Intemperancia presidencial y caravana a Juárez

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Atentos debemos estar, debido a la confrontación política propiciada por el presidente Calderón y su partido contra una amplia mayoría de la sociedad, pues las consecuencias de un hecho ya irrefrenable se anuncian graves.

El presidente constitucional de todos los mexicanos eligió el camino difícil, por ser él quien se venció a la intemperancia verbal -en los términos bíblicos usados por el apóstol Santiago en su epístola universal-, cuyo resultado inmediato es fomentar la confrontación, pues está decidido a ganar la elección presidencial en 2012, en términos idénticos a como lo hizo en 2006, sin detenerse a meditar ante la gravedad de una predecible desaparición del Estado producto de la Revolución, y una profunda fractura social.

Si el trece de mayo último, ante los 1,800 delegados de Acción Nacional en diferentes cargos federales de los estados de la república, el tono y el lenguaje convocaron a la victoria contra la delincuencia organizada y al triunfo electoral, sustentado el discurso en la descalificación política y social de un pasado que, para todos efectos, él considera necesario borrar de lo que queda de la historia patria, porque todo lo malo, lo nefando, lo perverso padecido por los mexicanos, procede del PRI. Es posible que ese día haya pronunciado su arenga, sin haber meditado lo suficiente en las propuestas de lo que ya es el Movimiento por la Paz con Dignidad, que tiene ya asombrosa respuesta por parte de la sociedad; puede ser tan importante, que si no es sometido a la represión el directorio de ese movimiento, o cooptado, la idea que Felipe Calderón Hinojosa tiene del futuro de México, caerá en el vacío.

El Movimiento, que crece, aglutina, se fortalece en ideas y propuestas concretas para conceptuar y crear el proyecto de la transición requerido para refundar la República, representa una apuesta por el futuro diametralmente opuesta a lo instrumentado, como políticas públicas, por el gobierno federal. Pero ¡claro!, Felipe Calderón puede encontrarse con un Mariano Rajoy Brey. Si así ocurriera, la sociedad pagará el costo de la globalización.

Considero oportuno recapitular. Si no sucede nada, el 10 de junio próximo, el Movimiento aglutinará la representación de muchas y diversas organizaciones civiles y no gubernamentales, que en un pacto se comprometerán a pugnar porque quienes han de cumplir con el mandato constitucional, a) Establezcan un nuevo camino de paz con justicia y dignidad; b) Inicien procesos transparentes de investigación, procuración y administración de justicia; c) Se comprometan a poner fecha al fin de la estrategia de guerra, y a asumir un esquema de seguridad ciudadana; d) Cumplir con lo establecido en las leyes, para erradicar corrupción e impunidad; e) Definir e iniciar el combate a la raíz económica de las ganancias del crimen; f) Concebir y proponer un plan de emergencia nacional de apoyo a la infancia y juventud, crear oportunidades reales para ellos, y g) Impulsar la democratización y nuevos medios de participación ciudadana en el país.

El anuncio del inicio y trayecto de la caravana por la paz hacia Ciudad Juárez, donde se firmará el Pacto, genera expectativas en distintos sectores y lugares, lo que favorece la construcción de una red social, que ayudará a establecer parámetros y bases para hacerle zurcido invisible al tejido social.

El próximo cuatro de junio la Caravana sale de Cuernavaca. Pasará por el Distrito Federal, Toluca, Morelia, Guadalajara, León, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, Torreón, Saltillo, Monterrey y Chihuahua, para llegar finalmente a Juárez el 9 de junio. Anunciaron que si las condiciones lo permiten, además de las actividades del 10 de junio, podrían realizarse una serie de actos binacionales el 11 de junio, en El Paso, Texas, junto con organizaciones y personas de ese país y mexicanos emigrados.

El propósito de convocar al Pacto, es generar compromisos entre distintos movimientos ciudadanos, para sumar en todo el país las fuerzas necesarias que ayuden a crear las condiciones políticas y sociales que lleven al cumplimiento del Pacto, a convertir en política pública la transición, e instrumentar por medio de las distintas instituciones del Estado.

Además, se anunció que el presidente Felipe Calderón aceptó el diálogo público y transmitido por televisión, lo que obliga a las organizaciones civiles a insistir que la señal no dependa de CEPROPIE exclusivamente. Podría buscarse la opción de usar el canal judicial, además de repetidoras de la iniciativa privada, para garantizar que no haya impedimento para que la nación escuche lo que en el diálogo se discuta, proponga y acuerde.

Ante este panorama, el presidente Calderón se ha vuelto intemperante. En sentido opuesto a lo dicho en el centro Banamex a sus mil 800 promotores del voto, en su visita a Ciudad Juárez, el fin de semana, llamó a la unidad sin regateos, a olvidar colores partidistas y dejar atrás recriminaciones y señalamientos absurdos.

¿Asumiría él, el compromiso de no confrontar con el discurso, de evitar que prevalezcan sus fobias sobre el bienestar de la nación, o continuará como hasta hoy, culpando a Andrés Manuel López Obrador y al PRI?

Piensa ya en el juicio histórico Felipe Calderón Hinojosa, pues a su llamado a la unidad, siguió la advertencia, pues considera -lo que es una ventaja- que el grupo en el poder encabezado por él, podría ser recordado como la “generación perdida en la división, encono e irresponsabilidad, en la división de poderes, de órdenes de gobierno, en colores partidistas para hacer lo que no debería hacer y para no hacer lo que debía”.

Insisto en lo acá apuntado el 16 de mayo último. Pronto veremos qué tan democráticos son sus propósitos para con México, para con el Movimiento por la Paz con Dignidad, porque si como se anuncia, la respuesta social rebasa al Estado, lo que procederá será reformar total, íntegramente los modelos político y económico que tienen trabada la transición; será en este contexto que el canon de la sucesión presidencial deberá cambiar, pero no posponerse o cancelarse, como lo quisieran las brujas de Macbeth.

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