Hanquinazo electoral
Julio Hernández López / Astillero
Felipe ha jalado el gatillo electoral contra el PRI. Lo ha hecho contra un personaje éticamente indefendible y jurídicamente muy vulnerable, pero no por afanes justicieros genuinos sino por cálculos electorales, pretendiendo confirmar así a los votantes del mes entrante (en comicios estatales) y del año venidero (los federales, que incluyen la Presidencia de la República) que los priistas están relacionados consustancialmente con la corrupción y los negocios sucios y por tanto deben ser rechazados y castigados a cualquier costo. Tan cantado estaba el golpe contra un "distinguido" priista que llama la atención que no haya sido contra un exgobernador reciente (y vaya que sobran aspirantes a la cárcel) sino contra alguien que no ha alcanzado ese nivel de mando aunque lo intentó hace unos años y estaba en pleno camino de construcción hacia su segundo intento (apuntalado, entre otros hechos, por el arribo a la primera división profesional de su equipo de futbol, los Xoloiscuintles).
A un mes de elecciones cuyos pronósticos favorecen al PRI, Calderón suelta su Hanquinazo que corre el riesgo de acabar en un Tijuanazo ridículo, como el golpe arbitrario antes dado en Michoacán. Basta leer el boletín conjunto que dieron a conocer la Sedena y la PGR largas horas después de los hechos, con la historia de la "denuncia" ciudadana y demás detalles increíbles, para darse cuenta de que el Ejército fue activado en aquella frontera por razones de cálculo político, de circunstancia electoral, de estrategias de lucha armada por el poder, pero no por vocación auténtica de justicia ni por razones defendibles.
Mal llevadas las cosas, terrible sería para Calderón el Guerrero que sus estatagemas de inculpamiento a mafiosos acabaran convirtiéndolos en víctimas e incluso magnificando sus posibilidades electorales personales y, en general, del partido-cártel al que pertenecen. Pero la torpeza que ha definido el sexenio maldito en curso ha vuelto a aparecer, dominante: todo parece haber sido hecho con ánimos de tropezarse, a pesar del largo tiempo que según eso llevaban preparando su golpe maestro los genios que habitan algunos salones de Los Pinos. Y, sin embargo, sigue corriendo la versión de que aún vienen golpes militares, cuando menos contra un exgobernador priista.
En un Zócalo nuevamente lleno, Andrés Manuel López Obrador se esmera en demostrar a lo largo de un prolongado discurso que el PRI y el PAN son la misma cosa. Da ejemplos, documenta, carga el acento oratorio en el asunto: aparentan que se pelean, pero siempre acaban entendiéndose y repartiéndose botines. Insiste AMLO en desmontar la tesis de que los problemas del país podrán ser solucionados por el retorno del dinosaurio de tres colores a la casa que hoy algunos llaman Los Vinos. Habla con tanta insistencia de Peña Nieto y del peligro que entraña el regreso del PRI al mando nacional que vale preguntarse si no acaba así consolidando en el ánimo colectivo la viabilidad e incluso la presunta inevitabilidad de ese retorno marcado.
El tabasqueño reitera sus propios ofrecimientos, repite los conceptos y estribillos de todos tan sabidos, habla de la organización nacional que cuidadosamente va tejiendo y mantiene la esperanza en que su visión de las cosas puede triunfar. Pero a fin de cuentas acaba refiriéndose más a los otros, al otro. Es decir, al PRI, a Salinas, a Peña Nieto, reconociendo que muchos mexicanos se están creyendo el cuento de que la salvación nacional vendrá del regreso al pasado priista.
A Luis Felipe Bravo Mena le recargan batería en Toluca y lo reprograman: también centrará su discurso más en el otro, en los otros, que en sí mismo, en su oferta. Ya no navega en aguas dulces sino en mares artificialmente embravecidos: va contra Encinas, es decir, contra López Obrador. Reaparece el rostro siniestro de El Yunque, ya Luis Felipe nuevamente con "misión" para cumplir. Mal recuerda el plantón de Reforma, advierte que elegir a Alejandro sería entregar el Estado de México a Andrés Manuel, su verdadero "jefe" y él, Bravo embravecido, y Madero, el presidente formal del PAN (que no había asistido al acto inaugural de campaña de LFBM), aseguran que no habrá declinaciones ni claudicaciones.
