Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
Santiago Creel es un subproducto del México porfiriano que creció en las viejas haciendas de San Ángel, cuna de grupos sociales que eran cofradías productoras de abogados y diplomáticos, cosmopolitas que combinaban sus universos con actividades propias de las élites. En el caso de Creel, fue la charrería y sus suertes, un deporte de criollos y terratenientes que nació tras la Reforma Agraria, lo que se convirtió en una pasión y un ingrediente de identidad.
Creel nació entre sábanas de plata y se formó como sus pares en aquella época de los 60 y 70: en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de México, y en universidades extranjeras, en Georgetown –que ya produjo a un presidente, Bill Clinton-, y en Michigan –una de las principales escuelas de Derecho de Estados Unidos, de donde han salido varios ministros de la Suprema Corte de Justicia-. Su preparación lo llevaría por caminos que se cruzan y jugaría caprichos que lo bajarían al sufrimiento de los terrenales y reafirmaría su carácter.
Santiago Creel, abogado corporativo por profesión, que tenía todo sin necesidad de mucho, cambió su destino y aprendió lo mejor de su vida a golpes. Sin embargo, para quien aspira la candidatura del PAN a la Presidencia y llegar a Los Pinos, quizás demasiado tarde.
Creel fue el abogado que más ayudó a la construcción de la revista Vuelta, fundada por Octavio Paz para remplazar Plural, el semanario de Excélsior que abandonó al salir Julio Scherer de la dirección general del diario, y que lo metió a un mundo de letras e intelectuales que lo encauzó por otros derroteros, como el Grupo San Ángel, formado en 1994 con la ambición de fungir como el Consejo de Transición de Sudáfrica, que contribuyó a la transición democrática en aquella nación.
Ahí se metió de lleno a la política. Le alcanzó el primer impulso para ser diputado federal en un partido de pocas figuras, y se convirtió en su candidato al gobierno del Distrito Federal, que perdió, por sólo cinco puntos, ante el perredista Andrés Manuel López Obrador. Pese a su notoria filiación política, fue llamado, como con varios miembros del Grupo San Ángel, en el primer consejo ciudadano del IFE.
Ese consejo se llenó de gloria histórica gracias a la circunstancia. Administró y supervisó las elecciones de 2000, cuando Vicente Fox –con quien había compartido membresía en el Grupo San Ángel- ganó la Presidencia y expulsó al PRI de los Pinos. Fox lo llamó a su gabinete y lo hizo su primer secretario de Gobernación, donde perdió la ingenuidad política
Creel, un negociador natural, tuvo un paso como responsable de la política interna altamente cuestionado. Se le acusó de débil, miedoso, y como alguien que prefería no mover nada para no violentar, porque pensaba –se alegaba- que eso le ayudaría a llegar a la Presidencia. Era el delfín de Fox, y con su respaldo hizo campaña presidencial en 2005 en lugar de hacerla para lograr la candidatura presidencial del PAN, donde su viejo amigo, Felipe Calderón, quien era nadie cuando Creel era todo, lo dejó en el camino.
Esa lección es la que mejor ha aprendido Creel, que no fue candidato pero se hizo senador, y desde donde ha labrado, desde abajo, su regreso a la cima. Creel, quien era un hombre de las élites, se sumergió en la vida terrenal del PAN y comenzó a a participar en procesos internos del partido como nunca antes lo había hecho. Recorrió el país y conoció a los líderes de cada región.
Para un partido que electoralmente tiene una estructura territorial pobre, pero que decide territorialmente su candidato a la Presidencia a través de una votación nacional de militantes activos y adherentes, lo que hizo Creel fue la estrategia correcta. Le ayudó, en términos de fama nacional, la forma como las televisoras le decretaron la muerte política y lo eliminaron, literalmente, de sus pantallas, por su postura sobre la Ley de Telecomunicaciones que apuntaba a una democratización del medio.
Creel tiene el reconocimiento de nombre, que lo colocó durante largo tiempo, sin adversario en el horizonte, al frente de las preferencias electorales dentro del PAN, lo que le dio acceso a grupos empresariales que le ofrecieron recursos, llegado el momento, o que lo han ayudado a sus recorridos nacionales. El presidente Calderón, que personalmente lo trata con calidez pero políticamente lo repudia, lo ha tratado de reducir al máximo dentro del PAN, sin terminar de lograrlo.
