¿Escuchó el dueño de la ley, la razón y la fuerza?

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

El rostro de los marchistas por la paz es de indignación y dolor. Los discursos pronunciados mientras llega Javier Sicilia son un rosario de tragedias, sin consecuencias sociales ni políticas, sólo inundaron de dolor a los deudos; los responsables del mandato constitucional hicieron oídos sordos, ajenos al dolor de sus gobernados.

Esperar a que llegue el poeta obliga a la reflexión, a recordar las palabras del discurso presidencial. Cuando de entrada propone que Genaro García Luna renuncie, para que el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, demuestre haber escuchado la voz del dolor, el reclamo de la sociedad, no hago sino ratificar la hipótesis del texto que me había propuesto escribir en torno a la marcha por la paz y la dignidad.

Tengo la certeza de que al presidente de los Estados Unidos Mexicanos no lo están permitidos ciertos lujos, debido a las consecuencias de dárselos. Tiene prohibido estar muino en público, pero sobre todo que ese enojo se transfiera al discurso político, cuya función fundamental es unir y guiar, no dividir y confrontar, como lo hace cuando no gusta de las opiniones contrarias a su decisión de imponer una guerra interna, cuyos orígenes y resultados son un misterio, pero sobre todo porque sus repercusiones para el bienestar de la República son impredecibles y serán incuantificables, debido a que no nada más atañen a lo material, sino refieren a lo humano: el rompimiento del tejido social, el descrédito de las instituciones, el quiebre de la identidad nacional, la degradación cultural, la desaparición de los valores cívicos, éticos y morales.

Insistió e insistirá, a pesar de lo demostrado durante la marcha encabezada por Javier Sicilia, en que los hombres de bien están de su lado, los otros, los vistos por él como aves del mal, serían mensajeros del peor pasado, del México malo, del país que debe desaparecer. Está confiado en su estrategia de dividir, porque así obtuvo la nominación del PAN, porque confrontando a los mexicanos puso contra la pared a los que se unieron con quien, de acuerdo a su criterio, representó un peligro para la nación. Hoy la historia es distinta, 40 mil cadáveres, miles de huérfanos, viudas, viudos, deudos que desconocen el destino de sus seres queridos, están conscientes de que se puede vencer a la delincuencia organizada con otras armas, con otras razones, con distinto gobierno. Con uno que cumpla el mandato constitucional.

No se trata de rendir a la República, se pretende, se busca ganar la guerra por otros medios que no sean los del war lord. Por lo anterior, cuando el presidente Felipe Calderón usó de la ceremonia del 5 de mayo, investido de la banda presidencial, para sostener que no se rendirá, porque él tiene la razón, la ley y la fuerza, no hace sino mostrar inseguridad.

Escuchándolo recordé lecturas, llegaron a la memoria los diálogos de Ricardo III, la tragedia de Shakespeare, quien pone en boca del protagonista lo siguiente:

“¡Dadme otro caballo!… ¡Vendadme las heridas!… ¡Jesús, tened piedad de mí!… ¡Oh cobarde conciencia, cómo me afliges!… ¡Huyamos, pues!… ¡Cómo! ¿De mí mismo? ¡Valiente razón! ¿Por qué? ¡De miedo a la venganza! ¡Cómo! ¿De mí mismo sobre mí mismo? ¿Por qué causa? ¿Por el escaso bien que me he hecho a mí mismo? ¡Más bien debía odiarme por las infames acciones que he cometido! Pero miento; eso no es verdad… ¡Mi conciencia tiene millares de lenguas, y cada lengua repite su historia particular, y cada historia me condena! ¡El perjurio, el perjurio en más alto grado! ¡El asesinato, el horrendo asesinato hasta el más feroz extremo! Todos los crímenes diversos, todos cometidos bajo todas las formas, acuden a acusarme…”

El avasallamiento de la conciencia seguramente es terrible cuando al hacer uso de la ley, la razón y la fuerza no se procede de manera equitativa, porque de la misma manera que los delincuentes armados son un riesgo, también son un peligro para los mexicanos los delincuentes de cuello blanco, los cómplices de los barones de la droga, los políticos impunes a quienes después de sucesos como los de la guardería ABC, nadie detiene. Procurar y administrar justicia con dos pesas y dos medidas no es fácil, pero sí es perjudicial, dañino, terrible.

