Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
Víctor Valencia Ramírez fue ejecutado el 30 de marzo pasado de la misma forma como su hermano fue asesinado un mes antes en el Hospital Ángeles del Pedregal: quirúrgicamente. Con Víctor se encontraban Diana y Lisette, que acababan de pasar con él una semana en Cancún. Diana, una hermosa modelo, se decía su novia; Lisette era su amiga. Las dos son colombianas, como también lo es Karla, esposa del hermano de Víctor, David.
Más de un año antes, Juliana narraba en su página de Facebook lo dichosa que era en México con su novio. Nadie sabía quién era el galán de la ex miss colombiana hasta que la policía los detuvo en una residencia Bosques de las Lomas, un barrio de ricos y millonarios en el poniente de la ciudad de México. El novio era José Jorge Balderas Garza, que adquirió fama internacional como el “J.J” que atentó contra el futbolista Salvador Cabañas.
Las vidas de Diana, Lisette y Juliana se entrelazan con las mafias mexicanas que han incrementado el tráfico de mujeres colombianas a México. Este fenómeno ha introducido una variable de creciente preocupación en el combate al narcotráfico y a la delincuencia del fuero común, donde las mujeres, por lo general modelos, llegan a este país mediante un mecanismo que se conoce como “prepago”, que funciona a través de páginas sexuales en Internet.
Juliana fue contactada en Colombia por un mexicano –no identificado- relacionado con el medio artístico, quien le dijo que tenía un amigo a quien le había mostrado su fotografía en Internet y que deseaba conocerla. Cuánto cobró por venir a México y por quedar a disposición sexual del “J.J” en el momento que lo deseara, nunca lo reveló Juliana. Las tarifas, de acuerdo con autoridades colombianas, las establecen ellas en forma casuística. Lo que sí se sabe ahora es que durante los menos de 12 meses que estuvo en México, envió miles de dólares a su familia en Colombia.
Diana también era una modelo que se anunciaba en las páginas de Internet colombianas. Ganaba alrededor de tres mil 500 dólares por mes y Víctor Valencia Ramírez la descubrió en la red y comenzó una relación a distancia. El mexicano no la contrató prepago para que viajara. Él viajó a Colombia –a donde entró con un pasaporte verdadero mexicano bajo otro nombre- en dos ocasiones, y hasta conoció a sus padres. La tercera vez que se vieron no fue en Bogotá, sino en Cancún, a donde la llevó con el argumento de sólo así sabría si deseaba tener una relación tan seria como él deseaba.
Emocionada por la labia de Valencia Ramírez –en Colombia subrayan el talento mexicano para engatusar y enamorar mujeres- y el dinero que gastaba en ella, viajó a Cancún, desde donde le habló a su amiga Lisette, estudiante de comunicación, de buena familia y educada como Diana, para invitarla también a cargo de su novio. El día que lo asesinaron comía con Diana en un restaurante en la Delegación Benito Juárez, y Lisette se les unió porque perdió el vuelo de regreso a Bogotá.
Víctor, como su hermano David, operaban dentro de la delincuencia organizada como transportadores de dinero a Colombia, y fueron asesinados en un ajuste de cuentas ordenado por sus jefes en Guadalajara –una plaza controlada por el Cártel del Pacífico-. Karla, la esposa de David, declaró una vez antes de perdérsele a las autoridades, pero Diana y Lisette están en arraigo mientras se comprueba si están relacionadas con el narcotráfico o, si como Juliana, fueron víctimas de las mafias mexicanas y son liberadas y deportadas.
La presencia en México de las muñecas de la mafia –como se llama una popular telenovela colombiana-, tiene a las policías llenas de conjeturas, sin terminar de saber si meramente son víctimas de narcotraficantes, o forman parte de redes más complejas de vigilancia sobre los contactos mexicanos de los cárteles colombianos.
Las bellezas colombianas muestran sus atributos físicos en las páginas sexuales de la red en Colombia, donde aparecen como “acompañantes” que se rentan por hora. Cómo llegan a México permanece aún sin un patrón determinado –como lo muestran los casos de Diana, Lisette y Juliana-, no así el flujo creciente de colombianas que se concentran en departamentos alquilados en la colonia Roma, contigua a la Delegación Benito Juárez, donde se han dado recientes ejecuciones vinculados con colombianos, y a la colonia Condesa, donde viven varios de quienes son sus enlaces en este país.
Las colombianas, guapas, salerosas y extrovertidas, se han convertido en el ingrediente aspiracional de los narcotraficantes mexicanos. Las autoridades de los dos países ven con alarma este reciente fenómeno criminal, primera estación del narcomenudeo, una externalidad del narcotráfico que se ubica ahora en el ámbito local, y que es el principal detonador de la violencia en México.
Sin embargo, la preocupación no se ha trasladado todavía a una nueva colaboración entre México y Colombia, pese a que estos flujos de colombianas parecen moverse con amplios rangos de impunidad. Los dos países enfrentan el desdoblamiento del narcotráfico, que representa nuevos desafíos para las policías de ambas naciones. Se les está haciendo tarde para ponerse de acuerdo y actuar, antes de que este nuevo crimen sea heredado a las siguientes administraciones, como en el pasado otros gobiernos dejaron el narcotráfico como legado.
Nota: Francisco Yáñez, ex director de la Lotería Nacional dijo, en relación a la columna en este espacio “Los Fantasmas de Gordillo”, que no está distanciado de la maestra Elba Esther Gordillo, y que tampoco participa en ninguna campaña política en su contra.
