Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
La muerte del hijo del poeta Javier Sicilia y de seis personas más puso fin, sin que ese fuera el objetivo, a una disputa por la plaza de Morelos entre dos bandas de narcotraficantes: el cártel del Pacífico Sur –también llamado Nueva Administración– que dirige Héctor Beltrán Leyva, y la Resistencia, conformada por los cárteles del Pacífico (Sinaloa), Golfo y Milenio y los remanentes de la organización de Édgar Valdés Villarreal, “La Barbie”, que se denomina cártel Independiente del Pacífico. Los principales perdedores son Beltrán Leyva y otros más, que habían aportado armas, dinero, droga y gente, para controlar la plaza.
El asesinato de Juan Francisco Sicilia y seis personas más no está vinculado a la delincuencia organizada. Fue un crimen que comenzó como empiezan los pleitos callejeros, con un cadenero en un bar y escaló al robo de pertenencias de dos de los amigos del hijo del poeta, que empujó a los jóvenes, como pandilla de barrio, a desquitarse sin tomar en cuenta el contexto de violencia en el que vivían: con quienes dirimieron sus diferencias a puñetazos, eran la célula madre en Morelos de Beltrán Leyva.
No fueron daños colaterales en la guerra del narcotráfico, sino una imprudencia de los jóvenes, que provocó también, de manera fortuita, la muerte del tío de uno de ellos y de la empleada de un hotel en Cuernavaca. La variable de ser un crimen de alto impacto esconde la historia del conflicto de los cárteles, que es la narrativa del México de hoy, y oculta las razones del gobernador Marco Adame, que buscó desinformar a las autoridades y desviar el curso de la investigación.
Una circular “urgente” del jefe de la 24a. Zona Militar, en Cuernavaca, general de Brigada, Leopoldo Díaz Pérez, con fecha del 15 de abril pasado, reporta una entrevista con Adame, quien hizo afirmaciones temerarias. Adame le dijo al general que el procurador del estado, Pedro Luis Benítez Vélez, le había comentado en la víspera que “el poeta Javier Sicilia (debía) estar preocupado debido al avance de las investigaciones, ya que se encuentran llamadas telefónicas que conectan a su hijo con los sicarios”. Luego, refiere el general, “externó la percepción que (era) factible que los jóvenes ejecutados estuvieran involucrados en actividades ilícitas”.
Las investigaciones independientes de la Policía Federal y el Ejército probaron cosas muy diferentes a las expuestas por Adame. Dos de los jóvenes asesinados, Jaime Gabriel Alejo y Luis Antonio Romero, fueron asaltados al salir del bar El Remedio en Cuernavaca, por lo que decidieron –según allegados en Cuernavaca–, presentar una denuncia. No está claro si lo hicieron, pero en forma secuencial, las investigaciones mencionan que los jóvenes también tuvieron un conflicto con un cadenero del bar Obsesión.
Las llamadas telefónicas a las que aparentemente se refirió Adame no eran entre el joven Sicilia y sicarios, sino con su novia, donde le decía que “iban a buscar al cadenero para tirarle la bronca”. Los jóvenes y los dos adultos con quienes se toparon en el bar, fueron secuestrados el 27 de mayo por Jesús Cárdenas “El Manos”, José Luis Luquín “El Jabón”, Valentín López, Rodrigo Elizalde “El Chemis” y cuatro personas más, dos de ellos ya identificados y detenidos.
Cárdenas era lugarteniente de Julio Jesús Radilla, “El Negro”, quien se encontraba en la casa de seguridad en Jiutepec donde los asesinaron. La pista que llevó a la identificación de la célula la encontró la Policía Federal, al descubrir una huella en la camioneta donde encontraron a las víctimas que pertenecía a Luquín, que era policía estatal. La investigación sobre el entorno de Luquín llevó a Cárdenas, quien se escondió en Coatzacoalcos, de donde era López, por el escándalo del caso. En paralelo, el Ejército dio con “El Chemis”, atado en un vehículo de pies y manos.
“El Chemis” fue puesto por sus enemigos, la Resistencia, que lo entregaron al Ejército, no sólo para enfriar la plaza, sino para golpear a sus rivales. Radilla tenía a su mando la plaza de Morelos, donde Beltrán Leyva había forjado una alianza con otro grupo, que les aportaban 800 millones de pesos al mes para pagar la nómina, mediante armas, drogas y dinero, a cambio de enviarles gente de apoyo y que les facilitaran el trasiego de mariguana por el estado.
