Avioneta mata discurso
Fox: línea pro Cordero
AMLO usa visa
Sicilia invalida pacto
Julio Hernández López / Astillero
Andaba bien contento el licenciado Felipe en la Universidad de Stanford, usando el atril de una solemne ceremonia de graduaciones escolares para soltar metralla electoral al PRI, cuando por aire le llegó el insalvable recuento histórico de su desgracia, que es la desgracia de su nación: No más sangre, ¡40 mil muertes!, ¿cuántas más? Imperturbable, a pesar de que la denunciante manta voladora se mantuvo desplegada la mayor parte del tiempo asignado a su discurso, el asociado en jefe de la compañía de exterminios masivos denominada La guerra (aunque, en actas, el nombre oficial es Mi lucha) tuvo arrestos (tuvo, no pudo hacer) para denunciar al malvado sistema de partido casi único que durante décadas mantuvo al país en condición dictatorial apenas disfrazada, decidiendo qué conciertos escucharían los jóvenes, qué debían decir los medios, cuáles serían los planes de estudio, secuestrando y asesinando a quienes protestaban.
Aberraciones cromáticas en autoelogio: el diseñador de la grisura administrativa nacional exhortando a los estudiantes de una universidad gringa a que no permitan mediocridad, las manos rojas a causa de decenas de miles de muertes denunciando masacres, el blanquiazul hijo desobediente poniendo como su guía al padre que efectivamente fue panista pero acabó renunciando a ese partido, el negro intento nepótico en Michoacán referido en anécdota familiar al mencionar la cruzada heroica y utópica en que desde niños participaban mis hermanos, mi hermana (Cocoa, breviario electoral por cortesía de Astillero) y yo (es decir, Felipe: ayuda de memoria por cuenta de la columna antes mencionada).
Y la mención de la soga en casa del ahorcado: Paso por paso la fuerza de la democracia empezó a crecer. Lamentablemente el fraude electoral también creció (tanto, agrega esta sección astillada, que llegó con toda fuerza a 2006), hasta que el mítico niño Felipe pronunció un buen día un pionero ¡Basta! cuasizapatista y, lleno de ira al abuso tan frustrante de poder (las citas del discurso han sido tomadas de la página oficial de Los Pinos) acudió a su padre, se quejó de lo que pasaba y comenzó a tejer la historia que lo llevó a producir cambios importantes para su país y a pronunciar discursos togados, con avioneta con manta incluida. ¡Oh, qué cuento tan bonito!
Misiles políticos por aire y por tierra, pues a nivel de cancha el enfurruñado Chente Fox le pegaba sonoro descontón al presunto favorito de Los Pinos para la candidatura panista a la Presidencia. Con su peculiar sintaxis, siempre propicia para alegar al otro día que en realidad él había querido decir todo lo contrario, el tótem de San Cristóbal enhebró la tesis de que hay línea calderonista para que una persona de apellido Cordero sea designada aspirante oficial al relevo y que el licenciado Felipe debería recordar que según eso él había ganado su postulación a contrapelo del entonces presidente, por lo cual debería dejar que la actual competencia interna se vaya libre. El ex gobernador de Guanajuato le pegaba así a la línea de flotación del barquito discursivo que en Stanford denunciaba autocracias según eso ya fenecidas. Hablaba Chente mientras el mandatario Oliva, la cúpula panista estatal, la élite de la burocracia gubernamental guanajuatense y los directivos locales de El Yunque ofrecían pleno apoyo al antes mencionado Cordero, quien, sabedor de sus limitaciones, pronunció un discurso en el que pidió a los presentes que lo apoyaran, que lo quisieran, que lo consideraran candidato (de a devis, faltó precisar al secretario de hacienda electoral). Vaya ironías de a 6 mil pesos al mes: Cordero dijo que no tiene duda de ser el próximo presidente de México (el anterior fue Vicente Fox, por cierto), pero pide cariñito y pide que le vean como candidato, que lo asuman como lo que, por tanto, acepta que no parece.