Víctor Valencia Ramírez fue ejecutado el 30 de marzo pasado de la misma forma como su hermano fue asesinado un mes antes en el Hospital Ángeles del Pedregal: quirúrgicamente. Con Víctor se encontraban Diana y Lisette, que acababan de pasar con él una semana en Cancún. Diana, una hermosa modelo, se decía su novia; Lisette era su amiga. Las dos son colombianas, como también lo es Karla, esposa del hermano de Víctor, David.
Más de un año antes, Juliana narraba en su página de Facebook lo dichosa que era en México con su novio. Nadie sabía quién era el galán de la ex miss colombiana hasta que la policía los detuvo en una residencia Bosques de las Lomas, un barrio de ricos y millonarios en el poniente de la ciudad de México. El novio era José Jorge Balderas Garza, que adquirió fama internacional como el “J.J” que atentó contra el futbolista Salvador Cabañas.
Las vidas de Diana, Lisette y Juliana se entrelazan con las mafias mexicanas que han incrementado el tráfico de mujeres colombianas a México. Este fenómeno ha introducido una variable de creciente preocupación en el combate al narcotráfico y a la delincuencia del fuero común, donde las mujeres, por lo general modelos, llegan a este país mediante un mecanismo que se conoce como “prepago”, que funciona a través de páginas sexuales en Internet.
Juliana fue contactada en Colombia por un mexicano –no identificado- relacionado con el medio artístico, quien le dijo que tenía un amigo a quien le había mostrado su fotografía en Internet y que deseaba conocerla. Cuánto cobró por venir a México y por quedar a disposición sexual del “J.J” en el momento que lo deseara, nunca lo reveló Juliana. Las tarifas, de acuerdo con autoridades colombianas, las establecen ellas en forma casuística. Lo que sí se sabe ahora es que durante los menos de 12 meses que estuvo en México, envió miles de dólares a su familia en Colombia.
Diana también era una modelo que se anunciaba en las páginas de Internet colombianas. Ganaba alrededor de tres mil 500 dólares por mes y Víctor Valencia Ramírez la descubrió en la red y comenzó una relación a distancia. El mexicano no la contrató prepago para que viajara. Él viajó a Colombia –a donde entró con un pasaporte verdadero mexicano bajo otro nombre- en dos ocasiones, y hasta conoció a sus padres. La tercera vez que se vieron no fue en Bogotá, sino en Cancún, a donde la llevó con el argumento de sólo así sabría si deseaba tener una relación tan seria como él deseaba.
Emocionada por la labia de Valencia Ramírez –en Colombia subrayan el talento mexicano para engatusar y enamorar mujeres- y el dinero que gastaba en ella, viajó a Cancún, desde donde le habló a su amiga Lisette, estudiante de comunicación, de buena familia y educada como Diana, para invitarla también a cargo de su novio. El día que lo asesinaron comía con Diana en un restaurante en la Delegación Benito Juárez, y Lisette se les unió porque perdió el vuelo de regreso a Bogotá.
Víctor, como su hermano David, operaban dentro de la delincuencia organizada como transportadores de dinero a Colombia, y fueron asesinados en un ajuste de cuentas ordenado por sus jefes en Guadalajara –una plaza controlada por el Cártel del Pacífico-. Karla, la esposa de David, declaró una vez antes de perdérsele a las autoridades, pero Diana y Lisette están en arraigo mientras se comprueba si están relacionadas con el narcotráfico o, si como Juliana, fueron víctimas de las mafias mexicanas y son liberadas y deportadas.
La presencia en México de las muñecas de la mafia –como se llama una popular telenovela colombiana-, tiene a las policías llenas de conjeturas, sin terminar de saber si meramente son víctimas de narcotraficantes, o forman parte de redes más complejas de vigilancia sobre los contactos mexicanos de los cárteles colombianos.
Las bellezas colombianas muestran sus atributos físicos en las páginas sexuales de la red en Colombia, donde aparecen como “acompañantes” que se rentan por hora. Cómo llegan a México permanece aún sin un patrón determinado –como lo muestran los casos de Diana, Lisette y Juliana-, no así el flujo creciente de colombianas que se concentran en departamentos alquilados en la colonia Roma, contigua a la Delegación Benito Juárez, donde se han dado recientes ejecuciones vinculados con colombianos, y a la colonia Condesa, donde viven varios de quienes son sus enlaces en este país.
Las colombianas, guapas, salerosas y extrovertidas, se han convertido en el ingrediente aspiracional de los narcotraficantes mexicanos. Las autoridades de los dos países ven con alarma este reciente fenómeno criminal, primera estación del narcomenudeo, una externalidad del narcotráfico que se ubica ahora en el ámbito local, y que es el principal detonador de la violencia en México.
Sin embargo, la preocupación no se ha trasladado todavía a una nueva colaboración entre México y Colombia, pese a que estos flujos de colombianas parecen moverse con amplios rangos de impunidad. Los dos países enfrentan el desdoblamiento del narcotráfico, que representa nuevos desafíos para las policías de ambas naciones. Se les está haciendo tarde para ponerse de acuerdo y actuar, antes de que este nuevo crimen sea heredado a las siguientes administraciones, como en el pasado otros gobiernos dejaron el narcotráfico como legado.
Nota: Francisco Yáñez, ex director de la Lotería Nacional dijo, en relación a la columna en este espacio “Los Fantasmas de Gordillo”, que no está distanciado de la maestra Elba Esther Gordillo, y que tampoco participa en ninguna campaña política en su contra.
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