Calderón fascinó a Javier Sicilia

Rubén Cortés

Fin de la historia: los “hasta la madre”; “cabrones, den cuentas” y “chinguen a su madre” de Javier Sicilia durante tres meses, se desinflaron ayer cuando vio al Presidente y le pasó la mano por el hombro con profundo amor.

Quizá fue la comunión natural entre dos hombres vehementemente católicos, pero a Sicilia le bastó tener enfrente a Felipe Calderón para olvidar su rosario de demandas, que incluían desde eliminar el fuero a legisladores y funcionarios hasta la “democratización” en los medios.

Todo quedó en una petición de recursos para construir un monumento con los nombres de todas las víctimas, tanto asesinos como inocentes, registradas en la guerra de Calderón contra el crimen organizado.

Y, eso sí: mucho abrazo de Sicilia al Presidente, sonrisas de los dos, la palabra “perdón” en labios de ambos, aunque en un momento Calderón perdió la paciencia, dio un manotazo en la mesa y dijo: “Javier, estás equivocado”.

Resultó el día del Presidente por salir bien librado de un encuentro que le pintaba mal, pues tendría enfrente al líder de una marcha “Por la paz” que, en pleno Zócalo de la Ciudad de México, acabó al grito de “¡Muera Calderón!”

Marcha que se convirtió en movimiento de grupos violentos, como el SME, cuyos miembros tienen mil 287 averiguaciones previas y 60 actas circunstanciadas y sólo uno está preso, por secuestro, delitos contra la riqueza nacional y daño a la propiedad.

Movimiento que transformó sus demandas sobre seguridad pública en reclamos puramente electorales, como el reconocimiento institucional de la consulta popular, las candidaturas independientes, la revocación de mandato, la contraloría social y las acciones colectivas.

También una política de Estado en materia de telecomunicaciones que rompa los monopolios y genere una amplia democratización y apertura no sólo a la competencia, sino al fortalecimiento de los medios públicos y el Congreso abra un periodo extraordinario para aprobar la reforma política.

De manera que el Presidente debió respirar tranquilo cuando este paquete quedó reducido a pedirle dinero para levantar un monumento. Ah, y que Sicilia hasta olvidara insistirle en pedir la renuncia de su mejor hombre, el Secretario de la PF, Genaro García Luna.

Calderón no pudo evitar mostrarse magnánimo con un mea culpa: “De lo que me arrepiento es de no haber mandado fuerzas federales antes y tener un operativo justo en Cuernavaca que pudo haber atrapado a la banda que mató a Fernando, el hijo de Javier”.

¿Dónde estuvo el secreto para que un encuentro que se perfilaba ríspido terminara en amor y paz? En la religión católica que comparten Felipe Calderón y Javier Sicilia.

Lo enseñó hace mucho la Madre Teresa de Calcuta:

“Amo a todas las religiones, pero estoy enamorada de la mía”.

Comentarios