La madre de la señora Margarita acompaña a Bravo Mena en uno de los actos de este relanzamiento de campaña, al igual que la madre de Felipe acompaña a Cocoa en Morelia a pedir registro como precandidata a la gubernatura del Michoacanazo. Luisa María Calderón tiene en el senador Marko Cortés a su principal adversario interno y en el priista Fausto Vallejo al principal escollo externo. No parecería que el PRD estuviese en condiciones de repetir en el poder (su principal carta, Silvano Aureoles, relacionado con el equipo de Amalia García, no unifica a los grupos locales), pero tampoco el PAN tiene buenas perspectivas de triunfo: como en otras partes del país, una especie de sexto sentido social hace creer a muchos que la mejor manera de acabar con la locura bélica del calderonismo es reasignando el control del narcotráfico a manos expertas, conocedoras del arte de sobrellevar esos negocios sin sobresaltos ni daños colaterales: un salto al pasado.
Y la caravana encabezada por Sicilia va rumbo a Ciudad Juárez, entre discusiones internas, sobre todo respecto a la pertinencia de la entrevista que se ha anunciado con Felipe Calderón; y se han cumplido dos años de la muerte de decenas de niños en una guardería de Sonora, sin que haya verdaderos culpables castigados; y hoy, de 10 a 13 horas, en el Teatro de la Ciudad de México, uno tras otro se ofrecerán minutos de reflexión ante un micrófono en el contexto de No más sangre. Y, mientras la Casa de la Moneda parece estar promoviendo o justificando un asalto a sus arcas (al darse a conocer sus problemas de inseguridad e informar del poco y viejo armamento disponible), al mismo tiempo que el exgobernador priista y actual director de esa Casa, Marcelo de los Santos, ofrecía ayuda en SLP este sábado pasado a Ernesto Cordero y se proponía para blanqueado candidato a senador, ¡hasta mañana!
Julio Hernández López / Astillero
Felipe ha jalado el gatillo electoral contra el PRI. Lo ha hecho contra un personaje éticamente indefendible y jurídicamente muy vulnerable, pero no por afanes justicieros genuinos sino por cálculos electorales, pretendiendo confirmar así a los votantes del mes entrante (en comicios estatales) y del año venidero (los federales, que incluyen la Presidencia de la República) que los priistas están relacionados consustancialmente con la corrupción y los negocios sucios y por tanto deben ser rechazados y castigados a cualquier costo. Tan cantado estaba el golpe contra un "distinguido" priista que llama la atención que no haya sido contra un exgobernador reciente (y vaya que sobran aspirantes a la cárcel) sino contra alguien que no ha alcanzado ese nivel de mando aunque lo intentó hace unos años y estaba en pleno camino de construcción hacia su segundo intento (apuntalado, entre otros hechos, por el arribo a la primera división profesional de su equipo de futbol, los Xoloiscuintles).
A un mes de elecciones cuyos pronósticos favorecen al PRI, Calderón suelta su Hanquinazo que corre el riesgo de acabar en un Tijuanazo ridículo, como el golpe arbitrario antes dado en Michoacán. Basta leer el boletín conjunto que dieron a conocer la Sedena y la PGR largas horas después de los hechos, con la historia de la "denuncia" ciudadana y demás detalles increíbles, para darse cuenta de que el Ejército fue activado en aquella frontera por razones de cálculo político, de circunstancia electoral, de estrategias de lucha armada por el poder, pero no por vocación auténtica de justicia ni por razones defendibles.
Mal llevadas las cosas, terrible sería para Calderón el Guerrero que sus estatagemas de inculpamiento a mafiosos acabaran convirtiéndolos en víctimas e incluso magnificando sus posibilidades electorales personales y, en general, del partido-cártel al que pertenecen. Pero la torpeza que ha definido el sexenio maldito en curso ha vuelto a aparecer, dominante: todo parece haber sido hecho con ánimos de tropezarse, a pesar del largo tiempo que según eso llevaban preparando su golpe maestro los genios que habitan algunos salones de Los Pinos. Y, sin embargo, sigue corriendo la versión de que aún vienen golpes militares, cuando menos contra un exgobernador priista.
