José Gil Olmos
Una de las características de Los Zetas es la violencia y el terror con los que actúan para marcar y dominar su territorio. Esto, que podría pasar como una forma de actuar de cualquier organización del crimen organizado, en realidad es parte del adiestramiento militar que los integrantes de este cártel mexicano tuvieron y que se acrecentó con la inclusión de otros grupos con formación militar: los kaibiles guatemaltecos y los marasalvatruchas salvadoreños.
Por su integración, bien podría decirse que Los Zetas son el primer grupo del crimen organizado con una estructura militar, pues en sus orígenes están entrelazados miembros que alguna vez estuvieron en los respectivos ejércitos de México, El Salvador y Guatemala, lo que los convierte en uno de los cárteles más peligrosos de todos los que hay en el narcotráfico.
Los primeros que integraron a Los Zetas fueron militares mexicanos expertos en contrainsurgencia y terrorismo entrenados en Estados Unidos.
Se trataba de soldados que a raíz del levantamiento indígena en Chiapas recibieron entrenamiento especial en Estados Unidos y conformaban el Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), Grupo Anfibio de Fuerzas Especiales (Ganfe) y Brigada de Fusileros Paracaidistas (BFP).
Hacia 1999, un grupo de 40 de estos soldados fueron llevados a Tamaulipas como policías para combatir el narcotráfico. Desde aquel tiempo, se les conocía en la entonces Policía Federal Preventiva como Los Zetas, pero el líder del cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén, casi de inmediato los cooptó para convertirlos en su ejército particular de sicarios.
Durante casi una década el brazo armado de Osiel Cárdenas creció rápidamente en poder y presencia, independizándose hacia marzo del 2010 y atrayendo a otros dos grupos igualmente entrenados en la milicia, como los Maras salvadoreños y los kaibiles guatemaltecos, también entrenados en Estados Unidos en la lucha contra la insurgencia.
En el caso de los salvadoreños, desde que en 1991 fue firmada la paz en el Castillo de Chapultepec, en la Ciudad de México, muchos de los militares de ese país se quedaron sin empleo y migraron hacia Los Ángeles, California, donde se unieron con las pandillas que sus paisanos ya habían formado en la Calle 13 por un personaje conocido como El Flaco Stoner.
Los ex soldados entrenados por las escuelas militares de la Unión Americana le dieron una estructura militar a las pandillas y patentizaron el uso del terror para controlar el territorio en la ciudad de Los Ángeles, creando un problema tan fuerte que en la década de los noventa el gobierno estadunidense deportó a cientos de Maras a El Salvador.
Con esta acción pensaron que se había resuelto el problema, pero en realidad lo acrecentaron. En El Salvador surgieron nuevas pandillas y, luego, muchos de ellos comenzaron a emigrar por tierra nuevamente a Estados Unidos y dejaron muchas semillas de terror a su paso por Guatemala y México.
La presencia de los Maras llamó la atención de Los Zetas que, debido a su expansión en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, así como en Nayarit, Sonora, Sinaloa (Los Mochis), Puebla, Zacatecas, Aguascalientes, San Luis Potosí, Durango, Tabasco, Campeche, Guanajuato, Querétaro (San Juan del Río), Veracruz, Oaxaca y Tlaxcala, necesitaban reforzar sus filas con nuevos elementos.
Entonces contrataron a los Maras para seguir con el negocio del tráfico de indocumentados y, al mismo tiempo, también atrajeron a los soldados guatemaltecos egresados de la escuela de contrainsurgencia conocida como Kaibil, en honor al rey maya de la selva de El Petén, Kaibil Balam, que nunca pudo ser sometido por los españoles.
Creada desde 1975, la escuela Kaibil se distinguió desde sus inicios en entrenar a soldados de Guatemala, primero, y de otros países después --incluido México--, bajo la técnica más terrorífica de combate a la insurgencia, con el uso de armas especiales como cuchillos para decapitar a los enemigos y a la población civil.
Después que se firmó la paz en 1996, el Ejército guatemalteco se redujo al mínimo y muchos soldados kaibiles se quedaron sin empleo. Algunos se fueron a la iniciativa privada y otros más se metieron al crimen organizado. De ahí los atrajeron Los Zetas metiéndolos a sus filas para dominar el territorio mexicano y el guatemalteco. Y desde finales del 2005 fueron ubicados kaibiles entre Los Zetas.
Quizá no haya un ejemplo en el mundo de una milicia convertida en un grupo del crimen organizado como son Los Zetas. Por su experiencia en el Ejército, tienen capacidad para operar en el campo y en la ciudad.
Además del tráfico de droga también han incursionado en tráfico de ilegales, en la extorsión y el secuestro, en el comercio de música, películas y ropa pirata. Su presencia se detecta en México, Estados Unidos y Centroamérica, y sus ligas comerciales alcanzan Europa.
La ejecución de los 72 migrantes descubiertos el año pasado en el ejido El Huizachal, del municipio de San Fernando, Tamaulipas; los 120 encontrados en fosas clandestinas en este año en ese mismo municipio, y las 27 personas asesinadas en la finca Los Cocos, localizada en el municipio La Libertad, Guatemala ---25 de ellas decapitadas--, muestran que Los Zetas están dispuestos a todo para mantener su imperio de terror.
Su existencia es un claro ejemplo del error más grave que ha tenido el gobierno de Felipe Calderón, meter de lleno al Ejército en el combate al narcotráfico, mostrando su vulnerabilidad y su debilidad ante un enemigo que nació de sus propias filas, emergiendo como su Némesis.
