Francisco Rodríguez / Índice Político
¿En qué consisten las evaluaciones de control de confianza? ¿Cómo se trata a quienes buscan que la poco confiable y fallida Administración del señor Felipe Calderón les otorgue un certificado en el que se lea que son confiables?
Desde antes de las seis de la mañana, forman en la calle de Varsovia, esquina con el Paseo de la Reforma, a los centenares de peticionarios del trámite. Día a día. Todos los días laborables.
Ahí no hay distingo de cargos. Lo mismo se alinean los subprocuradores que los policías municipales, todos revueltos. De un lado los que van por primera vez a presentar los exámenes. Por el otro, quienes ya llevan dos o tres días realizando el trámite. Y lo mismo, mujeres, hombres, genízaros de la SSP federal, aduanales, los que van por ratificaciones de permisos colectivos de armas, agentes de migración, de todo “como en botica”. La cita es a las seis de la mañana y se debe llegar en ayunas… si el primer día no hay suerte y no hay cupo para los exámenes de laboratorio –orina y sangre–, tendrá que regresar al día siguiente sin volver a probar alimento, o hasta el tercero, quizá en el cuarto día. En ayunas, todo el tiempo.
Apenas se ingresa a las instalaciones, se llena un formulario: nombre, datos personales, dependencia, puesto actual o “a ocupar”, formulario de anuencia para aplicación de los exámenes…
En esa primera sala, los aún “no fiables” burócratas, entregan copias simples que acrediten sus propiedades: casa, terrenos, vehículos, así como la copia del documento que certifique el último grado de estudios, acta de nacimiento, cartilla liberada –de reciente expedición–, comprobante de domicilio… nombre del perro, del gato y de los canarios.
Es altamente recomendable el llevar pluma punto delgado negra, lápiz del número dos para resolver los problemas, y un cuaderno con pasta dura para apoyarse sobre él.
Antes del examen se firma anuencia para pruebas antidoping en orina y sangre, y ahí tener listos para entregar en una tarjeta el nombre, dirección, teléfono del médico que lo atiende, y los nombres de las medicinas tomadas en los últimos dos meses, así como algún medicamento, o te herbolario que se haya ingerido. (Lo repiten y lo repiten a gritos destemplados: ¡quien no esté de acuerdo con el examen de sangre o de orina, puede “pasar a retirarse”!).
El examen médico es general. Se elabora la historia clínica con las enfermedades, intervenciones quirúrgicas, en su caso, sufridas por el postulante lo mismo que las de sus familiares. Hay también exámenes oftalmológicos, dentales y dermatológicos, para determinar si se tienen tatuajes.
Los exámenes psicológicos son tortuosos, trampas verdaderas. Para empezar, se realizan en computadora. En esos mismos aparatos se califican. Están programados para que duren un tiempo determinado. Y una vez que se da el click sobre alguna respuesta, ésta ya no se puede corregir. Miden nivel de inteligencia (IQ), pretenden determinar la personalidad. Se interroga sobre fobias, filias, niveles de agresividad, homosexualismo –se trata como enfermedad mental–, tendencias, etc.
Por supuesto que tal demanda de una enorme concentración, lo que no muchas veces se consigue pues, otra vez, vuelven a meter a la licuadora a los aspirantes: policías municipales junto a bien trajeados funcionarios (subsecretarios, subprocuradores, etc.), de distintas dependencias, como por ejemplo pefepos, aduanales, de nuevo ingreso, los que van por “ratificaciones”, con distintos niveles académicos.
El salón en el que se practican esos exámenes psicológicos es mínimo. Así que, prácticamente, los postulantes se encuentran “apretujados”. Entre cuatro y seis examinadores dictan instrucciones a la vez. Esto a 4 ó 5 grupos diferentes. Tienen como objeto el que los examinados se desconcentren, distraigan. Así, si cualquiera osa iniciar el examen antes de recibir la orden de hacerlo es motivo de automática descalificación. Ya ni le digo qué sucede si no se lleva el lápiz adecuado…
¡Son 560 preguntas las que hay que responder! Y, a propósito, este examen se realiza intermitentemente, pues sacan uno a uno a quienes se lo están aplicando, para llevarlos a otras instancias: ora a un examen de orina, ora a uno de sangre, ora a hablar con algún funcionario… desconcentrado, el examinado regresa a continuar respondiendo el más de medio millar de cuestiones.
Pasado ese examen, sigue una entrevista con alguno de los presuntos profesionales de la psicología. Nuevamente demandan escribir cinco de las virtudes y cinco de sus defectos. Si no coinciden con los escritos al inicio de este suplicio…
Mañana continúo, con su venia, describiéndole los exámenes que la poco confiable Administración calderonista aplica a aquellos que buscan ser confiables para ella.
Índice Flamígero: A propósito del “oso” de la procuraduría ¿de justicia? bajacaliforniana –en nada comparable al enorme plantígrado grizzly de la PGR–, la muy inteligente y perspicaz lectora BibiVillavicencio me mensajea: “¡Es maravilloso que se pueda determinar cuál arma disparó la bala mortífera. Tenemos oficialmente más de 40 mil muertos. E ejército y la (Policiía) Federal siempre se deslindan: que fue entre sicarios, dicen. Pero con esta sorprendente técnica es un deber del gobierno determinar, de los más de 40 mil muertos, con qué armas fueron ultimados… determinar las armas que usan el Ejército y la Policía Federal… y así determinar científicamente si fueron o no ellos los responsables de tanto homicidio. Así nos quitaremos la duda de quién asesina a quién. Maravillosa ciencia, ¿no le parece?”