"No representa nada", confió un hombre cercano al presidente. "Quizás tres o cinco por ciento dentro del PAN, pero no más". No es la fuerza que presumen los colaboradores de Creel que afirman tener el respaldo panista en el Senado. Los calderonistas lo subestiman. "La bancada panista fue integrada por Fox y Marta Sahagún y era claramente creelista", admitió funcionario del partido. "Pero ese apoyo se ha perdido y sus propios aliados andan en busca de candidato".
Creel ha buscado no desaparecer del tablero de decisiones finales. En la última elección de líder nacional del PAN, un diferendo entre Gustavo Madero y Roberto Gil, que negociaba un paquete de suyos para el Consejo Político, provocó que el hoy secretario particular del presidente Calderón retirara todas sus propuestas, lo que permitió que cercanos a Creel entraran a la estructura.
El senador, cuando se comenzaron a abrir las cartas para la nominación presidencial, dijeron cercanos a Creel, vio al presidente y le preguntó si había un veto sobre su persona. Tras la respuesta negativa le pidió al presidente que jugara limpio en la nominación. Calderón le dijo que así sería, pero en su precampaña, agregaron sus cercanos, ha descubierto que el presidente sí se metió y está operando para que su candidato, quien quiera que sea, logre la nominación.
La pelea de Creel, agregaron, es contra el presidente dentro del PAN. ¿Le alcanzará el tiempo y la fuerza para nivelar la correlación de fuerzas? Se ve muy poco probable. El senador alcanzó el 33% de apoyo en el PAN cuando perdió la candidatura ante Calderón. Hoy, piensan funcionarios panistas, esa cifra se puede reducir drásticamente. Creel piensa lo contrario y ha desafiado al presidente.
Creel forma parte de un grupo que permanentemente está en oposición a políticas presidenciales y, más claro aún, en enero destapó al senador Marko Cortés como el candidato del PAN al gobierno de Michoacán, pese a que en Los Pinos apoyan a Luisa María Calderón, la hermana del presidente, que también es michoacano, como candidata.
La lucha de Creel por la nominación no es sólo contra otros rivales sino contra el presidente. Es una apuesta muy alta, donde no hay muchos fuera de su entorno que le den posibilidades de vencer. Pero ya no es el Creel de hace seis años, soberbio, elitista, poco comprometido. Mucho ha ganado como persona y como político, aunque no sea suficiente para luchar por Los Pinos en 2012.
Santiago Creel es un subproducto del México porfiriano que creció en las viejas haciendas de San Ángel, cuna de grupos sociales que eran cofradías productoras de abogados y diplomáticos, cosmopolitas que combinaban sus universos con actividades propias de las élites. En el caso de Creel, fue la charrería y sus suertes, un deporte de criollos y terratenientes que nació tras la Reforma Agraria, lo que se convirtió en una pasión y un ingrediente de identidad.
Creel nació entre sábanas de plata y se formó como sus pares en aquella época de los 60 y 70: en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de México, y en universidades extranjeras, en Georgetown –que ya produjo a un presidente, Bill Clinton-, y en Michigan –una de las principales escuelas de Derecho de Estados Unidos, de donde han salido varios ministros de la Suprema Corte de Justicia-. Su preparación lo llevaría por caminos que se cruzan y jugaría caprichos que lo bajarían al sufrimiento de los terrenales y reafirmaría su carácter.
Santiago Creel, abogado corporativo por profesión, que tenía todo sin necesidad de mucho, cambió su destino y aprendió lo mejor de su vida a golpes. Sin embargo, para quien aspira la candidatura del PAN a la Presidencia y llegar a Los Pinos, quizás demasiado tarde.
Creel fue el abogado que más ayudó a la construcción de la revista Vuelta, fundada por Octavio Paz para remplazar Plural, el semanario de Excélsior que abandonó al salir Julio Scherer de la dirección general del diario, y que lo metió a un mundo de letras e intelectuales que lo encauzó por otros derroteros, como el Grupo San Ángel, formado en 1994 con la ambición de fungir como el Consejo de Transición de Sudáfrica, que contribuyó a la transición democrática en aquella nación.
Ahí se metió de lleno a la política. Le alcanzó el primer impulso para ser diputado federal en un partido de pocas figuras, y se convirtió en su candidato al gobierno del Distrito Federal, que perdió, por sólo cinco puntos, ante el perredista Andrés Manuel López Obrador. Pese a su notoria filiación política, fue llamado, como con varios miembros del Grupo San Ángel, en el primer consejo ciudadano del IFE.