En un Zócalo nuevamente lleno, Andrés Manuel López Obrador se esmera en demostrar a lo largo de un prolongado discurso que el PRI y el PAN son la misma cosa. Da ejemplos, documenta, carga el acento oratorio en el asunto: aparentan que se pelean, pero siempre acaban entendiéndose y repartiéndose botines. Insiste AMLO en desmontar la tesis de que los problemas del país podrán ser solucionados por el retorno del dinosaurio de tres colores a la casa que hoy algunos llaman Los Vinos. Habla con tanta insistencia de Peña Nieto y del peligro que entraña el regreso del PRI al mando nacional que vale preguntarse si no acaba así consolidando en el ánimo colectivo la viabilidad e incluso la presunta inevitabilidad de ese retorno marcado.
El tabasqueño reitera sus propios ofrecimientos, repite los conceptos y estribillos de todos tan sabidos, habla de la organización nacional que cuidadosamente va tejiendo y mantiene la esperanza en que su visión de las cosas puede triunfar. Pero a fin de cuentas acaba refiriéndose más a los otros, al otro. Es decir, al PRI, a Salinas, a Peña Nieto, reconociendo que muchos mexicanos se están creyendo el cuento de que la salvación nacional vendrá del regreso al pasado priista.
A Luis Felipe Bravo Mena le recargan batería en Toluca y lo reprograman: también centrará su discurso más en el otro, en los otros, que en sí mismo, en su oferta. Ya no navega en aguas dulces sino en mares artificialmente embravecidos: va contra Encinas, es decir, contra López Obrador. Reaparece el rostro siniestro de El Yunque, ya Luis Felipe nuevamente con "misión" para cumplir. Mal recuerda el plantón de Reforma, advierte que elegir a Alejandro sería entregar el Estado de México a Andrés Manuel, su verdadero "jefe" y él, Bravo embravecido, y Madero, el presidente formal del PAN (que no había asistido al acto inaugural de campaña de LFBM), aseguran que no habrá declinaciones ni claudicaciones.
La madre de la señora Margarita acompaña a Bravo Mena en uno de los actos de este relanzamiento de campaña, al igual que la madre de Felipe acompaña a Cocoa en Morelia a pedir registro como precandidata a la gubernatura del Michoacanazo. Luisa María Calderón tiene en el senador Marko Cortés a su principal adversario interno y en el priista Fausto Vallejo al principal escollo externo. No parecería que el PRD estuviese en condiciones de repetir en el poder (su principal carta, Silvano Aureoles, relacionado con el equipo de Amalia García, no unifica a los grupos locales), pero tampoco el PAN tiene buenas perspectivas de triunfo: como en otras partes del país, una especie de sexto sentido social hace creer a muchos que la mejor manera de acabar con la locura bélica del calderonismo es reasignando el control del narcotráfico a manos expertas, conocedoras del arte de sobrellevar esos negocios sin sobresaltos ni daños colaterales: un salto al pasado.
Y la caravana encabezada por Sicilia va rumbo a Ciudad Juárez, entre discusiones internas, sobre todo respecto a la pertinencia de la entrevista que se ha anunciado con Felipe Calderón; y se han cumplido dos años de la muerte de decenas de niños en una guardería de Sonora, sin que haya verdaderos culpables castigados; y hoy, de 10 a 13 horas, en el Teatro de la Ciudad de México, uno tras otro se ofrecerán minutos de reflexión ante un micrófono en el contexto de No más sangre. Y, mientras la Casa de la Moneda parece estar promoviendo o justificando un asalto a sus arcas (al darse a conocer sus problemas de inseguridad e informar del poco y viejo armamento disponible), al mismo tiempo que el exgobernador priista y actual director de esa Casa, Marcelo de los Santos, ofrecía ayuda en SLP este sábado pasado a Ernesto Cordero y se proponía para blanqueado candidato a senador, ¡hasta mañana!
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