Francisco Rodríguez / Índice Político
Recibo un correo electrónico en el que un entrañable lector me previene: “La sucesión presidencial (del 2012) estará definida por el ‘lavado de dinero’”. Tiene razón. Igual lo estuvo la del 2006.
Así lo dieron a conocer, en agosto de 2010, los editores de Bloomberg Markets, magazine mensual del grupo –también canal de TV y portal de internet– que encabeza el actual alcalde de Nueva York.
Y en esas fechas pusieron, otra vez, en el tapete de las discusiones aquel avión –un jet DC-9– cargado con 127 maletas negras llenas de cocaína pura, que en total contenían 5 mil 700 kilos de ese estupefaciente en su estado más puro. Usted se acuerda. Aquel cuya ruta era Caracas – Toluca y que tuvo que aterrizar de emergencia en Ciudad del Carmen, Campeche, el 10 de abril de 2006, mismo que habría sido tripulado por pilotos de la Comisión Nacional del Agua de la época foxiana, aunque hay versiones de que en realidad ya estaban asignados al equipo de quien –“haiga sido como haiga sido”– sería sucesor del ahora ex presidente.
Porque en ese avión también se encontró documentación que llevó a los sabuesos estadounidenses a la mayor de todas las revelaciones en cuanto a “blanqueo” de capitales del narcotráfico mexicano se refiere: el descubrimiento de que el banco Wachovia, entonces recién adquirido por el conglomerado Wells Fargo, había “lavado” 378 mil millones de dólares de delincuentes mexicanos –incluya usted, por supuesto, a los de “cuello blanco”–, en el periodo que va de 2004 a 2007, pues la aeronave había sido adquirida a través de esa institución financiera, lo mismo que de Bank of America.
Esta información fue “refriteada” a Bloomberg Markets por el diario británico The Observer hace cosa de un mes… y ni así ha sido cuando menos retomada, mucho menos ampliada, por los medios de dizque circulación nacional.
¿Le suena Bloomberg? Debe hacerlo. Se trata no sólo del ya dos veces alcalde de Nueva York, Michael. También de su grupo de comunicación financiera en el que también se enmarcan un canal de TV restringida y un muy visitado portal de internet.
Se entiende, así, el que ambas instancias, tanto el jefe político de la llamada Urbe de Hierro o Gran Manzana, como sus publicaciones electrónicas, hayan recibido toda clase de atenciones del ocupante de Los Pinos durante el último par de días.
Calderón, en efecto, realizó una (interesada) visita de cortesía a Michael Bloomberg, inquilino del City Hall en Manhattan. Y a los editores de su grupo, en reunión aparte, les endulzó los oídos anunciando la privatización de Pemex, la primera y ya casi única paraestatal… aunque luego haya tenido que matizar.
La ruta del “lavado” en 2006 tuvo como epicentro a Campeche, tierra adoptiva del más cercano de los colaboradores que haya tenido Calderón: el ya finado Juan Camilo Mouriño.
La actual ruta –“sólo haz un mapeo de la ruta del dinero”, dice en su correo electrónico mi fuente– va y viene de Monterrey al Distrito Federal, lo mismo que a Cancún, Veracruz, Guadalajara, Toluca, Torreón y Gómez Palacio, Ciudad Obregón, Ciudad Juárez y Tijuana.
“Ahora busca a las empresas más importantes en esas ciudades –me reta el remitente–, y encontrarás a quien es que ahora están apoyando… con recursos que ‘los empresarios del mal’ les encomiendan poner a remojar, exprimir y tender (en recuerdo de aquel viejo anuncio del detergente Fab).”
El “lavado de dinero” hoy, como en 2006, está incólume, intocado y, podría entenderse, hasta protegido.
Bancos y autoridades, autoridades y bancos, hacen como que la Virgen les habla cuando se demanda que esas inyecciones de recursos a nuestro sistema financiero sean combatidas, pues –verdad de Perogrullo– no sólo compran armas letales más potentes que las de quienes dicen enfrentárseles, también compran voluntades que les apoyan en el trasiego de sus mercancías.
No sólo eso. Así, sin ser combatido, también sirve para financiar campañas políticas. Como en el 2006…
Índice Flamígero: Apenas hace cuatro días nos enteramos que las sofomes y sofoles que no pertenecen a un grupo financiero y que, por lo tanto, no están reguladas por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, ya son supervisadas por Hacienda para que en ellas no se “laven” recursos de procedencia ilícita. Un poco tarde, la mayoría de ellas ya están quebradas y sus propietarios ya huyeron. Además, dejaron a sus ahora defraudados clientes “chiflando en la loma”.
