Martha Anaya / Crónica de Política
El comunicado de la mañana no fue suficiente. Nada decía en él, Felipe Calderón, sobre la renuncia de Genaro García Luna que había pedido Javier Sicilia como señal de que los estaban escuchando.
Apenas dejaba entrever que no estaba de acuerdo “en algunos de los puntos” que se expresaron durante la marcha por la paz. Pedía, en cambio, diálogo con los promotores de la marcha, “para escucharnos y entendernos”.
Al correr del día, en su vuelo hacia Nueva York, el presidente de la República insistió en el diálogo a través de su twitter. Un diálogo en el que se expresaran todos los puntos de vista, “tanto en los que estamos de acuerdo como en los que no estamos de acuerdo”.
Nada explícito en torno al secretario de Seguridad Pública. Calderón evitaba mencionar el tema concretamente.
Todavía en otra twitteada propuso “concentrar nuestra energía en promover los cambios concretos, posibles y medibles que requiere la seguridad”.
La salida de García Luna bien cabía en el ámbito de lo concreto. También en lo medible.
¿Cabía en lo posible?
La redacción del texto dejaba la impresión de que la renuncia de Genaro García Luna no cabía en ese apartado: el de lo posible.
¿Por qué sería imposible la salida de García Luna de la secretaría de Seguridad Pública?
A ciencia cierta no lo sabemos. Pero el vocero de seguridad, Alejandro Poiré, salió por la tarde a defender a García Luna durante una conferencia de prensa.
A pregunta expresa de un periodista sobre la demanda de Sicilia, respondió:
“No coincidimos con todo lo planteado ahí (en la marcha por la paz)… Es preciso señalar que si alguien ha impulsado incansablemente la formación de una policía civil, profesional, apegada a la ley, bien equipada y con las capacidades de inteligencia que garanticen la seguridad de la población, esa persona es el ingeniero Genaro García Luna”.
Esta policía federal, agregó Poiré, ha logrado la detención de muchos criminales ha sido parte central del debilitamiento de las estructuras del crimen organizado.
Al inicio de la Administración, la Policía federal contaba con 6 mil 500 integrantes y hoy cuenta con más de 36 mil elementos, de los cuales 7 mil han egresado de las mejores universidades, tanto públicas como privadas, abundó.
Dicho lo anterior, el vocero de seguridad alegó que este gobierno impulsa la cultura de la crítica, la cultura de la inconformidad. Pero –y ahí su demanda– también esperamos una cultura integral ciudadana y ello implica el respaldo a las instituciones.
Los reporteros pidieron a Alejandro Poiré mayor precisión acerca de la exigencia de la renuncia de García Luna. ¿Era un sí o un no rotundo la respuesta?
Respondió con evasiva. Dijo que ya había sido abundante en el tema en su primera respuesta.
De todo lo anterior queda claro que Calderón no quiso tocar el tema directamente, que envió a Poiré a hacer la defensa directa de su secretario de Seguridad Pública. En ambos casos, se dejaron un margen: ni el Presidente se comprometió abiertamente en la defensa de García Luna, ni Poiré aceptó otorgar un sí o un no contundente a la renuncia del secretario.
El comunicado de la mañana no fue suficiente. Nada decía en él, Felipe Calderón, sobre la renuncia de Genaro García Luna que había pedido Javier Sicilia como señal de que los estaban escuchando.
Apenas dejaba entrever que no estaba de acuerdo “en algunos de los puntos” que se expresaron durante la marcha por la paz. Pedía, en cambio, diálogo con los promotores de la marcha, “para escucharnos y entendernos”.
Al correr del día, en su vuelo hacia Nueva York, el presidente de la República insistió en el diálogo a través de su twitter. Un diálogo en el que se expresaran todos los puntos de vista, “tanto en los que estamos de acuerdo como en los que no estamos de acuerdo”.
Nada explícito en torno al secretario de Seguridad Pública. Calderón evitaba mencionar el tema concretamente.
Todavía en otra twitteada propuso “concentrar nuestra energía en promover los cambios concretos, posibles y medibles que requiere la seguridad”.
La salida de García Luna bien cabía en el ámbito de lo concreto. También en lo medible.
¿Cabía en lo posible?
La redacción del texto dejaba la impresión de que la renuncia de Genaro García Luna no cabía en ese apartado: el de lo posible.
¿Por qué sería imposible la salida de García Luna de la secretaría de Seguridad Pública?
A ciencia cierta no lo sabemos. Pero el vocero de seguridad, Alejandro Poiré, salió por la tarde a defender a García Luna durante una conferencia de prensa.
A pregunta expresa de un periodista sobre la demanda de Sicilia, respondió:
“No coincidimos con todo lo planteado ahí (en la marcha por la paz)… Es preciso señalar que si alguien ha impulsado incansablemente la formación de una policía civil, profesional, apegada a la ley, bien equipada y con las capacidades de inteligencia que garanticen la seguridad de la población, esa persona es el ingeniero Genaro García Luna”.
Esta policía federal, agregó Poiré, ha logrado la detención de muchos criminales ha sido parte central del debilitamiento de las estructuras del crimen organizado.
Al inicio de la Administración, la Policía federal contaba con 6 mil 500 integrantes y hoy cuenta con más de 36 mil elementos, de los cuales 7 mil han egresado de las mejores universidades, tanto públicas como privadas, abundó.
Dicho lo anterior, el vocero de seguridad alegó que este gobierno impulsa la cultura de la crítica, la cultura de la inconformidad. Pero –y ahí su demanda– también esperamos una cultura integral ciudadana y ello implica el respaldo a las instituciones.
Los reporteros pidieron a Alejandro Poiré mayor precisión acerca de la exigencia de la renuncia de García Luna. ¿Era un sí o un no rotundo la respuesta?
Respondió con evasiva. Dijo que ya había sido abundante en el tema en su primera respuesta.
De todo lo anterior queda claro que Calderón no quiso tocar el tema directamente, que envió a Poiré a hacer la defensa directa de su secretario de Seguridad Pública. En ambos casos, se dejaron un margen: ni el Presidente se comprometió abiertamente en la defensa de García Luna, ni Poiré aceptó otorgar un sí o un no contundente a la renuncia del secretario.
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