¿Qué les hizo la Constitución?

Martha Anaya / Crónica de Política

A diferencia de otras ocasiones, como cuando se aprobó la Reforma Electoral del 2007, los senadores no lucían tan entusiasmados la noche del miércoles pasado con la aprobación de la Reforma Política.

Ni siquiera priistas, panistas y verdes –con cuya “aprobación mecánica por consigna” aprobaron no pocas aberraciones–, mostraban euforia alguna.

Su actitud poco emotiva, no provenía precisamente de un debate arduo en tribuna o al micrófono desde sus escaños. Y no lo era, porque a cuanta observación presentaban perredistas, petistas y convergentes, las manos de las bancadas del PRI, PAN, PVEM se alzaban al unísono para votar en contra de ¡discutir! –sí, discutir al menos– cuanto artículo reservado se tenía en la lista.

Sólo en una ocasión, ya casi al final de la sesión, el panista Ramón Galindo obtuvo los votos requeridos para romper el pacto establecido entre las cúpulas del tricolor y el blanquiazul, y lograr un cambio al Artículo 120 constitucional, que otorgaría soberanía a los estados para legislar sobre la reelección a nivel municipal.

Fue el único momento en que estalló el júbilo en el salón de plenos del Senado y el blanquiazul de Chihuahua se convertiría en el héroe del momento, ante la dura mirada de Manlio Fabio Beltrones.

Pero nada de lo anterior corrió con la misma suerte.

Las escenas que vimos durante la sesión en la que los senadores aprobarían la Reforma Política, recordaban aquellos tiempos en que el PRI tenía la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados (era donde más se discutía entonces) y simplemente utilizaban su aplanadora para frenar cualquier propuesta a las modificaciones pactadas.

Así ocurrió la semana pasada en el Senado. Sólo que esta vez los panistas, ahora en mayoría –junto con sus maestros priistas y los siempre oportunistas verdes–, aplicaban la misma receta que otrora padecieron y que tantas ocasiones lamentaron.

Y no se trataba de asuntos menores.

Por ejemplo, observaba Pablo Gómez: El (artículo) 83 ahora nos dice que al inicio del día 1° de diciembre (el Presidente de la República) entrará en ejercicio de su cargo.

Una de dos –indicaba el perredista–, o el Congreso se va a reunir en el primer minuto del día primero para sesionar, si es que el día empieza a esa hora; o tendrá que hacerlo cuando salga el sol, i consideramos que a esa hora comienza el día.

Y esto porque –y he aquí lo importante– ¡nadie puede ser Presidente si no protesta! La protesta, explicaría, es el compromiso que asume ante el pueblo; el cual podrá ser reclamado por incumplimiento. El acto de rendición de protesta es la aceptación del cargo. No se puede ser Presidente sin decirlo. No se puede ser Presidente Constitucional nomás porque el reloj marca la hora, nomás porque pasó el tiempo.

¿Qué les asusta lo que ocurrió en 2006 donde por poco no logra entrar Felipe Calderón a la Cámara de Diputados?

Bueno, diría Pablo Gómez, no es necesario que lo haga en el Congreso, puede ser durante un acto público… “Esto no es digno de una Constitución. ¡Tengan piedad! No hagan estas antinomias groseras, ¡es una denigración del Congreso!, se están haciendo eco de voces reaccionarias”.

El senador Tomás Torres abordaría la modificación sobre el Artículo 87, que ahora dice que si el Presidente no puede protestar ante el Congreso lo hará ante el Presidente de la Corte.

Sobre ésta nueva disposición argüiría el también perredista: En el Congreso hay una pluralidad representativa y la rendición de protesta se da en un acto público. El pueblo está representado en el Congreso. En el Presidente de la Corte no.

Aprobar esta disposición “sería tanto como anticipar que el Presidente de la República no representa al pueblo”.

Ricardo Monreal, del PT, reclamaría a su vez: ¿Cómo el poder legislativo se auto castra, se auto denigra en la facultad más importante de tomar protesta al Presidente de la República para que sea ante una persona, ni siquiera el pleno, donde rinda protesta? ¿Y nomás así, “por cualquier circunstancia”? ¿Así nomás? ¿Ni siquiera ante una situación grave, fortuita?

Y como este ejemplo, una tras otras de las observaciones que presentaban los legisladores de oposición al PRU-PAN-PVEM, la respuesta era silencio absoluto, y luego el presidente de la Mesa preguntaba a la Asamblea: “Se pone a votación si se discute o no…”

La votación fue contraria a discutir cualquiera de los artículos una y otra vez. Así pasó toda la tarde hasta llegar la noche.

Resultaba decepcionante ver la forma en que Beltrones y sus acompañantes del priismo, del panismo y del Verde sacaba adelante la Reforma Política en el nuevo edificio del Senado.

Pablo Gómez –cuyas múltiples intervenciones ese día refrescaron las largas horas de sesión y lo ubicaron como el más lúcido y conocedor del tema– , cansado ya en un momento dado de las incongruencias y aberraciones que se aprobaban por aquella mayoría mecánica, terminó preguntándoles con cierto humor: ¿Qué les ha hecho la Constitución? ¿Qué les pasa? ¡Déjenla en paz! ¿Necesitan un psicoanalista?

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