Ese consejo se llenó de gloria histórica gracias a la circunstancia. Administró y supervisó las elecciones de 2000, cuando Vicente Fox –con quien había compartido membresía en el Grupo San Ángel- ganó la Presidencia y expulsó al PRI de los Pinos. Fox lo llamó a su gabinete y lo hizo su primer secretario de Gobernación, donde perdió la ingenuidad política
Creel, un negociador natural, tuvo un paso como responsable de la política interna altamente cuestionado. Se le acusó de débil, miedoso, y como alguien que prefería no mover nada para no violentar, porque pensaba –se alegaba- que eso le ayudaría a llegar a la Presidencia. Era el delfín de Fox, y con su respaldo hizo campaña presidencial en 2005 en lugar de hacerla para lograr la candidatura presidencial del PAN, donde su viejo amigo, Felipe Calderón, quien era nadie cuando Creel era todo, lo dejó en el camino.
Esa lección es la que mejor ha aprendido Creel, que no fue candidato pero se hizo senador, y desde donde ha labrado, desde abajo, su regreso a la cima. Creel, quien era un hombre de las élites, se sumergió en la vida terrenal del PAN y comenzó a a participar en procesos internos del partido como nunca antes lo había hecho. Recorrió el país y conoció a los líderes de cada región.
Para un partido que electoralmente tiene una estructura territorial pobre, pero que decide territorialmente su candidato a la Presidencia a través de una votación nacional de militantes activos y adherentes, lo que hizo Creel fue la estrategia correcta. Le ayudó, en términos de fama nacional, la forma como las televisoras le decretaron la muerte política y lo eliminaron, literalmente, de sus pantallas, por su postura sobre la Ley de Telecomunicaciones que apuntaba a una democratización del medio.
Creel tiene el reconocimiento de nombre, que lo colocó durante largo tiempo, sin adversario en el horizonte, al frente de las preferencias electorales dentro del PAN, lo que le dio acceso a grupos empresariales que le ofrecieron recursos, llegado el momento, o que lo han ayudado a sus recorridos nacionales. El presidente Calderón, que personalmente lo trata con calidez pero políticamente lo repudia, lo ha tratado de reducir al máximo dentro del PAN, sin terminar de lograrlo.
"No representa nada", confió un hombre cercano al presidente. "Quizás tres o cinco por ciento dentro del PAN, pero no más". No es la fuerza que presumen los colaboradores de Creel que afirman tener el respaldo panista en el Senado. Los calderonistas lo subestiman. "La bancada panista fue integrada por Fox y Marta Sahagún y era claramente creelista", admitió funcionario del partido. "Pero ese apoyo se ha perdido y sus propios aliados andan en busca de candidato".
Creel ha buscado no desaparecer del tablero de decisiones finales. En la última elección de líder nacional del PAN, un diferendo entre Gustavo Madero y Roberto Gil, que negociaba un paquete de suyos para el Consejo Político, provocó que el hoy secretario particular del presidente Calderón retirara todas sus propuestas, lo que permitió que cercanos a Creel entraran a la estructura.
El senador, cuando se comenzaron a abrir las cartas para la nominación presidencial, dijeron cercanos a Creel, vio al presidente y le preguntó si había un veto sobre su persona. Tras la respuesta negativa le pidió al presidente que jugara limpio en la nominación. Calderón le dijo que así sería, pero en su precampaña, agregaron sus cercanos, ha descubierto que el presidente sí se metió y está operando para que su candidato, quien quiera que sea, logre la nominación.
La pelea de Creel, agregaron, es contra el presidente dentro del PAN. ¿Le alcanzará el tiempo y la fuerza para nivelar la correlación de fuerzas? Se ve muy poco probable. El senador alcanzó el 33% de apoyo en el PAN cuando perdió la candidatura ante Calderón. Hoy, piensan funcionarios panistas, esa cifra se puede reducir drásticamente. Creel piensa lo contrario y ha desafiado al presidente.
Creel forma parte de un grupo que permanentemente está en oposición a políticas presidenciales y, más claro aún, en enero destapó al senador Marko Cortés como el candidato del PAN al gobierno de Michoacán, pese a que en Los Pinos apoyan a Luisa María Calderón, la hermana del presidente, que también es michoacano, como candidata.
La lucha de Creel por la nominación no es sólo contra otros rivales sino contra el presidente. Es una apuesta muy alta, donde no hay muchos fuera de su entorno que le den posibilidades de vencer. Pero ya no es el Creel de hace seis años, soberbio, elitista, poco comprometido. Mucho ha ganado como persona y como político, aunque no sea suficiente para luchar por Los Pinos en 2012.
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