En Los Ángeles, el viajero frecuente del interior traza inusuales itinerarios externos aunque, en realidad, la audiencia y el objetivo del viaje están relacionados con lo electoral mexicano. Cruza la frontera AMLO, en su primer acto político fuera del país, pero es como si el mitin lo estuviese realizando acá. Su discurso aborda los problemas de los mexicanos que han debido migrar, de quienes dejaron el país por la falta de oportunidades, por los problemas económicos y por la inseguridad. No hay avioneta ni mantas en contra, sino ese asentimiento solidario de la gente que sin rebuscamiento entiende las causas de la desgracia nacional y avizora una posibilidad de cambio en el tabasqueño que por lo pronto y entre otras cosas debe ampliar su horizonte para asomarse ya a escenarios internacionales y mostrar un perfil menos concentrado en lo local, con todo y su innegable importancia.
En Ciudad Juárez se enredan, tal como se veía venir, los ánimos personales del poeta Javier Sicilia con el diagnóstico y las propuestas de los grupos rectores del activismo de aquel lugar. Sicilia, hombre honesto y comprometido, generador de una importantísima dinámica social de denuncia, católico militante, pacifista empeñado en buscar diálogo con los poderes y deseoso de impedir que la violencia (así sea verbal) suba de grado, ha declarado inválidos los acuerdos a que en mesas de trabajo llegaron las asociaciones que incluso creyeron estar firmando en aquella frontera un pacto que dieron a conocer al micrófono en acto público en el que Sicilia, ante las palabras pronunciadas, estuvo muy encabronado y a las que al siguiente día declaró provenientes de simples relatorías. Sicilia no está de acuerdo con la exigencia juarense de que el Ejército regrese ya a sus cuarteles, ni con las demandas de juicio político contra FC, García Luna (de quien originalmente el propio Sicilia, sin tomar en cuenta a los demás participantes, había exigido su renuncia) y otros funcionarios.
Y mientras las mujeres hacen escuchar su voz en una marcha histórica a la que con valentía y desenfado llamaron De las putas, y mientras ciclistas desnudos promueven ese medio de transporte, y exigen respeto de automovilistas, ¡hasta mañana!
Fox: línea pro Cordero
AMLO usa visa
Sicilia invalida pacto
Julio Hernández López / Astillero
Andaba bien contento el licenciado Felipe en la Universidad de Stanford, usando el atril de una solemne ceremonia de graduaciones escolares para soltar metralla electoral al PRI, cuando por aire le llegó el insalvable recuento histórico de su desgracia, que es la desgracia de su nación: No más sangre, ¡40 mil muertes!, ¿cuántas más? Imperturbable, a pesar de que la denunciante manta voladora se mantuvo desplegada la mayor parte del tiempo asignado a su discurso, el asociado en jefe de la compañía de exterminios masivos denominada La guerra (aunque, en actas, el nombre oficial es Mi lucha) tuvo arrestos (tuvo, no pudo hacer) para denunciar al malvado sistema de partido casi único que durante décadas mantuvo al país en condición dictatorial apenas disfrazada, decidiendo qué conciertos escucharían los jóvenes, qué debían decir los medios, cuáles serían los planes de estudio, secuestrando y asesinando a quienes protestaban.
Aberraciones cromáticas en autoelogio: el diseñador de la grisura administrativa nacional exhortando a los estudiantes de una universidad gringa a que no permitan mediocridad, las manos rojas a causa de decenas de miles de muertes denunciando masacres, el blanquiazul hijo desobediente poniendo como su guía al padre que efectivamente fue panista pero acabó renunciando a ese partido, el negro intento nepótico en Michoacán referido en anécdota familiar al mencionar la cruzada heroica y utópica en que desde niños participaban mis hermanos, mi hermana (Cocoa, breviario electoral por cortesía de Astillero) y yo (es decir, Felipe: ayuda de memoria por cuenta de la columna antes mencionada).