Al evocar la batalla de Puebla, puso de ejemplo la lección escrita con sangre que dejaron esos héroes. Dijo, con razón, que en medio de la desazón hubo mexicanos valientes que se sintieron llamados a combatir con decisión; por eso hoy, “como en esa fecha histórica, los mexicanos enfrentamos enemigos poderosos y criminales. Ante este enemigo hay quienes, de buena o mala fe, quisieran ver a nuestras tropas retroceder, a las instituciones bajar la guardia y darle simple y llanamente el paso a gavillas de criminales. Yo les digo que eso no puede y no va a ocurrir, porque tenemos la razón, porque tenemos la ley, y porque tenemos la fuerza vamos a ganar. No está a la altura de nuestro legado histórico la opción de rendirse y entregar al país”.

Nadie, en su sano juicio, solicitaría entregar la plaza a la delincuencia organizada, pero también nadie, con dos dedos de frente, puede desconocer que esas “gavillas”, como ahora las adjetiva Felipe Calderón, para operar requieren de cómplices en todos los niveles de gobierno, necesitan armas, dinero e impunidad para moverse, facilidades y recursos que únicamente pueden obtener a través de quienes administran la agenda de los poderes fácticos y del Estado.

El presidente de la República y sus funcionarios del gabinete de seguridad están decididos a no escuchar a los por ellos considerados ajenos al bien, a los que no se alinean con sus políticas públicas, porque están imposibilitados para reconocer que no se les pide entregar la plaza, sino que se les solicita cambiar de estrategia, pues por el momento la guerra la pierden ellos, pero las consecuencias de ese fracaso las paga la sociedad, pesarán sobre el futuro de la nación.

Genaro García Luna permanecerá en el cargo, en nada afectará su permanencia en el gabinete el que el número de víctimas crezca, las fosas clandestinas se multiplique, el horror provoque insomnio e insatisfacción social y política, más toda la cauda de consecuencias que no tienen previstas y no podrán medirse.

El ISSSTE, desigualdad y mal trato

El ejemplo presidencial cunde, los servicios a los que tiene derecho esa parte de la sociedad que trabajó para el Estado, se conceden también con dos pesas y dos medidas, de acuerdo al estado de ánimo de médicos y enfermeras. No hay equilibrio alguno en la atención a los derechohabientes. Los más necesitados, los humildes, son los peor atendidos.

Me cuenta un amigo que padece de Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica, que en Urgencias del Hospital Darío Fernández lo han atendido con prontitud y eficiencia, pero que en la Clínica Familiar Álvaro Obregón, a la que está adscrito y donde el servicio médico es eficiente y puntual, ha debido sortear los escollos de la Coordinación Médica de la clínica, porque sus solicitudes para citas en las clínicas de especialidades, son resueltas de acuerdo al buen o mal humor de quienes están a cargo.

Pero, además, obtener una citan con especialistas va más allá de una aventura, es un desafío, y peor cuando el neumólogo Enrique Olaya no acude a dar consulta, porque decidió no acudir el 20 de abril, y al referir al paciente hasta el 6 de mayo, llega dos horas tarde, permite que su enfermera, de mal humor y mala sangre, administre su tiempo y determine quién sí y quién no pasa a verlo, pero los que no son de su agrado, como esa derechohabiente que llevó a su padre a la cita, ambos vestidos con pobreza, pero con pulcritud, esos han de esperar hasta que ella lo decida.

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