La Resistencia, encabezada en Morelos por Miguel Ángel Cedillo “El Pica”, ex lugarteniente de “La Barbie”, contaba con 60 personas en Cuernavaca, en la zona de Cuautla, Zacatepec y Jojutla, y en la de Puente de Ixtla y Amacuzac, insuficientes para enfrentar a Beltrán Leyva y Los Zetas. Cedillo, por intermediación de Servando Gómez “La Tuta”, actualmente el jefe de “La Familia Michoacana”, rebautizada como “Los Templarios”, logró el respaldo del jefe operativo del cártel del Golfo en Reynosa.
Durante la investigación sobre el grupo de “La Barbie”, la Policía Federal detuvo a “La Pica”, quien fue el que señaló a Radilla como el responsable del asesinato de las siete personas. A Radilla lo detuvieron junto con Cárdenas, Luquín y López, a finales de mayo en Coatzacoalcos, con lo que descabezaron a la célula de Beltrán Leyva y frenaron la penetración de grupos rivales, que habría desatado, como en otros estados que son campos de batalla de cárteles, una espiral de violencia.
Las investigaciones federales nunca coincidieron con lo dichos por Adame, quien trató de elevar el costo de lo que le estaba sucediendo al comentarle al general Díaz Pérez que no descartaba que hubiera una línea política de golpeteo al PAN a través de él, que se extendiera a 2012, porque sabía, aseguró, que “El Chemis” había dicho que la persona que querían secuestrar era Sicilia, sugiriendo una acción por encargo.
Tanto el Ejército como la Policía Federal, dudaron desde un principio de las versiones de “El Chemis”, y creyeron que pretendía desinformarlos y desviar la atención hacia cárteles rivales. Adame, en términos de información y transmisión de percepciones, hizo exactamente lo mismo que el criminal. Pero al igual que a “El Chemis”, no le hicieron caso y siguieron investigando.
La muerte del hijo del poeta Javier Sicilia y de seis personas más puso fin, sin que ese fuera el objetivo, a una disputa por la plaza de Morelos entre dos bandas de narcotraficantes: el cártel del Pacífico Sur –también llamado Nueva Administración– que dirige Héctor Beltrán Leyva, y la Resistencia, conformada por los cárteles del Pacífico (Sinaloa), Golfo y Milenio y los remanentes de la organización de Édgar Valdés Villarreal, “La Barbie”, que se denomina cártel Independiente del Pacífico. Los principales perdedores son Beltrán Leyva y otros más, que habían aportado armas, dinero, droga y gente, para controlar la plaza.
El asesinato de Juan Francisco Sicilia y seis personas más no está vinculado a la delincuencia organizada. Fue un crimen que comenzó como empiezan los pleitos callejeros, con un cadenero en un bar y escaló al robo de pertenencias de dos de los amigos del hijo del poeta, que empujó a los jóvenes, como pandilla de barrio, a desquitarse sin tomar en cuenta el contexto de violencia en el que vivían: con quienes dirimieron sus diferencias a puñetazos, eran la célula madre en Morelos de Beltrán Leyva.
No fueron daños colaterales en la guerra del narcotráfico, sino una imprudencia de los jóvenes, que provocó también, de manera fortuita, la muerte del tío de uno de ellos y de la empleada de un hotel en Cuernavaca. La variable de ser un crimen de alto impacto esconde la historia del conflicto de los cárteles, que es la narrativa del México de hoy, y oculta las razones del gobernador Marco Adame, que buscó desinformar a las autoridades y desviar el curso de la investigación.
Una circular “urgente” del jefe de la 24a. Zona Militar, en Cuernavaca, general de Brigada, Leopoldo Díaz Pérez, con fecha del 15 de abril pasado, reporta una entrevista con Adame, quien hizo afirmaciones temerarias. Adame le dijo al general que el procurador del estado, Pedro Luis Benítez Vélez, le había comentado en la víspera que “el poeta Javier Sicilia (debía) estar preocupado debido al avance de las investigaciones, ya que se encuentran llamadas telefónicas que conectan a su hijo con los sicarios”. Luego, refiere el general, “externó la percepción que (era) factible que los jóvenes ejecutados estuvieran involucrados en actividades ilícitas”.