Y la mención de la soga en casa del ahorcado: Paso por paso la fuerza de la democracia empezó a crecer. Lamentablemente el fraude electoral también creció (tanto, agrega esta sección astillada, que llegó con toda fuerza a 2006), hasta que el mítico niño Felipe pronunció un buen día un pionero ¡Basta! cuasizapatista y, lleno de ira al abuso tan frustrante de poder (las citas del discurso han sido tomadas de la página oficial de Los Pinos) acudió a su padre, se quejó de lo que pasaba y comenzó a tejer la historia que lo llevó a producir cambios importantes para su país y a pronunciar discursos togados, con avioneta con manta incluida. ¡Oh, qué cuento tan bonito!
Misiles políticos por aire y por tierra, pues a nivel de cancha el enfurruñado Chente Fox le pegaba sonoro descontón al presunto favorito de Los Pinos para la candidatura panista a la Presidencia. Con su peculiar sintaxis, siempre propicia para alegar al otro día que en realidad él había querido decir todo lo contrario, el tótem de San Cristóbal enhebró la tesis de que hay línea calderonista para que una persona de apellido Cordero sea designada aspirante oficial al relevo y que el licenciado Felipe debería recordar que según eso él había ganado su postulación a contrapelo del entonces presidente, por lo cual debería dejar que la actual competencia interna se vaya libre. El ex gobernador de Guanajuato le pegaba así a la línea de flotación del barquito discursivo que en Stanford denunciaba autocracias según eso ya fenecidas. Hablaba Chente mientras el mandatario Oliva, la cúpula panista estatal, la élite de la burocracia gubernamental guanajuatense y los directivos locales de El Yunque ofrecían pleno apoyo al antes mencionado Cordero, quien, sabedor de sus limitaciones, pronunció un discurso en el que pidió a los presentes que lo apoyaran, que lo quisieran, que lo consideraran candidato (de a devis, faltó precisar al secretario de hacienda electoral). Vaya ironías de a 6 mil pesos al mes: Cordero dijo que no tiene duda de ser el próximo presidente de México (el anterior fue Vicente Fox, por cierto), pero pide cariñito y pide que le vean como candidato, que lo asuman como lo que, por tanto, acepta que no parece.
En Los Ángeles, el viajero frecuente del interior traza inusuales itinerarios externos aunque, en realidad, la audiencia y el objetivo del viaje están relacionados con lo electoral mexicano. Cruza la frontera AMLO, en su primer acto político fuera del país, pero es como si el mitin lo estuviese realizando acá. Su discurso aborda los problemas de los mexicanos que han debido migrar, de quienes dejaron el país por la falta de oportunidades, por los problemas económicos y por la inseguridad. No hay avioneta ni mantas en contra, sino ese asentimiento solidario de la gente que sin rebuscamiento entiende las causas de la desgracia nacional y avizora una posibilidad de cambio en el tabasqueño que por lo pronto y entre otras cosas debe ampliar su horizonte para asomarse ya a escenarios internacionales y mostrar un perfil menos concentrado en lo local, con todo y su innegable importancia.
En Ciudad Juárez se enredan, tal como se veía venir, los ánimos personales del poeta Javier Sicilia con el diagnóstico y las propuestas de los grupos rectores del activismo de aquel lugar. Sicilia, hombre honesto y comprometido, generador de una importantísima dinámica social de denuncia, católico militante, pacifista empeñado en buscar diálogo con los poderes y deseoso de impedir que la violencia (así sea verbal) suba de grado, ha declarado inválidos los acuerdos a que en mesas de trabajo llegaron las asociaciones que incluso creyeron estar firmando en aquella frontera un pacto que dieron a conocer al micrófono en acto público en el que Sicilia, ante las palabras pronunciadas, estuvo muy encabronado y a las que al siguiente día declaró provenientes de simples relatorías. Sicilia no está de acuerdo con la exigencia juarense de que el Ejército regrese ya a sus cuarteles, ni con las demandas de juicio político contra FC, García Luna (de quien originalmente el propio Sicilia, sin tomar en cuenta a los demás participantes, había exigido su renuncia) y otros funcionarios.
Y mientras las mujeres hacen escuchar su voz en una marcha histórica a la que con valentía y desenfado llamaron De las putas, y mientras ciclistas desnudos promueven ese medio de transporte, y exigen respeto de automovilistas, ¡hasta mañana!
Comentarios