Caravana del consuelo

Miguel Ángel Granados Chapa

Mañana parte de Cuernavaca, la Caravana del consuelo, como la denominado su principal impulsor, Javier Sicilia. Concluirá el 10 de junio en Ciudad Juárez, donde será firmado un pacto entre organizaciones de la sociedad civil, que reclaman cambiar el enfoque de violencia estatal en el combate a la delincuencia organizada por otro que privilegie la seguridad de los ciudadanos. El documento será presentado posteriormente al Presidente Calderón y otras autoridades.

La caravana recorrerá la Ruta del dolor. Comienza, como lo hizo la Marcha Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad, en Cuernavaca. Mañana mismo cruzará el Distrito Federal y pernoctará en Morelia. De allí seguirá el domingo a San Luis Potosí. El lunes seis llegará a Zacatecas y Durango. El martes siete continuará de San Luis a Saltillo y a Monterrey. El miércoles 8 se cumplirá una de las etapas más largas: De Monterrey a Torreón y de allí a Chihuahua. El jueves 9 llegará de la capital del estado a Ciudad Juárez. El viernes diez en esa localidad tan lastimada aun en los tiempos en que disminuye la mortandad, se firmará el pacto en que convergen varios centenares de organizaciones de la sociedad civil. (Al día siguiente habrá dos como extensiones de la reunión principal: un acto en El Paso, Texas, en solidaridad de grupos norteamericanos con el Movimiento, y el retorno de los participantes a Torreón, de donde volverán a sus puntos de origen).

Entre el ocho de mayo y el día de mañana la marcha que comenzó hace un mes en la capital de Morelos ha ido consumando su conversión en Movimiento. Ha adquirido perfiles al mismo tiempo más nítidos y más amplios. Ya caracterizaba a esta movilización, originada por el asesinato de Juan Francisco Sicilia y seis personas más, una certeza en los fines y una gran heterogeneidad en los enfoques. A tal grado llega esta última, que es riqueza y no debilidad del Movimiento, que no faltó la queja, casi con aire de denuncia, de una sobresaliente activista por la justicia penal, que habló de “infiltrados” en la marcha. La expresión carece de sentido en una movilización incluyente, caracterizada por las puertas abiertas, a cuyas filas acude toda persona que tenga una queja y una demanda que ventilar. Ciertamente hay exigencias centrales, la seguridad y el fin de la violencia, pero en torno de ellas se despliegan multitud de otras demandas, porque la movilización es una especie de foro móvil.

En él bullen simultáneamente la desesperanza y la esperanza, la indignación y el dolor, la certeza de que no hay nada que hacer frente a la impunidad, y la certidumbre de que mucho puede hacerse desde el vigor ciudadano. De allí que los críticos de Sicilia y el Movimiento, los acusen de dejarse manejar por indefinidos intereses, distintos de los evidentes móviles que los impulsan, y se hayan dolido fingidamente de que movimientos diversos se “montaron” en la muy respetable causa del poeta para figurar y hacer valer su propia agenda. Ignoran que eso está en la naturaleza misma de las cosas y no es un artero aprovechamiento de la capacidad de convocatoria y de organización de Sicilia y de quienes lo acompañan.

Como se aprecia en el trazo de la ruta, se transitará por caminos y calles en que se ha concentrado de modo particular la destrucción de la convivencia y se han librado combates cruentos de bandas entre sí y de fuerzas del Estado contra esas bandas con grave daño a la sociedad. Se trata sin duda de un mapa incompleto. No se tocarán, por razones logísticas, entidades como Tamaulipas, Sinaloa, Guerrero, Nayarit, Jalisco, Veracruz, Tabasco, Oaxaca, etcétera, donde la delincuencia organizada y el combate contra ella, y otras formas de violencia causan decenas de miles de muertos. Pero ninguna de las víctimas en los estados recorridos, en las entidades mencionadas y en el resto de la República está fuera del pensamiento de Sicilia y los organizadores del Movimiento.

Porque de eso se trata, de trascender la frialdad de las cifras, para conocer a cada una de las personas cuya vida ha sido segada en estos años de plomo canalla. Con tino poético y sociológico, Sicilia propone descubrir detrás de los números -“meras abstracciones estadísticas en el imaginario administrativo”- los “rostros, (las) historias mutiladas y (las) familias rotas”. De ese modo el activista y poeta invita a un necesario ejercicio criminológico y social: Se precisa saber quiénes eran los muertos inocentes y los reputados como delincuentes, para determinar el momento y las causas de su transformación, para evitar que haya otras similares: Saber que condujo, qué empujó a niños y adolescentes; que pudieron tener otro destino, a distribuir droga, a empuñar armas para proteger el negocio de los enervantes y a sus jefes, a servir en las muchas tareas adyacentes que la clandestinidad
reclama.

Tras presentar el martes la Ruta del dolor, junto con sus compañeros promotores del Movimiento, Sicilia viajó a San Francisco, a recibir el premio “People’s Choice” que anualmente otorga Global Exchange, un organismo de defensa y promoción de derechos humanos. Dijo allí que las causas del horror que padecen muchos mexicanos “son múltiples y profundas. Son el resultado de una guerra absurda, del largo pudrimiento de las instituciones de México y de la irresponsabilidad política de Estados Unidos que, para mal evitar su consumo de droga, ha instalado en México una guerra que no ha disminuido en nada ni el tráfico ni el consumo y que nos está costando miles de muertos y desaparecidos”.

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