Por qué Facebook está destrozando al Internet

Eduardo Portas / Minoría Absoluta

La red podrá ser la tierra de la libertad de ideas e intercambio de información, pero avanza cada más hacia un negocio dominado por unos cuantos monopolios.

Del Google-moi se está pasando al Facebook-moi, no importa si eres una persona física o un negocio. Simplemente TIENES que estar en las redes sociales. Hace un año era casi impensable que alguien destronara a Google como rey absoluto de todo lo que tiene que ver con la red. Facebook lo hizo a principios del 2010.

Pero a diferencia del monopolio de seis letras, la red social no opera principalmente para buscar información. De hecho, un estudio reciente acaba de publicar que el segmento de mercado que ha despuntado el uso de Facebook a nivel mundial ha sido el de las mujeres jóvenes que pasan horas, literalmente, en ese sitio haciendo dos cosas: preguntando por consejos a su grupo de amigos y no tan amigos o buscando información de otras personas en forma de fotos, comentarios, actualizaciones de datos. Los consejos que piden, por cierto, son para ver si compran o no tal o cual cosa que tienen en mente. En pocas palabras, todos los estereotipos de género que creíste que no existían aquí toman fuerza y son reforzados en Facebook, al menos en el grupo de mujeres de 20 a 30 años.

Ahora, el creador del Internet, Tim Berners-Lee, ha salido a la dar la cara por su hijo preferido. En un extenso artículo dice lo que he repetido en este espacio varias veces: Facebook y las otras redes sociales están destruyendo el Internet a causa de su misma naturaleza. En lugar de compartir, estos sitios están diseñados para fragmentar en pequeñas islas de conocidos la información que comparte la gente. No se puede acceder a esa información de manera abierta, universal. Además, estos sitios amplifican nuestros rasgos menos atractivos: el egoísmo, la autopromoción y el centrarse cada quien en su propio ombligo. En pocas palabras, todo lo contrario a la idea original con la cual nació la Red.

“Las grandes redes sociales están amurallando la información colocada por sus propios usuarios”, dice Berners-Lee.

“Si los usuarios de la Web permiten que continúe esta tendencia, ésta se romperá en una serie de islas fragmentadas. Podríamos perder la libertad para conectarnos con el sitio que queramos”.

El autor explica esta última idea de la siguiente forma: bajo un lenguaje HTML y URL tradicional, abierto, cualquier persona puede conectar su sitio con cualquier otro, fomentando un intercambio libre y rico de ideas. Pero no con las redes sociales, en donde toda la información está centralizada y los URLs no añaden su identificador particular a cada nuevo paquete de información que se agrega.

Es decir, si quieres ver algo subido a Facebook, forzosamente tienes que estar conectado ahí. Esto puede parecer una obviedad, pero, retomando lo que dice Berners-Lee, va contra todos los principios originales de la Red. ¿Por qué tengo que estar conectado a Twitter o Facebook para conocer algo que una persona ha posteado en la Web? La razón, claro, es comercial y le ha ido muy bien a ambas compañías. Todos nosotros le hemos ayudado aportando miles de bits de datos a manera de fotos, mensajes, o cualquier idiotez que se nos ocurra. Lo que es basura para algunos es una mina de oro para otros, al menos en cuestión de 0 y 1s. No uso el término información, para guardar un poco el sentido original de la palabra. En todo caso, subimos datos que para el 99.9 por ciento del mundo es desecho digital, pero no para nuestros “amigos” o seguidores. Los italianos—perfeccionistas siempre— han llevado esto hasta hacerlo un arte: pasan en promedio seis horas y media al día en Facebook. Ninguna otra nación del mundo pasa tanto tiempo ahí.

Y no sólo eso, una vez que metemos información a las redes sociales no es fácil compartirla con otros sitios. “Cada uno es un silo, amurallado de todos los otros”. Esas listas, fotos, etc., se quedan ahí. Ese aislamiento ocurre porque no toda la data que subimos tiene su propia URL (o URI, como le llama Berners-Lee). Mientras más información metemos, más alta crece la valla. Son contenedores sellados en los cuales no tenemos control absoluto de nuestra información- “A medida que se generaliza el uso de esta arquitectura, se fragmenta más la Red y disfrutamos cada vez menos un espacio universal, único”.

Un ejemplo personal: en mi vida pasada, cuando estudiaba Derecho en el ITAM, tuve una clase de Filosofía con el profesor M. Para participar en su curso sólo se podían citar frases de documentos que él nos había dado. Todo lo demás era causa para ser invitado a salir del salón y ser reprendido. No había intercambio de ideas más allá de lo previamente delimitado, cerrado y predispuesto.

Años después, manejando por Las Lomas, vi al mismo profesor desde mi auto. Él estaba cruzando una calle, muy temprano por la mañana, y yo iba a correr un poco a Chapultepec. Por un momento pensé en atropellarlo por todos los dolores de cabeza que me había hecho pasar. Pero después me dije a mí mismo: “déjalo, así puede seguir existiendo alguien que ve la realidad sólo desde su micromundo de ideas fijas, de perfiles, de espejismos. Mejor tú intenta cambiar esa concepción”.

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