¿En qué consisten las evaluaciones de control de confianza? ¿Cómo se trata a quienes buscan que la poco confiable y fallida Administración del señor Felipe Calderón les otorgue un certificado en el que se lea que son confiables?
Desde antes de las seis de la mañana, forman en la calle de Varsovia, esquina con el Paseo de la Reforma, a los centenares de peticionarios del trámite. Día a día. Todos los días laborables.
Ahí no hay distingo de cargos. Lo mismo se alinean los subprocuradores que los policías municipales, todos revueltos. De un lado los que van por primera vez a presentar los exámenes. Por el otro, quienes ya llevan dos o tres días realizando el trámite. Y lo mismo, mujeres, hombres, genízaros de la SSP federal, aduanales, los que van por ratificaciones de permisos colectivos de armas, agentes de migración, de todo “como en botica”. La cita es a las seis de la mañana y se debe llegar en ayunas… si el primer día no hay suerte y no hay cupo para los exámenes de laboratorio –orina y sangre–, tendrá que regresar al día siguiente sin volver a probar alimento, o hasta el tercero, quizá en el cuarto día. En ayunas, todo el tiempo.
Apenas se ingresa a las instalaciones, se llena un formulario: nombre, datos personales, dependencia, puesto actual o “a ocupar”, formulario de anuencia para aplicación de los exámenes…
En esa primera sala, los aún “no fiables” burócratas, entregan copias simples que acrediten sus propiedades: casa, terrenos, vehículos, así como la copia del documento que certifique el último grado de estudios, acta de nacimiento, cartilla liberada –de reciente expedición–, comprobante de domicilio… nombre del perro, del gato y de los canarios.
Es altamente recomendable el llevar pluma punto delgado negra, lápiz del número dos para resolver los problemas, y un cuaderno con pasta dura para apoyarse sobre él.
Antes del examen se firma anuencia para pruebas antidoping en orina y sangre, y ahí tener listos para entregar en una tarjeta el nombre, dirección, teléfono del médico que lo atiende, y los nombres de las medicinas tomadas en los últimos dos meses, así como algún medicamento, o te herbolario que se haya ingerido. (Lo repiten y lo repiten a gritos destemplados: ¡quien no esté de acuerdo con el examen de sangre o de orina, puede “pasar a retirarse”!).
El examen médico es general. Se elabora la historia clínica con las enfermedades, intervenciones quirúrgicas, en su caso, sufridas por el postulante lo mismo que las de sus familiares. Hay también exámenes oftalmológicos, dentales y dermatológicos, para determinar si se tienen tatuajes.
Los exámenes psicológicos son tortuosos, trampas verdaderas. Para empezar, se realizan en computadora. En esos mismos aparatos se califican. Están programados para que duren un tiempo determinado. Y una vez que se da el click sobre alguna respuesta, ésta ya no se puede corregir. Miden nivel de inteligencia (IQ), pretenden determinar la personalidad. Se interroga sobre fobias, filias, niveles de agresividad, homosexualismo –se trata como enfermedad mental–, tendencias, etc.
Por supuesto que tal demanda de una enorme concentración, lo que no muchas veces se consigue pues, otra vez, vuelven a meter a la licuadora a los aspirantes: policías municipales junto a bien trajeados funcionarios (subsecretarios, subprocuradores, etc.), de distintas dependencias, como por ejemplo pefepos, aduanales, de nuevo ingreso, los que van por “ratificaciones”, con distintos niveles académicos.
El salón en el que se practican esos exámenes psicológicos es mínimo. Así que, prácticamente, los postulantes se encuentran “apretujados”. Entre cuatro y seis examinadores dictan instrucciones a la vez. Esto a 4 ó 5 grupos diferentes. Tienen como objeto el que los examinados se desconcentren, distraigan. Así, si cualquiera osa iniciar el examen antes de recibir la orden de hacerlo es motivo de automática descalificación. Ya ni le digo qué sucede si no se lleva el lápiz adecuado…
¡Son 560 preguntas las que hay que responder! Y, a propósito, este examen se realiza intermitentemente, pues sacan uno a uno a quienes se lo están aplicando, para llevarlos a otras instancias: ora a un examen de orina, ora a uno de sangre, ora a hablar con algún funcionario… desconcentrado, el examinado regresa a continuar respondiendo el más de medio millar de cuestiones.
Pasado ese examen, sigue una entrevista con alguno de los presuntos profesionales de la psicología. Nuevamente demandan escribir cinco de las virtudes y cinco de sus defectos. Si no coinciden con los escritos al inicio de este suplicio…
Mañana continúo, con su venia, describiéndole los exámenes que la poco confiable Administración calderonista aplica a aquellos que buscan ser confiables para ella.
Índice Flamígero: A propósito del “oso” de la procuraduría ¿de justicia? bajacaliforniana –en nada comparable al enorme plantígrado grizzly de la PGR–, la muy inteligente y perspicaz lectora BibiVillavicencio me mensajea: “¡Es maravilloso que se pueda determinar cuál arma disparó la bala mortífera. Tenemos oficialmente más de 40 mil muertos. E ejército y la (Policiía) Federal siempre se deslindan: que fue entre sicarios, dicen. Pero con esta sorprendente técnica es un deber del gobierno determinar, de los más de 40 mil muertos, con qué armas fueron ultimados… determinar las armas que usan el Ejército y la Policía Federal… y así determinar científicamente si fueron o no ellos los responsables de tanto homicidio. Así nos quitaremos la duda de quién asesina a quién. Maravillosa ciencia, ¿no le parece?”
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