Recibo un correo electrónico en el que un entrañable lector me previene: “La sucesión presidencial (del 2012) estará definida por el ‘lavado de dinero’”. Tiene razón. Igual lo estuvo la del 2006.
Así lo dieron a conocer, en agosto de 2010, los editores de Bloomberg Markets, magazine mensual del grupo –también canal de TV y portal de internet– que encabeza el actual alcalde de Nueva York.
Y en esas fechas pusieron, otra vez, en el tapete de las discusiones aquel avión –un jet DC-9– cargado con 127 maletas negras llenas de cocaína pura, que en total contenían 5 mil 700 kilos de ese estupefaciente en su estado más puro. Usted se acuerda. Aquel cuya ruta era Caracas – Toluca y que tuvo que aterrizar de emergencia en Ciudad del Carmen, Campeche, el 10 de abril de 2006, mismo que habría sido tripulado por pilotos de la Comisión Nacional del Agua de la época foxiana, aunque hay versiones de que en realidad ya estaban asignados al equipo de quien –“haiga sido como haiga sido”– sería sucesor del ahora ex presidente.
Porque en ese avión también se encontró documentación que llevó a los sabuesos estadounidenses a la mayor de todas las revelaciones en cuanto a “blanqueo” de capitales del narcotráfico mexicano se refiere: el descubrimiento de que el banco Wachovia, entonces recién adquirido por el conglomerado Wells Fargo, había “lavado” 378 mil millones de dólares de delincuentes mexicanos –incluya usted, por supuesto, a los de “cuello blanco”–, en el periodo que va de 2004 a 2007, pues la aeronave había sido adquirida a través de esa institución financiera, lo mismo que de Bank of America.
Esta información fue “refriteada” a Bloomberg Markets por el diario británico The Observer hace cosa de un mes… y ni así ha sido cuando menos retomada, mucho menos ampliada, por los medios de dizque circulación nacional.
¿Le suena Bloomberg? Debe hacerlo. Se trata no sólo del ya dos veces alcalde de Nueva York, Michael. También de su grupo de comunicación financiera en el que también se enmarcan un canal de TV restringida y un muy visitado portal de internet.
Se entiende, así, el que ambas instancias, tanto el jefe político de la llamada Urbe de Hierro o Gran Manzana, como sus publicaciones electrónicas, hayan recibido toda clase de atenciones del ocupante de Los Pinos durante el último par de días.
Calderón, en efecto, realizó una (interesada) visita de cortesía a Michael Bloomberg, inquilino del City Hall en Manhattan. Y a los editores de su grupo, en reunión aparte, les endulzó los oídos anunciando la privatización de Pemex, la primera y ya casi única paraestatal… aunque luego haya tenido que matizar.
La ruta del “lavado” en 2006 tuvo como epicentro a Campeche, tierra adoptiva del más cercano de los colaboradores que haya tenido Calderón: el ya finado Juan Camilo Mouriño.
La actual ruta –“sólo haz un mapeo de la ruta del dinero”, dice en su correo electrónico mi fuente– va y viene de Monterrey al Distrito Federal, lo mismo que a Cancún, Veracruz, Guadalajara, Toluca, Torreón y Gómez Palacio, Ciudad Obregón, Ciudad Juárez y Tijuana.
“Ahora busca a las empresas más importantes en esas ciudades –me reta el remitente–, y encontrarás a quien es que ahora están apoyando… con recursos que ‘los empresarios del mal’ les encomiendan poner a remojar, exprimir y tender (en recuerdo de aquel viejo anuncio del detergente Fab).”
El “lavado de dinero” hoy, como en 2006, está incólume, intocado y, podría entenderse, hasta protegido.
Bancos y autoridades, autoridades y bancos, hacen como que la Virgen les habla cuando se demanda que esas inyecciones de recursos a nuestro sistema financiero sean combatidas, pues –verdad de Perogrullo– no sólo compran armas letales más potentes que las de quienes dicen enfrentárseles, también compran voluntades que les apoyan en el trasiego de sus mercancías.
No sólo eso. Así, sin ser combatido, también sirve para financiar campañas políticas. Como en el 2006…
Índice Flamígero: Apenas hace cuatro días nos enteramos que las sofomes y sofoles que no pertenecen a un grupo financiero y que, por lo tanto, no están reguladas por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, ya son supervisadas por Hacienda para que en ellas no se “laven” recursos de procedencia ilícita. Un poco tarde, la mayoría de ellas ya están quebradas y sus propietarios ya huyeron. Además, dejaron a sus ahora defraudados clientes “chiflando en la loma”.
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