Elba Esther oye pasos en la azotea

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Del hoy disfuncional modelo político mexicano sobreviven algunos fenómenos de la sociología, instrumentos peculiares de la praxis política que facilitaron el funcionamiento de un partido hegemónico, primero, la alternancia después, pero cuyo costo es insostenible.

Los sindicatos actualmente desempeñan las funciones de veladores de museos, concretamente del Museo del Carmen, en el Distrito Federal, y del Museo de las Momias de Guanajuato. Tal y como hoy sobreviven y para lo que sirven, son esperpentos que para beneficiar a una casta privilegiada impidieron una necesaria reforma laboral, dejando a los trabajadores a medio camino entre la legalidad y la ilegalidad en materia del trabajo, sujetos a las veleidades del outsourcing, sin posibilidades de bienestar social, ya no digamos de un futuro digno. Quizá las víctimas más afectadas por el impasse en que la impericia de los gobiernos panistas colocó a la transición, son ellos: los obreros y profesionistas cuyos sindicatos o colegios en nada los defienden ni los representan, pero que les cuestan porque desean su permanencia como un recuerdo de lo que fue y nunca, jamás regresará.

Todavía recuerdo cuando en 1976 a Francisco Hernández Juárez se le llenaron de orgullo los ojos, se le trabaron las palabras, se le nublaron las ideas cuando defenestró a Salustio Salgado con el argumento de que había que refrescar y reformar el sindicato de telefonistas, impedir la reelección de los líderes y beneficiar a los trabajadores. Hernández Juárez tiene más años en el poder que los disfrutados por Augusto Pinochet, menos que los acumulados por Francisco Franco.

Salvo el acuerdo que haya establecido con el ingeniero Carlos Slim, en un supuesto beneficio para sus representados, hoy, desde el punto de vista político y social, Juárez nada representa, e históricamente, como ocurrió con la fotografía reciente de Hillary Clinton, será borrado.

El caso de Elba Esther Gordillo se cuece aparte, porque si bien desde el punto de vista de control político, como operadora electoral y como correa de transmisión de las necesidades del poder, tanto priista como panista, superó todas las expectativas, pero en cuanto al costo educativo, económico, social y cultural que ha significado su permanencia como tutora ideológica y moral del SNTE, nada hay que lo supere.

Hábil operadora política como pocas, pues ante la necesaria operación de la oferta de la descentralización del sistema educativo federal, que conllevó, en el planteamiento original, la atomización del sindicato en las entidades federativas, se las ingenió para que el SNTE permaneciera tal cual, sin importar que a la educación media y básica de este país se la cargara el pintor.

Elba Esther Gordillo no es culta, pero posee una inteligencia política natural, conoce las debilidades y fortalezas del ejercicio del poder en México, como conoce las propias, de allí que concediera una entrevista a La Jornada, para medirle el agua a los camotes en lo que a su retiro político se refiere, lo que ha preparado con sumo cuidado, tanto en el entramado de su fortuna personal, como en lo referente a los necesarios seguros de vida. Sabe de las reglas del juego, miméticas con las de la mafia, en las que el silencio es el valor supremo, la expresión invaluable de la lealtad.

Confió a La Jornada estar lista para su relevo al frente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE): “¡Con Elba o sin Elba no hay quien pare a esta organización!”; afirmó que no existe ruptura con el presidente Felipe Calderón, pero sí “claras” diferencias con su gobierno: una es el acto “flagrantemente ilegal” de desconocer al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).

De la inclusión de su nombre en una alianza que favorecería la candidatura presidencial de Enrique Peña Nieto, advierte que ella no es “de las que se van a subir a un carro, si me dicen en qué asiento me va a tocar”, y afirmó que su decisión para 2012 no será “en razón de circunstancias a priori”.

En sus palabras, en tercera persona, afirma: “Me siento contenta de visualizar nuestro relevo… No hay satisfacción más grande que ver a la familia crecer… Estoy preparada con satisfacción para cualquier momento, no es éste, pero ya se ve” (su remplazo). El sindicato tiene los cuadros “para que siga marchando sin preocupación de apellidos o de nombres”.

La existencia política y sindical de Francisco Hernández Juárez y Elba Esther Gordillo, expresión de la disfuncionalidad sistémica del modelo político, explica las consecuencias económicas y educativas de que la alternancia no deviniera transición, la imposibilidad de que la sociedad pueda beneficiarse de las ventajas ofertadas por el libre mercado y la globalización. Mientras no los guíen a la casa de retiro, nada podrá mejorar en México.

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