para ser precandidata de la alianza que, a la postre, se frustró cuando se vinieron abajo las proyectadas para Coahuila y México. En esa contienda, García superó a Acosta, y el PAN, olvidado de los agravios que le infirió la exitosa diputada federal, y superada la coyuntura que antes la había estorbado (no suceder en el gobierno a su marido) la hizo su candidata, y cifra en ella la única esperanza real de ganar una gubernatura el 3 de julio. Acosta se quedó solo. El PT y Convergencia apoyan a otro candidato, Nayar Mayorquín, que ganará pocos votos, arrebatados a los que otro candidato perredista podría obtener. Un partido local de izquierda, el de la Revolución socialista, postula a Donaciano Robles, con presencia aún menor. Si Acosta ejerciera un mínimo de congruencia y gallardía política, todavía hoy podría abandonar la contienda y pedir a sus seguidores que voten por la candidata del PAN. Al fin y al cabo, con ese partido ha estado a partir un piñón y la candidata fue miembro de la fracción de que fue vicecoordinador.
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