José Agustín Ortiz Pinchetti / El Despertar
Los he visto colmar plazas, llenar 33 veces el Zócalo capitalino para mostrar fuerza o protestar. Atiborrar las plazas de 200 ciudades, marchar horas bajo un sol candente, soportar a pie firme, inmóviles, aguaceros y tormentas. Esperar horas la llegada de una comitiva. Formar brigadas. Constituir de modo solemne comités. Repartir casa por casa un periódico mensual a dos tintas. Conversar con los vecinos: uno por uno. Animarse entre sí. Dejar las labores de la casa. Sacrificar horas del trabajo dominical. Los he visto en los pueblos y barrios, en las aldeas, en las montañas y en los llanos. Los he visto cargados de energía y de furia, sin atacar a nadie, sin lesionar a nadie, sin dañar o destruir nada.
Son la gente que sigue en todo el país a AMLO. Son los que están conformando el Movimiento Regeneración Nacional (Morena). He observado todo esto, me he identificado con ellos y me pregunto: ¿qué es lo que nos impulsa?
El movimiento sólo ofrece trabajo duro, dignidad y capacitación. Ninguno esperamos ni regalos, ni curules, ni gestiones. Hemos tenido que resistir una campaña sucia que dura ya siete años. Una oleada continua, intermitente, de calumnias, de ninguneo, de burlas. Una conspiración del silencio y ahí estamos, persistimos y crecemos.
¿Qué nos mueve? Es una buena pregunta. Puede ser el sufrimiento en nuestras propias vidas. Esta generación es la segunda en 30 años en que la gente ve disminuir en lugar de mejorar el bienestar. La recuperación se ve cada vez más remota. En contra de lo que se cree, el obradorismo se nutre no en la gente más pobre, sino en la clase media y media baja. Ese vasto sector alcanzó una mediocre prosperidad hace cuatro o cinco décadas y ahora la ha visto desvanecerse. Además, vemos cómo se hunde el régimen político en la descomposición y en la violencia. Todo esto provoca irritación en todos, ¿por qué sólo un sector ha despertado?
La motivación de los obradoristas es más profunda. Probablemente es un fenómeno que se da en las sociedades en crisis. Ante el riesgo de un colapso respondemos, nos crecemos al castigo. La adversidad se vuelve incitación y genera la tenacidad y el valor necesarios. Así ha sucedido muchas veces en la historia. Es lo que Ernesto Sábato llama la resistencia.
En un caso extremo de decadencia la gente puede replegarse a su egoísmo o luchar. El obradorismo no agota las formas de participación y éstas tenderán a multiplicarse. Pero en Morena es donde hoy se concentra el eje del esfuerzo por el cambio. Es desde el poder político desde donde puede transformarse y salvarse al país.
Los he visto colmar plazas, llenar 33 veces el Zócalo capitalino para mostrar fuerza o protestar. Atiborrar las plazas de 200 ciudades, marchar horas bajo un sol candente, soportar a pie firme, inmóviles, aguaceros y tormentas. Esperar horas la llegada de una comitiva. Formar brigadas. Constituir de modo solemne comités. Repartir casa por casa un periódico mensual a dos tintas. Conversar con los vecinos: uno por uno. Animarse entre sí. Dejar las labores de la casa. Sacrificar horas del trabajo dominical. Los he visto en los pueblos y barrios, en las aldeas, en las montañas y en los llanos. Los he visto cargados de energía y de furia, sin atacar a nadie, sin lesionar a nadie, sin dañar o destruir nada.
Son la gente que sigue en todo el país a AMLO. Son los que están conformando el Movimiento Regeneración Nacional (Morena). He observado todo esto, me he identificado con ellos y me pregunto: ¿qué es lo que nos impulsa?
El movimiento sólo ofrece trabajo duro, dignidad y capacitación. Ninguno esperamos ni regalos, ni curules, ni gestiones. Hemos tenido que resistir una campaña sucia que dura ya siete años. Una oleada continua, intermitente, de calumnias, de ninguneo, de burlas. Una conspiración del silencio y ahí estamos, persistimos y crecemos.
¿Qué nos mueve? Es una buena pregunta. Puede ser el sufrimiento en nuestras propias vidas. Esta generación es la segunda en 30 años en que la gente ve disminuir en lugar de mejorar el bienestar. La recuperación se ve cada vez más remota. En contra de lo que se cree, el obradorismo se nutre no en la gente más pobre, sino en la clase media y media baja. Ese vasto sector alcanzó una mediocre prosperidad hace cuatro o cinco décadas y ahora la ha visto desvanecerse. Además, vemos cómo se hunde el régimen político en la descomposición y en la violencia. Todo esto provoca irritación en todos, ¿por qué sólo un sector ha despertado?
La motivación de los obradoristas es más profunda. Probablemente es un fenómeno que se da en las sociedades en crisis. Ante el riesgo de un colapso respondemos, nos crecemos al castigo. La adversidad se vuelve incitación y genera la tenacidad y el valor necesarios. Así ha sucedido muchas veces en la historia. Es lo que Ernesto Sábato llama la resistencia.
En un caso extremo de decadencia la gente puede replegarse a su egoísmo o luchar. El obradorismo no agota las formas de participación y éstas tenderán a multiplicarse. Pero en Morena es donde hoy se concentra el eje del esfuerzo por el cambio. Es desde el poder político desde donde puede transformarse y salvarse al país.
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