Las investigaciones independientes de la Policía Federal y el Ejército probaron cosas muy diferentes a las expuestas por Adame. Dos de los jóvenes asesinados, Jaime Gabriel Alejo y Luis Antonio Romero, fueron asaltados al salir del bar El Remedio en Cuernavaca, por lo que decidieron –según allegados en Cuernavaca–, presentar una denuncia. No está claro si lo hicieron, pero en forma secuencial, las investigaciones mencionan que los jóvenes también tuvieron un conflicto con un cadenero del bar Obsesión.
Las llamadas telefónicas a las que aparentemente se refirió Adame no eran entre el joven Sicilia y sicarios, sino con su novia, donde le decía que “iban a buscar al cadenero para tirarle la bronca”. Los jóvenes y los dos adultos con quienes se toparon en el bar, fueron secuestrados el 27 de mayo por Jesús Cárdenas “El Manos”, José Luis Luquín “El Jabón”, Valentín López, Rodrigo Elizalde “El Chemis” y cuatro personas más, dos de ellos ya identificados y detenidos.
Cárdenas era lugarteniente de Julio Jesús Radilla, “El Negro”, quien se encontraba en la casa de seguridad en Jiutepec donde los asesinaron. La pista que llevó a la identificación de la célula la encontró la Policía Federal, al descubrir una huella en la camioneta donde encontraron a las víctimas que pertenecía a Luquín, que era policía estatal. La investigación sobre el entorno de Luquín llevó a Cárdenas, quien se escondió en Coatzacoalcos, de donde era López, por el escándalo del caso. En paralelo, el Ejército dio con “El Chemis”, atado en un vehículo de pies y manos.
“El Chemis” fue puesto por sus enemigos, la Resistencia, que lo entregaron al Ejército, no sólo para enfriar la plaza, sino para golpear a sus rivales. Radilla tenía a su mando la plaza de Morelos, donde Beltrán Leyva había forjado una alianza con otro grupo, que les aportaban 800 millones de pesos al mes para pagar la nómina, mediante armas, drogas y dinero, a cambio de enviarles gente de apoyo y que les facilitaran el trasiego de mariguana por el estado.
La Resistencia, encabezada en Morelos por Miguel Ángel Cedillo “El Pica”, ex lugarteniente de “La Barbie”, contaba con 60 personas en Cuernavaca, en la zona de Cuautla, Zacatepec y Jojutla, y en la de Puente de Ixtla y Amacuzac, insuficientes para enfrentar a Beltrán Leyva y Los Zetas. Cedillo, por intermediación de Servando Gómez “La Tuta”, actualmente el jefe de “La Familia Michoacana”, rebautizada como “Los Templarios”, logró el respaldo del jefe operativo del cártel del Golfo en Reynosa.
Durante la investigación sobre el grupo de “La Barbie”, la Policía Federal detuvo a “La Pica”, quien fue el que señaló a Radilla como el responsable del asesinato de las siete personas. A Radilla lo detuvieron junto con Cárdenas, Luquín y López, a finales de mayo en Coatzacoalcos, con lo que descabezaron a la célula de Beltrán Leyva y frenaron la penetración de grupos rivales, que habría desatado, como en otros estados que son campos de batalla de cárteles, una espiral de violencia.
Las investigaciones federales nunca coincidieron con lo dichos por Adame, quien trató de elevar el costo de lo que le estaba sucediendo al comentarle al general Díaz Pérez que no descartaba que hubiera una línea política de golpeteo al PAN a través de él, que se extendiera a 2012, porque sabía, aseguró, que “El Chemis” había dicho que la persona que querían secuestrar era Sicilia, sugiriendo una acción por encargo.
Tanto el Ejército como la Policía Federal, dudaron desde un principio de las versiones de “El Chemis”, y creyeron que pretendía desinformarlos y desviar la atención hacia cárteles rivales. Adame, en términos de información y transmisión de percepciones, hizo exactamente lo mismo que el criminal. Pero al igual que a “El Chemis”, no le hicieron caso y siguieron investigando.
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