Una de las características de Los Zetas es la violencia y el terror con los que actúan para marcar y dominar su territorio. Esto, que podría pasar como una forma de actuar de cualquier organización del crimen organizado, en realidad es parte del adiestramiento militar que los integrantes de este cártel mexicano tuvieron y que se acrecentó con la inclusión de otros grupos con formación militar: los kaibiles guatemaltecos y los marasalvatruchas salvadoreños.
Por su integración, bien podría decirse que Los Zetas son el primer grupo del crimen organizado con una estructura militar, pues en sus orígenes están entrelazados miembros que alguna vez estuvieron en los respectivos ejércitos de México, El Salvador y Guatemala, lo que los convierte en uno de los cárteles más peligrosos de todos los que hay en el narcotráfico.
Los primeros que integraron a Los Zetas fueron militares mexicanos expertos en contrainsurgencia y terrorismo entrenados en Estados Unidos.
Se trataba de soldados que a raíz del levantamiento indígena en Chiapas recibieron entrenamiento especial en Estados Unidos y conformaban el Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), Grupo Anfibio de Fuerzas Especiales (Ganfe) y Brigada de Fusileros Paracaidistas (BFP).
Hacia 1999, un grupo de 40 de estos soldados fueron llevados a Tamaulipas como policías para combatir el narcotráfico. Desde aquel tiempo, se les conocía en la entonces Policía Federal Preventiva como Los Zetas, pero el líder del cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén, casi de inmediato los cooptó para convertirlos en su ejército particular de sicarios.
Durante casi una década el brazo armado de Osiel Cárdenas creció rápidamente en poder y presencia, independizándose hacia marzo del 2010 y atrayendo a otros dos grupos igualmente entrenados en la milicia, como los Maras salvadoreños y los kaibiles guatemaltecos, también entrenados en Estados Unidos en la lucha contra la insurgencia.
En el caso de los salvadoreños, desde que en 1991 fue firmada la paz en el Castillo de Chapultepec, en la Ciudad de México, muchos de los militares de ese país se quedaron sin empleo y migraron hacia Los Ángeles, California, donde se unieron con las pandillas que sus paisanos ya habían formado en la Calle 13 por un personaje conocido como El Flaco Stoner.
Los ex soldados entrenados por las escuelas militares de la Unión Americana le dieron una estructura militar a las pandillas y patentizaron el uso del terror para controlar el territorio en la ciudad de Los Ángeles, creando un problema tan fuerte que en la década de los noventa el gobierno estadunidense deportó a cientos de Maras a El Salvador.
Con esta acción pensaron que se había resuelto el problema, pero en realidad lo acrecentaron. En El Salvador surgieron nuevas pandillas y, luego, muchos de ellos comenzaron a emigrar por tierra nuevamente a Estados Unidos y dejaron muchas semillas de terror a su paso por Guatemala y México.
La presencia de los Maras llamó la atención de Los Zetas que, debido a su expansión en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, así como en Nayarit, Sonora, Sinaloa (Los Mochis), Puebla, Zacatecas, Aguascalientes, San Luis Potosí, Durango, Tabasco, Campeche, Guanajuato, Querétaro (San Juan del Río), Veracruz, Oaxaca y Tlaxcala, necesitaban reforzar sus filas con nuevos elementos.
Entonces contrataron a los Maras para seguir con el negocio del tráfico de indocumentados y, al mismo tiempo, también atrajeron a los soldados guatemaltecos egresados de la escuela de contrainsurgencia conocida como Kaibil, en honor al rey maya de la selva de El Petén, Kaibil Balam, que nunca pudo ser sometido por los españoles.
Creada desde 1975, la escuela Kaibil se distinguió desde sus inicios en entrenar a soldados de Guatemala, primero, y de otros países después --incluido México--, bajo la técnica más terrorífica de combate a la insurgencia, con el uso de armas especiales como cuchillos para decapitar a los enemigos y a la población civil.
Después que se firmó la paz en 1996, el Ejército guatemalteco se redujo al mínimo y muchos soldados kaibiles se quedaron sin empleo. Algunos se fueron a la iniciativa privada y otros más se metieron al crimen organizado. De ahí los atrajeron Los Zetas metiéndolos a sus filas para dominar el territorio mexicano y el guatemalteco. Y desde finales del 2005 fueron ubicados kaibiles entre Los Zetas.
Quizá no haya un ejemplo en el mundo de una milicia convertida en un grupo del crimen organizado como son Los Zetas. Por su experiencia en el Ejército, tienen capacidad para operar en el campo y en la ciudad.
Además del tráfico de droga también han incursionado en tráfico de ilegales, en la extorsión y el secuestro, en el comercio de música, películas y ropa pirata. Su presencia se detecta en México, Estados Unidos y Centroamérica, y sus ligas comerciales alcanzan Europa.
La ejecución de los 72 migrantes descubiertos el año pasado en el ejido El Huizachal, del municipio de San Fernando, Tamaulipas; los 120 encontrados en fosas clandestinas en este año en ese mismo municipio, y las 27 personas asesinadas en la finca Los Cocos, localizada en el municipio La Libertad, Guatemala ---25 de ellas decapitadas--, muestran que Los Zetas están dispuestos a todo para mantener su imperio de terror.
Su existencia es un claro ejemplo del error más grave que ha tenido el gobierno de Felipe Calderón, meter de lleno al Ejército en el combate al narcotráfico, mostrando su vulnerabilidad y su debilidad ante un enemigo que nació de sus propias filas, emergiendo como su Némesis.
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